Las olas golpeaban fuertemente las rocas entorno al faro de la ciudad, bajo una luna casi invisible a causa de las nubes que la tapaban. La lluvia formaba cortinas de agua azotadas por el poderoso viento. El rumor de la lluvia y los truenos que acompañaban a los luminosos relámpagos invadían cualquier posibilidad de audición. Y la capacidad de visión no iba más allá de los dos metros.
Sin embargo, ella se mantenía alerta, prestando mucha atención a lo que fuera que tuviera que pasar, pero al mismo tiempo impasible y con la mente fría. Ya había hecho esto más de una vez, se podría decir que era una experta. No tenía miedo de las consecuencias que aquello le traerían. Estaba preparada.
De pronto captó una presencia. Escuchó cómo se aceleraba un pulso, y no era el suyo. Al girar la cabeza lo vio.
Un joven de unos quince años aproximadamente la miraba fijamente, sin apartar sus ojos de ella.
— Sabes que te prefiero cuando eres tú misma— murmuró el chico despacio, acercándose a ella poco a poco —. Venga, no hagas nada de lo que luego puedas arrepentirte.
Ella lo miraba con indiferencia. Lo conocía. Una serie de recuerdos le vino a la mente, templando un poco su frío corazón de hielo. Pero no lo suficiente.
— Yo soy así, y lo sabes. Sé que recuerdas perfectamente el día en que nos conocimos, y yo estaba haciendo exactamente lo que ahora estoy haciendo.
La suave voz de la chica no se alteró en ninguna de las sílabas. Su expresión seguía siendo la misma que minutos antes. No obstante, algo había cambiado. Su corazón no emanaba la misma frialdad que antes.
— Lo siento, pero tengo que seguir con mi misión. Él se lo buscó, aunque no sea consciente de ello.
— ¿Cómo que se lo buscó? No estarás intentando volver a vengar la muerte de tus padres, ¿verdad? — cuestionó él con un tono lleno de confusión.
— Ese trabajo terminó hace mucho, hasta que descubrí quien fue el culpable de verdad.
La muchacha no se esforzó en dar más explicaciones. No se necesitaba explicar nada más. Al menos, así pensaba ella.
Sin importarle lo más mínimo la presencia del joven y el trauma que pudiera causar en él, volvió a girarse sobre sí misma. Aquél era el momento.
Él lo vio venir, pero lo único que pudo hacer fue correr tras ella bajo la lluvia, aunque supiera que no servía para nada. No pararía hasta que hubiera conseguido su propósito, y no había quien la parara.
La chica sacó su navaja y saltó como un felino por las rocas, acercándose cada vez más a su víctima.
Tres...
Dos...
Uno...
El joven sentado en las rocas se giró súbitamente y le hizo frente a nuestra misteriosa muchacha.
Golpes, patadas, llaves, puñetazos...
Ambos se sumergieron en una igualada pelea. Aquello era extraño. Nadie había conseguido nunca hacerle frente a ella. Sus asesinatos siempre habían sido limpios y fríos, pero aquél le estaba costando más de lo normal.
Pero finalmente, consiguió vencerlo.
— Es una pena que tenga que matarte, con lo bien que peleas. Podrías haberme servido de ayuda, sino fuera por que fuiste tú quien causó el suicidio de mis padres. Y nunca te lo podría perdonar.
— No me lo perdones, pues.
Y el chico se escabulló entre los brazos de la muchacha. Pero esta vez le fue imposible atraparlo, pues el joven se había tirado al agua.
«No conseguirás escaparte tan fácilmente, querido, puedo llegar a ser muy, pero que muy, insistente», pensó.
Aldan, el muchacho que había intentado detenerla antes, llegó entonces a su lado, jadeante.
— Adrianne, ¿dónde está el cuerpo? ¿Qué has hecho con él? — cuestionó extrañado.
— Se me ha escapado. Pero no por mucho tiempo, ya lo verás. Tengo otro plan, todo ésto cambiará.
Y tras estas escalofriantes palabras, Adrianne desapareció en la oscuridad, dejando allí a Aldan, boquiabierto, jadeando y, por encima de todo, con miedo.
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Estela esto es para ti.
HorrorNo sé por qué estoy escribiendo esto, tengo la sensación de que mis dedos teclean solos, controlados por algo superior a mis pensamientos. Ni siquiera sé lo que vendrá a continuación. Sé que tú tampoco lo sabes. Creo que lo descubrirás pronto. Buena...