Título: Una excusa para verte.
El clima favorecía completamente a los deportistas que hacían sus estiramientos en el campo para empezar el juego, aquello podía significar una buena oportunidad para ser fichado por algún equipo norteamericano y tener la suerte de irse del país venezolano. Sin embargo, los hombres que estaban presentes se encontraban tranquilos y serenos porque su principal objetivo era despejarse de los continuos problemas que representaba pertenecer a esa nación.
—¡Eh, Páez! ¿No piensas unirte? —interrogó Rodriguez, quien rió al ver a la única mujer sentada en las gradas muy ocupada con su teléfono.
El resto del grupo silbaron de acuerdo con lo que decía el capitán del equipo, pero pronto fueron callados por el grito de la fémina que resonó en todo el estadio.
—Y yo como que soy amiguita de ustedes, ¡pónganse a entrenar! Mi trabajo depende de su rendimiento, imbéciles —exclamó la de cabello oscuro, utilizando su autoridad temporal.
Así fue como cada uno acató la orden emitida por la cabecilla del grupo, para muchos parecía ser descabellada la idea de una mujer veintiañera dirigiendo a las futuras estrellas del béisbol venezolano pero para los altos mandos de la liga no lo era; no existía alguien mejor preparado para liderarlos y llevarlos hasta la cima que María, quien ocupaba ese cargo solamente aprovechando sus vacaciones libres de papeles y acontecimientos políticos, más tomando en cuenta lo duro que era afrontar la crisis política, económica y social de la nación. Ella había sido quien los reclutó desde muy jóvenes con la fiel esperanza de que si tenían la determinación y perseverancia alcanzarían sus sueños, por eso y en vista de los frutos que daba su trabajo en el pasado era que el equipo se mantenía firme ante su presencia, era como una madre para los ya adultos promesas del deporte.
Sus orbes marrones brillaron con perspicacia al vislumbrar lo fuertes que se habían vuelto cada uno de sus alumnos después de muchas pruebas y adversidades, personas como esas eran las que debían representar al país de habla hispana. Sabía que triunfarían, por nada no contaba con tanta experiencia y es que aún para ellos permanecía como secreto la inmortalidad de la muchacha.
—Están más listos que nunca, sé que aplastarán a cualquier rival que se les coloque enfrente y serán los mejores jugadores de la liga —se dijo a sí misma sonriendo de lado y quitándose la chaqueta negra que traía puesta, revelando la camiseta de su equipo que con orgullo portaba.
Avanzó desde las gradas hasta la entrada principal al gran estadio que le habían prestado cordialmente quienes los recibirían en la tierra yanqui. Suspiró un poco agotada, restregándose los ojos por la falta de sueño debido a la ansiedad e insomnio que la visitaba en las madrugadas cuando se ponía a pensar en el conjunto de problemas que le esperaban en casa desde hacía alrededor de veintiún años y es que el socialismo jamás se despegó de su zapato, impidiéndole caminar hacia el futuro; por eso se hallaba consternada y de pésimo humor esa mañana, pero no quería que la vibra cabizbaja y desganada contagiara a sus muchachos y perdieran ese fichaje que tanto añoraban.
—¡Boys! ¿Están listos para lo que viene? —preguntó con su usual ánimo el anfitrión entrando junto a los reclutadores y el resto de sus eficaces compañeros.
María se giró lentamente hacia el origen de la voz y sintió su ojo temblar manifestando su tic nervioso, sabía de quien se trataba y por eso mismo es que empezaba a imaginarse lo que sucedería a continuación. Lo conocía de pies a cabeza por lo que no le sorprendería el hecho de que acabara enredada con él una vez más, Alfred F. Jones era su eterno rival pero no por eso dejaba de ser su amante.
El rubio la miró desde el otro extremo y sonrió al encontrarla tan linda como siempre; su cabello oscuro ondeando debido al viento, sus orbes chocolate responsables de su mala suerte con el amor, sus labios rosados que tanto deseaba besar hasta el amanecer... María lo volvía loco y por eso es que ninguno de los aliados se acercaba a ella, estaban conscientes de que si le ponían un dedo encima verían el mundo arder. Sabían de lo que era capaz y por eso no se daban el lujo de retar a una de las más importantes potencias.
—Antes de que comiences a joder te recomiendo que agarres distancia, gringo —soltó la venezolana, sentándose de nuevo y evitando observarlo mientras se dirigía hacia ella.
Él sonrió con coquetería sentándose a su lado para molestarla o más bien, hacer que ella cayera rendida ante sus encantos como pasaba cuando se encontraban.
—Sabes que firmaré a todos tus jugadores, María. No sé porque te atormentas tanto con eso, por ti haría lo que sea, babygirl —contestó, el apodo que le tenía exclusivamente a ella se lo susurró al oído causando que se le erizara la piel y maldijera por lo bajo.
—Claro que no, deja de llamarte a ti mismo el héroe. Por eso es que todavía no he salido de éste maldito gobierno y sigo siendo pisoteada por todos los demás —respondió molesta la fémina, enterrando sus uñas en la piel desnuda de sus propios muslos.
Alfred suspiró y colocó una de sus manos sobre las de ella, lo que menos quería es que se lastimara. Era suficiente con lo que acontecía en su país y las diferentes catástrofes que la mantenían encadenada sin pronta salvación, la libertad parecía ser algo lejano y desconocido; al menos eso sentía en sus recuerdos vagos cuando la guerra de independencia.
—Prometí que te protegería, my sweetheart. Y así será, aunque me gane a otros enemigos, aunque deba fusilar hasta que se hagan polvo China y Rusia, lo haré —habló suavemente, dándole caricias suaves a su piel tostada y besándole el pelo—. Solo dame tiempo, estoy aguardando el mejor instante para atacar.
Ella sintió sus ojos llenarse de lágrimas que sabía su orgullo impediría que saliesen, por un momento agradeció que su equipo estuviese muy ocupado siguiendo las instrucciones de los coordinadores estadounidenses. Colocó su cabeza sobre el hombro del rubio y su corazón dio un vuelco al experimentar de nuevo esa calma que el agitado americano le brindaba, no entendía que era lo que pasaba, pero cuando se topaban perdía la razón y se dejaba llevar por sus sentimientos.
—Ahora, a pesar de que deberíamos estar concentrados en esto de los reclutamientos me adelanté un paso y traje más apoyo de lo usual. Dejaré que el jefe se encargue, no te preocupes porque todos jugarán en las grandes ligas y serán estrellas como el resto —explicó, observándola atentamente con sus ojos que parecían dos cielos despejados—. Pero tú y yo saldremos de aquí a divertirnos, hacer cualquier cosa que nos distraiga; te llevaré a donde tú quieras y haré que sea la aventura más genial que hayas vivido en todos estos siglos.
Ella le regaló una sonrisa pequeña junto a sus mejillas teñidas de rubor por las palabras que había soltado Alfred, a veces no lo comprendía, por su comportamiento tonto o muy infantil en importantes situaciones, pero ahí estaba... demostrando una faceta de él que nadie tuvo el placer de conocer (o al menos que María supiera), siendo maduro y rindiendo tributo al nombre que muchos solían darle.
Él era un héroe.
Se equivocó en distintas ocasiones, llenó sus manos de sangre culpable e inocente, acabó con quienes le amenazaban y representaban un peligro para su nación. Así fue como se alzó ante los demás países, uno de los más poderosos del mundo y aunque no lo había logrado con los métodos más limpios no se sentía mal por ello. Después de todo, hallaría la manera de tener a su hermosa Venezuela para él solo y admiraría su belleza resplandecer en las riquezas que poseía.
Y nadie lo detendría, porque se haría sangre y ceniza ante el fuego abrasador del hombre más despiadado.
ESTÁS LEYENDO
Piel morena, luceros esmeraldas ℘ UsaVene
Fanfic"Yo tengo un corazón de plastilina, que se estira si me hablas y me miras, se hace ciego pa' escribirte tonterías, pa' regalarte el alma mía en una rosa y un papel." -Un pedacito de tu querer, Voz veis. Es simple, colección de relatos cortos dedica...