Fantasía AU!

808 37 0
                                    

Título: Hada de cristal.
Temática: Cadverse!

El Reino de Picas era muy reconocido en toda la extensión de las regiones, no solamente por las leyendas que éste albergaba sino por las numerosas riquezas que escondía el monarca en las profundidades del castillo y como si fuese poco, también poseían secretos que las demás monarquías peleaban por reclamar pero para ello, tendrían que pasar por encima de Arthur, quien con orgullo portaba la corona y conducía a su tierra por las sendas de la abundancia y años de oro después de tanta miseria. Sin embargo, esa es otra historia que contar puesto que ésta se enfoca en un particular personaje que es amado y odiado por muchos.

Sir Alfred era uno de los caballeros más condecorados por sus impresionantes hazañas en el campo de batalla, no obstante, permanecía humilde y dispuesto a servir a su rey en vez de vanagloriarse de sus triunfos, lo cual aumentaba en gran cantidad las miradas cargadas de envidia que le dirigían los demás hombres que conformaban la orden secreta. Su vida parecía estar llena únicamente de victorias pero había un impedimento que nublaba su semblante cuando la soledad lo abordaba, siempre solía suceder mientras recorría los bosques que estaban a las afueras de su tierra y todavía la duda constante de porqué sentía ese profundo vacío que era similar a un abismo flotaba en su desordenada mente.

Aquel día era uno más de esos y podía distinguirse con facilidad, se hallaba desarmado totalmente lo cual era extraño ya que no bajaba la guardia ante peligros ocultos; todos y cada uno de los habitantes del Reino de Picas sabían a la perfección los riesgos que existían si tentaban su suerte y se topaban con algún ser sobrenatural que les causaría grandes problemas, muchos eran los desafortunados que fallecían en esos encuentros y pocos se volvían los que sobrevivían a las bestias, que no respetaban el tratado de paz establecido en la antigüedad entre las criaturas mágicas y los seres humanos.

Alfred se hallaba consternado y eso demostraba su faz teñida de una repentina angustia que asaltaba sus pensamientos pero no era para menos, una inmensa carga reposaba sobre él desde que su hermano Arthur lo había convocado a una reunión justo cuando todavía se hallaba el crepúsculo. Al principio no comprendía porque tanto apuro si todo parecía estar en completa calma, pero las cosas cambiaron cuando el rubio de orbes verdes mostró su turbada faz muy distinto al sereno e inmutable que solía llevar como de costumbre; una de las reliquias que formaban el círculo protector del reino había sido robado y nadie tenía idea de cómo se perpetró el delito, no contaban con ninguna evidencia lo cual alarmaba más al monarca y apoyaba su hipótesis de que su enemigo Francis, junto con su aquelarre había sido el autor del crimen.

¿Quién más podía estar detrás de ese objetivo como lo era dejar en ruinas el gran Reino de Picas? Pues, era el rey del Reino de Corazones que seducía a sus oponentes con lujos y riquezas para conducirlos a mortales trampas que los llevaría a su propia destrucción. No sabían de otro que practicara las artes oscuras, así que esa era la respuesta y por ello Alfred había sido llamado con tanta insistencia, era su tarea defender la soberanía que era amenazada por letales rivales.

El de iris azules sintió un escalofrío que erizó su piel, haciéndolo detenerse en medio de la arboleda que lo rodeaba, no sabía como había llegado hasta allí y era extraño tomando en cuenta que conocía a la perfección esos rumbos. Seguido de ello experimentó una taquicardia al percibir los colores exóticos y llamativos de la vegetación, similar a las obras de arte que su difunta progenitora pintó en su adolescencia; algunos decían que eran reales pero solo se contaba con una precaria leyenda.

Escarcha dorada comenzó a moverse sutilmente al compás de la brisa, pero él no era capaz de concentrarse en ello, sino en lo que sus ojos aún incrédulos percibían. Una preciosa hada descansaba en el fuerte roble blanco de hojas azules con mirada soñadora y electrizante; no podía ni apartarse de donde estaba porque se encontraba absorto en su asombro, jamás había visto algo como eso y es que superaba cualquier pintura y lo que relataban los libros antiguos de la biblioteca del palacio.

No tenía la menor idea de que hacer puesto que nunca había estado en una situación como esa, pero muy contrariamente a su personalidad ruidosa y elocuente permanecía callado y analítico ante la criatura majestuosa que se encontraba delante de él. Creyó que había transcurrido una eternidad en silencio cuando la hada de cabellos azabaches abrió sus ojos, revelando un tono chocolate que removió algo dentro del caballero que resultaba inexplicable... era como si en lo profundo de sus entrañas hubiese hecho clic.

—Sir Alfred Jones, es para mí una sorpresa tenerlo rondando mi bosque —emitió la fémina con voz aterciopelada y el mencionado casi tembló al escuchar ese dulce sonido.

—Me temo que nunca nos hemos visto y por eso no comprendo como es que me conoce —respondió el rubio, soltando la empuñadura de la daga que escondía debajo de su camisa.

Ella rió suavemente, con un etéreo movimiento se acercó hacia él sin desplegar mucho sus brillantes alas, que hasta ese instante no se había dado cuenta que eran plateadas cubiertas por centellas. Su dulce expresión cambió a una más seria y el contrario fue suspicaz al ver como la desconocida adoptaba una posición de defensa.

—¿Cómo no conocer al príncipe del Reino de Picas? Considerando que es el mejor en la batalla, que ha hecho caer a muchos ejércitos que deseaban acabar con su poder y que ahora está acorralado porque no sabe como atacar a su enemigo, quien obviamente actuó primero y tiene la ventaja —soltó la muchacha, caminando en círculos a su alrededor observándolo atentamente.

El rubio palideció, ¿de que manera se había enterado esa hada de lo que todavía era un secreto para la mesa redonda del Rey de Picas?

Su traje plateado que lucía tan delicado y angelical, que la hacía ver inofensiva se convirtió en color dorado, una espada larga apareció descansando a su costado y sus zapatillas que eran parecidas al vidrio se volvieron botas altas, que calzaban las mujeres que se ofrecían como voluntarias para la guerra. Justo ahí vio un resplandor cegador que le hizo entre cerrar sus azulados orbes y empuñar la daga real contra la hada.

—¿Qué quieres? —preguntó con voz fuerte y llena de valor porque nadie podría intimidarlo, ni siquiera una criatura superior.

—Te ofrezco un trato —contestó la femenina que aparentaba unos diecisiete años, la cual agitó sus manos frente a ella y apareció una imagen distorsionada de una mazmorra donde yacía escondida la gema zafiro de picas, un lugar en el que aparentemente nadie la encontraría ni aunque se lo propusiera y tomando en cuenta el poco tiempo que tenían—. Soy la única ajena a ustedes que conoce el paradero de su preciada reliquia, que efectivamente, fue robada por un hechicero contratado por el rey Francis y su propósito es atacarlos cuando estén más vulnerables, vi como el susodicho dejaba rastros de su magia oscura cerca de mi bosque y no dudé en seguirle el paso.

—¿Qué pides a cambio de tu ayuda para recuperarla? —cuestionó Alfred con cautela, debía ser perspicaz y no ser engañado por esa misteriosa hada de cristal.

Ella sonrió de lado, cerrando la visión junto con un chasquido de dedos. Realmente esperaba que le preguntara aquello, puesto que apesar de ser una criatura bondadosa y que protegía el bosque también tenía sus intereses, que conseguirían un bien común.

—Quiero la oportunidad de ser parte de la mesa redonda del Rey y servir a la corona de picas obteniendo el beneficio de que el bosque y las criaturas que en el habitan cuenten con seguridad. Estos conflictos bélicos entre los reinos nos perjudican de igual manera a mí y a mi pueblo —señaló detrás de sí y a su espalda aparecieron más seres mágicos.

Alfred abrió la boca, impresionado,  nunca llegó a imaginar que en ese bosque del cual se habían resguardado con recelo, vivían tantas criaturas similares a las que su madre relataba en sus historias al dormir. Vio la determinación de la joven hada que lo observaba expectante a su respuesta y sonriéndole de vuelta, extendió su mano.

—Será para mí un placer establecer alianza con las criaturas del bosque, señorita. Cumpliré con mi palabra de que así sucederá.

Y más pronto que tarde estrecharon sus manos en un apretón amistoso, que significaba el principio de una aventura, que posteriormente los llevaría a un vínculo más fuerte... que quizás luego les revele.

Piel morena, luceros esmeraldas ℘ UsaVeneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora