Capítulo 5

26 1 0
                                    

Han pasado casi seis meses desde que maté a Aaron, escapé de casa y encontré a Kalén.

Han pasado casi seis meses desde que deje de ser la persona malvada, sarcástica y maldita que era. Ahora, soy una nueva yo, una buena y reformada.

Desde que conozco a Kalén he aprendido que no hay que ser extravagante ni tener mucho dinero para ser feliz. Cada día, desde que llegue al pequeño pueblo de Wales, aprendí una lección de bondad gracias a Kalén, que sin haberle pedido ayuda, me sacó de mi estado de hipocresía y me enseño que los mejores colores se pintan con una brocha de amor.

Mis “entrenamientos espirituales”, como así les digo, empezaron con cosas simples, desde regalarle una sonrisa a alguien desconocido o comprarle un dulce a un niño, hasta hacer campañas para ayudar a gente que verdaderamente lo necesita.

Si Kalén, mi ángel guardián, hubiese aparecido antes de que yo hubiera hecho tantas tonterías, mi persona no se habría deformado tanto, hasta retorcerse cuales raíces sucias, perversas y contaminadas. Por suerte, ahora ya no soy la que fuí.

La policía si me encontró y la gente me inculpo de haber hecho tonterías por cobardía, pero por suerte, Kalén me saco de líos, dando un excelente discurso de que todos cometemos errores y que nadie es perfecto.

Seguí con la condena de arresto domiciliario en Wales, donde mi ángel se encargó de hacerme cambiar.

Pero no me quejo, porque ahora, se lo que la felicidad es estando junto a él.

****

Me despierto con una sonrisa plasmada en la cara. Había soñado que mi hermana bajaba del cielo, y juntas, nos íbamos a tomar un helado, de esos que tanto le gustaban, y nos contábamos los chismes más recientes.

Me desperezo y me levanto, y noto un reguero de plumas blancas esparcidas por la habitación. Kalén se encuentra de espaldas a mí, mientras mira a través de la ventana, unas enormes alas inmaculadas sobresaliendo de su dorso.

Sabía que era un ángel. Era imposible qué, con mi suerte, encontrase por arte de magia a alguien con tan buenos valores y tan perfecto en este mundo consumido por la maldad. Dios había mandado para mí a ese ángel, y hasta la fecha sigo agradecida por eso.

Kalén se da vuelta y me mira a través de sus largas pestañas doradas.

Verlo así, transformado en ángel, solo puede significar una cosa y esa cosa es que está a punto de dejarme y de partir al cielo.

— ¿Ya te vas? —pregunto, aunque se la respuesta y unas lágrimas se deslizan por mi rostro. Él se acerca lentamente a mí y toma mi mano, la suya suave rosando la mía, áspera.

—Es mi turno de acompañar a todos desde el cielo, he terminado mi misión —. Dice en tono juguetón mientras se encoge de hombros. Asiento levemente aunque no quiero admitir, que lo voy a extrañar mucho. Fue mi soporte cuando nadie más estuvo ahí y fue mi ayuda cuando nadie más me ayudó.

 —Hey, oye, no estés tristes—. Me reprende, al tiempo que se saca la cadena dorada por la cabeza y me la tiende.

—No, no puedo aceptarla, es tuya.

—Me gustaría que la tuvieras, así, cada vez que la veas, podrás recordarme a mí y todo lo bueno que hay en el mundo.

Tomo la cadena y me la paso por la cabeza. La cruz yace, brillante, en mi pecho y mi corazón comienza a llenarse de pureza.

—Gracias—sollozo, y el asiente—¿Cuándo te volveré a ver?

—Cada vez que mires al cielo, yo te estaré mirando desde allá de regreso y nunca volverás a estar sola. Te cuidare, te lo prometo.

—Pero mientras yo sea mortal y tú estés haya arriba, nunca podré volver a  hablar contigo.

—A menos que…—murmura el, rascándose la barbilla y batiendo las alas con júbilo.

—Si…Mientras este contigo…

Ángeles y ReinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora