Supe que algo terrible había ocurrido nada más doblar la esquina y ver, a lo lejos, su jardín. Los rosales, hasta hacía poco cargados de espesas flores de grandes pétalos rojos que desprendían un olor embriagador, que me acompañaba durante un buen rato incluso después de alejarme de ellos, habían perdido todo el color y sólo unas tristes y solitarias hojas verdes, poblaban sus ramas. Aquella imagen, desoladora solo para alguien que hubiese visto alguna vez las rosas encendidas en todo su esplendor, me golpeó de tal modo que tuve que pararme, apoyar una mano en la pared de piedra de la casa vecina a la suya, e intentar recuperar la respiracion. Una punzada como un fulminante rayo me atravesó el corazón en ese momento. Supe en ese instante sin duda ninguna que ella había muerto, que había muerto de pena, y que su tristeza se había llevado con ella todas las rosas de su jardín.
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Como si fuera ayer
Short StoryUna historia surgida en una cálida tarde del mes de junio bajo una ola de calor extrema.