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Justin.

Sentía como mi mundo comenzaba a caerse. No podía evitar pensar lo peor. ¿Emma me había dejado? ¿Y si se había cansado de mí? Esto no podía ser... nos queríamos.

—¡Maldita sea!— grité y corrí hacia mi habitación. Abrí rápidamente una de mis gavetas, ahí estaban mis ahorros. Los saqué, solo tenía trescientos dólares, no era suficiente. Yo tenía que ir a Los Angeles.

Tomé mi celular nuevamente y marqué el número de mi hermano, necesitaba ayuda.

—¿Hola?— respondió una voz similar a la mía al tercer tono.

—¿Jaxon?— solté rápidamente.— Necesito tu ayuda, es urgente.

—¿Justin eres tú?— seguro le extrañaba mi llamada, la verdad es que no éramos muy cercanos, pero eso era lo de menos ahora mismo.— ¿Pasó algo?

—Eso no importa, necesito que me prestes dinero, ¿puedes?

—Pero qué...— no lo deje terminar.

—Prometo pagarte cada centavo después, pero no hagas preguntas ahora mismo. Es urgente.

Él soltó un suspiro.

—Llego en cinco minutos.— y colgó.

Tome una maleta y entre la suficiente ropa como para una semana. Emma no podía simplemente hacer las cosas así, no podía, no debía. Minutos después sonó el timbre, camine hasta la puerta y la abrí, en donde estaba mi hermano con un traje el cual a simple vista se veía que era costoso.

—Necesito ir a Los Angeles, mi novia, creo que me dejo. No puedo dejar esto así.— murmure rápidamente mientras pasaba mis manos desesperadamente por mi cabello. Mientras más rápido fuera esto, mejor.

—¿Los Angeles? ¿Novia Justin?— Jaxon frunció el ceño y me miro confundido.— ¿De qué me perdí pequeño Bieber?

—Es una historia que te contaré después cuando tenga tiempo. Ahora necesito estar allá.

Él asintió y saco su billetera, seguido de unos cuantos billetes de cien. Me los extendió y los tome.

—Me los debes.— asentí.

—Cada centavo.

Emma me debía una explicación. Y iba a tener que darla cara a cara.