El mundo terrenal

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Siempre nos habían educado para ser perfectos; eso era condición obligatoria para todos menos para Aquiles tal vez. Ser parte del selecto grupo de Dioses significaba vivir en una milenaria película en donde cada movimiento y palabra era calculada milimétricamente. Nadie podía salirse del renglón y la alfombra no servía para ocultar nada que no fuera polvo, pues de los desaciertos nadie hablaba; solo Zeus.

Quizás fue por eso que la caída me asustó. En mis siglos de aprendizaje nadie me había dicho que la caída al mundo terrenal era tan vertiginosa y sangrienta como lo estaba siendo. Y aunque mi espalda era atraída magnéticamente hacia el suelo que miles de kilómetros debajo mío yacía, nada me asustó más que la rapidez con la que los siglos de vida que tenía se reprodujeron frente a mí. Claro que cuando dejé la escuela -y con esto me refiero a terminarla- la selva que veíamos era de árboles, la jungla que me recibió no se pareció en nada; no solo se veía gris; sino que olía mierda y era dura, sin posibilidad de que creciera nada que no proviniese de la mano del hombre.

En parte reí, nuestros siglos de vida y "poderes" parecieron inservibles al lado de los avances que sujetos tan comunes habían tenido. ¿Cuando había pasado todo aquello?

Perdido y sin saber que hacer caminé por las duras sendas que enormes cajas delimitaban. Claro, no es que Zeus no me hubiese dado una misión; la cosa era en donde comenzaba la misma.

Y aunque todo lo que ahora me rodeaba hubiese cambiado, el magnetismo y el fuego que conformaban mi esencia seguían siendo igual de fuertes a como lo eran en el Olimpo. Podía sentir miradas de hombres, mujeres, ¿Perros? y ancianos sobre mí, y mientras mi ego más se elevaba, también el deseo que causaba en los demás; y la razón, combinada con mi esencia era tan rudimentaria como simple: La seguridad volvía a uno más atractivo; y esto también se aplicaba a los seres terrenales también. Pero claro, ni así llegaban a ser competencia para mis cualidades.

Habré caminado sin rumbo durante horas. Fue como estar en una expedición en donde todo se resumía a mi intentando domar una enorme bestia en la cual me paraba. Y mientras mis pies pisaban con fuerza, la bestia me debilitaba con su ruido; el cual provenía de múltiples lugares y a la vez de ninguno cuando todos juntos se mezclaban. Tomó un largo rato acostumbrarme. Pero cuando lo hice, me sentí incluso con una grandeza mayor a la que había llevado conmigo. Entonces emprendí viaje hacia la dirección que en un pequeño papel llevaba. Claro que el hacerlo puso en jaque mis principios ególatras como ser superior: Tenía que pedir ayuda. Yo. A un ser tan elemental como los que ahora me rodeaban.

Al principio me negué; yo jamás podría necesitar algo de ellos. Pero cuando mi cuerpo empezó a empaparse debido a la torrencial lluvia que caía, no tuve más que rendirme y hacerlo. En el futuro, si tenía la oportunidad, pediría a Minerva un poco de sabiduría actual porque creo que si quería volver al Olimpo cuanto antes, aquello sería fundamental.

Una vez frente a la puerta que rezaba los mismos números que el papel que llevaba golpeé. Fueron varias veces; pues además de nadie contestar, llovía y mi paciencia era muy corta. La salud que arriba poseía parecía no haber bajado conmigo cuando empecé a temblar y mi cuerpo a enfriarse. Y cuando estaba por golpear una vez más, la puerta se abrió y de ella emergieron unos pequeños ojos sin vida alguna que parecieron ver a través de mi y no porque me hubieran desnudado por la profundidad con que lo hacían; sino más bien porque era como si en mi no encontraran nada. Literal, era como si a pesar de dirigirse hacia mí, me ignorara. Supuse que mis encantos desaparecían cuando me empapaba.

Dubitativo porque él nada decía carraspeé, pero ni así su neutra expresión cambió, ¿A caso era un fantasma? —Yo vengo por el departamento que arriendas. —Pronuncié extendiendo mi mano, a la espera de algo que nunca llegó. En cambio solo me brindó un pequeño silencio que más que ponerme nervioso me hacía cuestionar lo extraño que eran los humanos, o al menos este, que en nada se parecía a los que me había cruzado de camino al lugar.

—Oh. —Dijo de repente. Pude notar un timbre no solo masculino, sino también tan rasposo que en nada se asimilaba a lo aniñado de sus facciones que tan bien se acentuaban con aquella mutación genética de su cabello ahora violeta algo fosforescente. —Debes ser Kim HanBin, ¿Cierto? —Dijo de repente y esta vez haciéndose hacia un lado ingresé al interior del edificio. Hacía mucho no escuchaba el nombre terrenal que me habían asignado, pero extrañamente cuando lo pronunciaba alguien tan mortal, sonaba dulce y suave, pero con un trasfondo tan fogoso como aquel que me representaba. Asentí en silencio a sus palabras y de nuevo volvió a hablar. —¿Estás? —Preguntó volviendo el rostro en dirección a mí, y justo ahí, en la mano ajena a la que me había mostrado, un largo palo era sujetado y lo entendí: él era ciego.

—Sí, sí. Perdón, es que me puse a ver el lugar y olvidé responder. —Mentí guardando mis manos en mi ya mojado abrigo. No quise hacerlo sentir mal, así que eso para mí, justificaba la mentira. Qué bueno que no era el Dios de la verdad, aunque sí pensé sobre qué habría dicho Veritas en mi lugar. —¿Y tu nombre es..? —Caminé hacia él y tendí mi mano en busca de la suya debido a su discapacidad, con la firme creencia de que si la tocaba y sentía algo, no haría más preguntas; al menos no alguna que no pudiese responder.

—Kim Jiwon. —Dijo dedicándome una complacida sonrisa. Y aunque esperaba a que él sintiera algo, pasó todo lo contrario: Quién había sentido de todo e intensidad, fui yo.


Bueno, un día actualicé. La verdad con todo lo que está pasando, me siento triste cuando escribo. Lo siento por eso. 

Como sea, si desean que adapte esto a otra couple me dicen.

Por cierto: Wattpad me borró Levántame. Así que ya no lo verán más. 

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⏰ Last updated: Aug 12, 2021 ⏰

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Cupido se quedó sin alas. [DoubleB]Where stories live. Discover now