VII.

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"—Y el premio a mejor canción a piano es para... ¡¡Aitana Ocaña!! — sentí como todo mi cuerpo se estremecía al escuchar las palabras e, inconscientemente, pequeñas lágrimas comenzaron a salir de mis ojos poco a poco.
Un sueño. Todo un sueño hecho realidad, y estaba ahí, delante mía. Empecé a subir las escaleras hacia el escenario, con la mano en el pecho, completamente emocionada y..."

¡BEP! ¡BEP! ¡BEP! El sonido del microondas me sacó de mis pensamientos e hizo que me volviera a sobresaltar sobre mi cuerpo. Otra vez, estaba fantaseando mientras observaba en el salón, al lado de la puerta de la cocina, el diploma de Amaia del Conservatorio, colgado en la pared.
Pocas veces lo había comentado, y poca gente lo sabía, pero una parte de mi persona se encontraba ligada a la música. Y, cuando tenía tiempo, me encerraba en mi habitación para componer. Componer sobre el pasado, y el presente. Componer sobre un posible futuro. Sobre cosas que me pasaban a mi, pero que podían pasarle a cualquier persona.
De vez en cuando lo acompañaba con mi piano, colocado debajo de la ventana de la habitación y sólo Amaia era la testigo de mis pequeños momentos musicales, o que al menos intentaba que fueran musicales.

Me dirigí hacia la cocina lentamente. Tantas veces había soñado con poder conectar con la música al nivel de mi mejor amiga de Pamplona, pero pocas veces lo llegaba a conseguir. Amaia decía que era porque no sentía realmente las canciones, y que en algún momento algo me haría sentirlas más. Mi pregunta era si realmente ese "algo" llegaría algún día.
Saqué la taza de chocolate del microondas y me apoyé sobre la encimera, dando un pequeño sorbo a una de mis bebidas favoritas. Pocos minutos después, una cabellera un poco rizada y una dulce sonrisa apareció por la puerta de la cocina con su guitarra a la espalda y una pequeña gabardina en la mano, debido al sorprendente cambio de temperatura descendiente de la capital en los últimos días, a pesar de estar en pleno verano.
— Prométeme que vendrás. — comentó con una sonrisa, para luego hacer un leve puchero con su labio inferior, acto que hizo que se me escapara una pequeña risa. Llevaba días insistiéndome en que la fuera a ver al conservatorio y que, de paso, descubriera ese sitio tan magnífico del que ella siempre me hablaba. Era rutina en mi vida esconder mi amor y mi pasión interna a la música, pero Amaia siempre estaba dispuesta a echarme hacia delante y me afrontara a las cosas, razón por la que la adoraba hasta la muerte.
— Sabes que no me lo perdería. Iré un poco antes para ver el sitio y explorar. — asentí con una sonrisa. Hoy en concreto, le habían pedido que tocara para una de las clases más jóvenes del edificio y ella, tan encantadora y altruista como siempre, no pudo negarse.
Se acercó a mi y dejó un beso en mi mejilla, diciéndome que allí me esperaba sobre las 7, y acto seguido desapareció por la puerta principal.

✺✺✺✺

A pocas calles de distancia, y en un piso del centro de Madrid, se encontraba Cepeda tirado en el sofá, en su chándal favorito.
Miró por la ventana y pudo observar como el cielo de Madrid se teñía de nubes grises. Hoy no hacía día para salir de casa, sino para quedarse en el sofá, acurrucado entre sus miles de mantas, viendo un maratón de Juego de Tronos. Todos los mensajes de sus grupos de amigos habían sido ignorados, y hasta había rechazado la oferta de una chica, con la que se había liado hacía un par de meses, de salir de fiesta de noche. El simple hecho de imaginar que pasaría toda la tarde tirado en el sofá sin preocuparse del frío o de la calle, le sacó una pequeña sonrisa. Pero, su momento de satisfacción se vio interrumpido por el tono de llamada de su teléfono. Agarró el aparato electrónico con su mano izquierda y leyó "Roi" en la pantalla, motivo por el cual puso los ojos en blanco.
— ¿No se supone que estás trabajando? — preguntó de forma burlesca, sabiendo como podía chinchar al menor con esos comentarios.
— Sí, pero he salido unos instantes para asegurarme que tienes preparado lo de después. — nada más escuchar la afirmación, frunció el ceño.
— ¿Qué de después? — agarró el vaso con Coca Cola que tenía sobre la mesa del salón y dio un pequeño sorbo.
— Coño, Cepeda, finales de Julio, Conservatorio... — casi se quedó sin respiración cuando recordó que hoy era uno de los días más especiales del año para los alumnos y alumnas del Conservatorio. Era el día en el que personas talentosas y que vivían enamorados y enamoradas de la música, iban al establecimiento a enseñarles a tocar y a mostrarles composiciones. No tenían que ver a los profesores como el resto del año, y justamente eran los profesores los que elegían a esos invitados. Y Roi le había elegido a él para una de las clases.
— Dios Roi, me había olvidado completamente. Tengo todo preparado, a las 7 me tienes ahí. — colgó el teléfono rápidamente y observó el reloj que colgaba de la pared. 18:15. Tenía 45 minutos para prepararse, coger todo lo necesario, salir de casa y llegar a tiempo. — Joder, joder... — saltó del sofá tan rápido como pudo, y se dirigió corriendo a su habitación.

Llévame a casa. | Aitana + Cepeda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora