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Llámame maestro,

Y tendrás tu premio

Llámame por mi nombre

Y tendrás mi corazón,

Pero nunca dejes de llamarme


-Pero tengo pereza, madre. – Hice un pequeño puchero, tratando de persuadirla. No lo logre, eso era obvio. Sus bonitos ojos verdes se encontraron con los míos cuando iba a dos escalones.

-No seas un mal niño, bebe. – Suspiro. – A mamá no le gusta que lo seas – hablaba en bajos susurros. Mi madre era una mujer extremadamente protectora conmigo, siempre lo ha sido; aunque desde que mi padre se fue con otra mujer, su posesividad conmigo incremento a un gran grado, cada movimiento que hago es calculado y planeado por ella, hasta los veinte años no me quejaba y tampoco me importaba; lo veía normal. Hasta este nuevo año, que conocí a Matthew, él era un chico especial, que vivía con su padre y sus hermanos. Su madre estaba en una prisión en florida, en su maleta encontraron siete kilos de marihuana; una historia triste.

Matthew poco a poco lograba abrirme los ojos al nuevo mundo, y sus constantes burlas no ayudaban a mi independencia, había hablado con mi padre para irme yo solo a la universidad; llegamos a un acuerdo yo me iba en mi auto y ella detrás mío. No faltaba el beso en la frente, el apretón en las mejillas y la palmada en la nalga cuando la campana sonaba avisando el inicio de clases; en más de una ocasión Matt se había burlado diciendo que más que mi madre parecía una mommy – para mí era lo mismo, ya que era el mismo significado en diferente idioma, claro eso creía hasta hace dos meses, antes de la interesante charla sobre sexualidad que Matt me otorgo gratis.

Los pasos de mi madre bajando la escalera me hicieron doblar la cabeza para verla, llevaba un elegante vestido negro y tacones cerrados del mismo color, aun lucia la argolla de matrimonio. En su otra mano, traía un pantalón y un suéter.

-Vístete bebe, debemos salir antes de las once. – ordeno. Sus ojos escanearon mi cuerpo, por el pequeño short de pijama y la camiseta de tirantes. – Creo que debemos ir de compras, has crecido últimamente; la ropa te queda pequeña.

Frunció el ceño. No, no me quedaba pequeña. Solo que Matt sabia coser y lograba coser mi ropa hasta dejarla ajustada a mi cuerpo, según el – por sus palabras – yo poseía un cuerpo de infarto que debería mostrar más, a mi madre le daría un ataque si me vistiera como él lo hace, pantalones súper ajustados en cuero, camisetas al cuerpo y perforaciones. Incluso puedo decir que tiene tatuajes; no los había visto, pero debería complementar su apariencia de chico malo. Los chicos malos tienen tatuajes, me puse un pantalón en tela y un suéter azul y zapatos de charol. Parezco un abuelo, Matt siempre lo decía. Ajuste las gafas en mi nariz y seguí los pasos de mi madre, hoy era sábado. Estábamos a dos semanas de salir a vacaciones de verano. Me monte en la parte de atrás del coche, con mi madre de conductora, mi teléfono estaba en silencio, tenía ocho mensajes de Matt. Mordí mi labio tentado de contestarle, mi madre no sabía que él era mi amigo – si lo era – él era lo que ella decía una mala influencia, un delincuente, yo sabía que él trabajaba en un súper mercado, pero su estatus social lo hacia lo suficientemente denigrante para ser mi amigo. Me dolía pero era la verdad, mi amistad con Matt era mi más sucio secreto.

-¡Steve, ¿me estas escuchando?! – el grito de mi madre me hizo voltear a verla, sus ojos me miraban por el retrovisor. Sentí mis mejillas enrojecer.

Mamitis (Gay/BDSM)Where stories live. Discover now