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    La noche era fría, como las hojas de sus espadas, que tintineaban contra las rocas húmedas. El aliento de los hombres, pesado y cálido, levantaba ciertas volutas de vapor en torno a ellos.
    El objetivo estaba allí, delante e indefenso. Un grupo de hombres que habían traicionado a su señor, y además le robaron dinero, exactamente el de los impuestos. Habían mencionado un secuestro si no recordaba mal.
   El hombre que los contrató, Lord Geland Padolan, afirmó que él había cumplido con su parte. Los hombres que estaban delante, supuestamente lo rompieron. Ahora ellos debían matarlos.
   A Tenett le importaba muy poco lo que hubiera pasado, solo importaba que les pagaran.
   Tenett ordenó que rodearan el campamento, con un gesto de sus manos. Sus hombres hicieron lo que se les ordenó.
    Tenett avanzó lentamente, sin hacer ruido. Sus oídos escuchaban todo lo que pasaba alrededor.
_ no debimos haber parado _ gruñó uno de los hombres del campamento _. De seguro nos están siguiendo.
_ déjate de tonterías, Dal _ susurró otro_. Estamos a una semana de viaje. Nadie nos seguiría por tanto tiempo, menos aún por lo que hicimos.
_ le robamos a uno de los nobles más importantes de la región _ recordó Dal_. Además no sé quién tuvo la idea de secuestrar a la hija de ese cabrón.
_ tus protestas no van a servir _ bufó uno que estaba escondido en las penumbras_. Lo hecho, hecho está.
_ pero nos van a matar _ repuso el muchacho llamado Dal_. Yo no quiero morir por culpa de esto. Yo no estuve de acuerdo con ustedes... Pero claro, yo siempre pago por ustedes y sus mierdas.
_ déjate de tonterías, Dal _ rió sonoramente el que estaba escondido_. Si tienes tanto miedo, vete de una vez. Porque si sigues abriendo tu boca, te mataré.
_ vete al diablo, Alend _ musitó Dal, que no se marchó, simplemente se fue a un rincón a quejarse en silencio.
   Tenett salió lentamente de entre los arbustos, encapuchado y con la mano apoyada en la empuñadura de su espada.
    Los hombres al verlo, dieron un salto, e inmediatamente tomaron las precarias armas que llevaban. Cuchillos, garrotes y un maltrecho arco. No tenían armaduras tampoco. Serían una presa fácil.
_ ¿Quién eres tú? _ preguntó uno de ellos, que por la voz debería ser Alend_. ¿Qué es lo que quieres?
_ no importa quién soy _ dijo Tenett con voz clara_. Tampoco importa lo que yo quiera. Lo que importa es que hagan lo que yo les diga.
   Varios hombres se miraron, confundidos y hasta soltaron algunas carcajadas.
_ déjalo Alend, de seguro es un vagabundo _ dijo uno de ellos, con una sonrisa en su rostro _. Lárgate, no te dejaremos quedarte. Ve a molestar a alguien más.
   Dal, el muchacho, estaba aterrado y lo miraba con recelo desde la distancia.
_ entreguen todo lo que se robaron, entreguen sus armas y los dejaremos marcharse_ dijo Tenett sonoramente_. De lo contrario, los mataremos a todos.
    Algunos hombres se quedaron mirándolo con temor, mientras otros miraban a los alrededores.
_ ¡mierda! !mierda! _ chilló Dal levantándose repentinamente y colocándose detrás de uno de sus compañeros_. ¡Se los dije! ¡Malditos estúpidos!
    Alend avanzó hacia Tenett con un cuchillo en su mano.
_ te puedo asegurar, amigo mío _ comenzó a decir Tenett, apretando con más fuerza la empuñadura de la espada_. Que ese cuchillo no servirá de nada.
_ tal vez no _ dijo Alend _. Pero podemos llegar a un arreglo, y así no muere nadie.
_ yo no vine para hacer arreglos.
_ nos van a matar, Alend_ chillaba Dal_. ¡Vamos a morir!
   Alend lo miró, y esto sirvió para callarlo por un tiempo.
_ piénsalo _ continuó Alend un poco nervioso_. Te puedes quedar con una parte.
_ ¿Por qué con una parte? _ preguntó el mercenario _. Podría quedarme con todo.
_ ¡La mitad! ¡La mitad! _ dijo uno de los que estaba atrás, mientras apuntaba temblorosamente con el arco.
_ sí, te daremos la mitad_ afirmó Alend.
_ no estoy seguro_ dijo Tenett con una mueca_. Nos darán el doble de todo lo que ofrecieron si los mato. Así que no.
    Alend se puso pálido de repente.
_ ¡Alend! ¡Ofrécele la chica! _ gritó Dal.
    Alend lo miró extrañado.
_ eso, sumado a las ofertas anteriores _ musitó Tenett con una sonrisa_. Es más tentadora.
     Tenett vio el alivio en sus rostros. Eso le gustaba.
_ está bien, te entregaremos todo lo que pidas _ dijo Alend_. Sólo déjanos partir.
_ ¿Todo lo que pida? _ Tenett pensó largamente_. Entonces denme la razón por la que debería dejarlos vivir.
_ pues que... Que _ tartamudeó _. Somos simples sirvientes, que nos han maltratado y nos han tratado peor que a animales.
_ eso me aburre _ interrumpió Tenett con una sonrisa cruel _. ¡Galen! ¡Ya sabes que hacer!
   Al instante se oyó un silbido en el aire. Una flecha atravesó la garganta de uno de los hombres, que lentamente cayó al suelo.
_¡Carajo! ¡Alend, este tipo habla en serio! _ lloriqueó Dal.
_ continúa_ sugirió Tenett _. O habrá otro muerto.
_ ¡Está bien! ¡Está bien! _ gruñó Alend_. El cabrón de Lord Geland, nos golpeaba, abusaba de nuestras familias. Nos cansamos y decidimos traicionarlo.
_ ¿Lo traicionaron? _ preguntó Tenett con horror _. Eso no está bien. ¡Galen!
    Otra flecha silbó y otro hombre falleció. El tipo del arco, nervioso, disparó hacia el bosque, de dónde uno de sus hombres había disparado.
_ eso no me gustó, muchacho _ dijo el mercenario en dirección al arquero _ ¡Que alguien se encargue de él!
  Una flecha le dió en la espalda y la punta salió por su pecho. Se desplomó pesadamente a un lado.
_ una lástima, la verdad _ dijo Tenett_. Eso demuestra que no me puedo fiar de ustedes.
_ ¡No! ¡Espera¡ _ vociferó Alend con algunas lágrimas_. ¡Ten piedad! Te lo ruego. Tenemos familia.
_ sin embargo no los trajeron con ustedes _ les dijo el mercenario, retirándose de a poco.
_ ¡No lo hagas! _ repitió Alend, sumado a los gritos de sus compañeros_. ¡Apiádate de nosotros¡ ¡Queremos vivir!
    Tenett pensó un momento, para luego decir:
_ lo lamento, pero no me importa.
   Alend corrió hacia el con el cuchillo en la mano.
_ ¡Hijo de puta! _ le gritó.
     El mercenario detuvo la mano del cuchillo. Rápidamente desenvainó la espada y la hundió en la barriga de su atacante.
_ te dije que no te serviría _ le susurró antes de dejarlo caer al suelo.
     En ese instante varias flechas cayeron sobre los hombres. Varios cayeron muertos, otros heridos.
_¡Mátenlos! _ ordenó Tenett.
     Varios de sus hombres salieron de sus escondites y con espadas y hachas, mataban a los que podían defenderse.
    Dal seguía gritando como un imbécil. Tenía una flecha en el hombro y una mancha en sus pantalones. Era increíble que siguiera vivo.
    La carrera no duró mucho, porque uno de los mercenarios, grande y robusto se encargó de acabarlo. Con un hacha lo destrozó con una sonrisa maliciosa. Sus quejas habían terminado.

   Caminos de Piedra RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora