Día tras día, pasan sin prisa, tan lentos que se sienten agonizantes, tan largos que se sienten interminables.
Mientras marchamos todos hacia el norte viendo como el sol penetra nuestra piel, quemando cada parte de nuestro rostro, mientras nuestros pies ensangrentados marcan nuestro sendero. Un sendero lleno de peste y destrucción que nuestras acciones crean sin consentimiento alguno de nuestra razón.Los dioses nos niegan respuestas, mientras nosotros buscamos un motivo por el cual seguir. Masacrando nuestras almas vacías entregandolas a la perversión que nos obliga a ser demonios encarnados para sobrevivir en un mundo donde el más fuerte sobrevive y el débil perece ante la misericordia marchita que sus dioses promulgan.
Cada paso que damos, se vuelven más pesados, se funden en el fango que nuestra conciencia deviene en oscuridad pura, en un negro asfixiante que se vuelve más difícil de cargar con el paso de la sangre que se derrama de inocentes que luchan desesperados por una pizca de salvación.
Entre las llamas que surgen del suelo mientras marchamos en la boca del infierno y empuñamos nuestras armas marcadas con muerte y condenadas a fundirse en nuestras manos por todo el dolor que provocamos a nuestro paso. Se abre una brecha que nos hace creer que el mañana no es en vano y que el tiempo no se detiene. Una luz en el horizonte que nos hace desear seguir luchando ante los caprichos de dictadores que oprimen al mundo con su ponsoñosa labia que convence al más erudito con amenazas que estremecen hasta el alma.
Las plegarias cada vez se hacen más lejanas, cada vez nuestra voz se va apagando y comenzamos a seder ante el silencio que nos obliga a encerrar nuestras emociones que nos aplastan el corazón.
Mientras las lágrimas se evaporan ante la incredulidad de lo que sucede. Nos volvemos vacíos, nos hacemos un cúmulo de carne caminante que sólo apuesta por no perecer y seguir nuestro camino juntos.
En las historias que nuestros padres nos contaban, hablaban de la existencia de un dios misericordioso que era benevolente, que perdona al mas pecador y que abraza al más débil. Un dios irreal que sólo nos hacía creer que nuestras acciones tenían que depender de no volvernos pecadores. Pero ¿Qué es el hombre sin pecar? Un esclavo que se encadena del cuello a reprimir sus deseos por buscar un boleto a un paraíso metafórico que ilustra la mentira de demonios vestidos con túnicas que se enriquecen con la fe de los débiles.
Un dios que ha levantado guerras y a sacrificado a sus hijos ante las malditas garras de demonios que buscan poder con la angustia y la muerte. Un dios que ha castigado con plagas a los inocentes que desconocían su divinidad, obligando al libre albedrío a morir ante sus manos opresoras.
Y es que somos nosotros los eternos errantes, los que podemos luchar ante todas estas mentiras. Haciendo un criterio propio, alimentando nuestra mente de conocimiento, perdonando nuestros errores, creyendo en nuestra fortaleza, ayudando al desahuciado, dando armas al que quiera luchar ante los dioses que han condenado nuestra tierra.
Y juntos libraremos día con día, sin importar que nuestros pies se vuelvan huesos y nuestras manos se queden sin fuerza. Nos arrastraremos con nuestro último aliento y con un cuchillo entre los dientes acabaremos con toda esta maldita oscuridad que nos consume y nos ahoga. Para que las futuras generaciones sean libres y sean capaces de formar un mundo lleno de esperanza, un mundo que nosotros no podremos ver, pero que al final de nuestro comino estaremos seguros que todo este trayecto no ha sido en vano.
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Los Poetas De Verdad Mueren Con Una Pluma En La Mano.
ПоэзияLa poesía en la sociedad actual a perdido terreno a causa del nulo romanticismo que la juventud emplea en una relación, ya sea afectiva o emocional, a consecuencia de la evolución de necesidades, la cual a comenzado a des-balancear lo bello que es c...