Flores

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18+

En el mar de aquella playa, en aquellas profundidades, el castaño nadó contentó tras despedirse de Steve. Estaba muy alegre de poder volver a verle, sabía que era él. Nunca lo habría podido olvidar. ¿Cómo olvidar a esa persona que llevaba en la mirada al mar mismo? Había crecido mucho y era mucho más atractivo de lo que hubiera imaginado. Lo había sentido justo cuando había caído en el mar. Una corriente le había llamado, como si se tratara del sonar de una ballena.

Lo único que lamentaba era que no podría verlo más. Aun así, su corazón se sentía feliz. ¡Lo había besado! Y había sido un beso dulce. Giró sobre sí haciendo burbujas y deslizándose entre unas rocas adornadas con corales. Entonces, vio atrapado en una de ellas algo que brillaba un poco. Lo recogió y sonrió aún más. Aquello tenía la fotografía de su amor. Lo abrazó contra su pechó y besó la fotografía plastificada y protegida contra el agua. Podría quedárselo, tenerlo siempre consigo.

Nadó hasta una roca más lisa y se sentó en ella, puso sobre su cola roja y dorada el libro y observó, de nuevo, la fotografía. Debajo de ésta había símbolos que él no podía leer, pero que reconoció, y pensó, tan sólo pensó, que podía verlo de nuevo.

Con una nueva alegría en el pecho, se levantó de la roca y nadó tan rápido como pudo hacia el barco hundido. Era un poco riesgoso, porque, a veces, los humanos llegaban hasta ahí. Así que tenía que tener mucho cuidado. Sin embargo, a pesar de todas sus precauciones, al dar la vuelta en un conjunto de corales, se topó de frente con un buzo. Se asustó y retrocedió, pero no fue el único, el buzó también se sobresaltó y tiró algo que llevaba entre las manos. Él no lo sabía pero se trataba de una cámara submarina, el buzo tardó en recuperarla y cuando la apunto hacia él, sólo encontró mar azul.

El tritón continuó su camino y aceleró cuando vislumbró el barco. Entró en él y tras esquivar una tortuga, encontró lo que buscaba. Había un cuarto con mapas, él conocía el mar, y la forma de las costas, pero necesitaba encontrar la más cercana al hogar de Steve. Desplegó un par antes de encontrar el que contenía símbolos que coincidían con los de la fotografía.

N-U-E-V-A-Y-O-R-K

Confirmó cada una. Y sonriendo, reconoció la costa. Sabía dónde era. Y sin esperar nada, comenzó su viaje.


En la superficie, Natasha limpió y curó la herida de Steve cuando éste estuvo de vuelta en el hotel. Había tomado una ducha y aunque se sentía un poco mejor, seguía agitándose algo en su corazón.

—Tuviste suerte de que esos marineros te encontraran—le dijo Bucky, quien estaba recostado en la cama de Steve, mientras veía como su novia terminaba de ponerle a éste, sentado en un taburete, una venda en la cabeza.

—Ni tanta—dijo Steve recordando.

Los hombres que le habían gritado en la playa eran la tripulación del barco que había volteado su lancha. Barco propiedad de un tal Dr. Víctor von Doom. A Steve el título lo tenía sin cuidado, así que cuando aquel le dijo que estaba en una zona prohibida, porque él estaba trabajando en ella y que se marchara y de que, incluso, lo tachara de espía de un tal Dr. Richards. Steve le echó en cara lo que había pasado con su lancha y que casi moría por su culpa. El hombre se rió de él por no saber nadar, pero tuvo que aceptar que ese no había sido todo el problema, era evidente la contusión que había sufrido, debido a la sangre que escurría por su sien y cuello. A regañadientes y gracias a uno de los miembros de la tripulación, mandó que alguien lo acompañara hasta la zona turística de la isla, donde podría llamar para que fueran a buscarlo. Por suerte, ahí se encontró con el lanchero, quien lo devolvió al continente.

Me enamoré de un tritónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora