Prólogo

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—Dean, yo…—empezó a pronunciar Cass.

    —No digas nada —lo cortó Dean—. No quiero escuchar nada más del tema. Hemos tomado una decisión, y no me arrepentiré —le mintió. A Dean le dolía igual o más que a Cass. Había sido difícil para él aceptar la verdad, la derrota, el no haber podido salvar a su relación. Después de tanto que pasaron juntos, el terminar su matrimonio era como si un hombre lobo le hubiera arrancado el corazón a la vez que un vampiro lo vaciaba de sangre.

    —Si así lo quieres —respondió el ángel Castiel herido y con una furia en sus ojos digna de el cielo. Intentaste todo, se aseguró a sí mismo otra vez. Él de verdad lo intentó; intentó hablar con calma numerosas veces, pero como siempre, él y Dean terminaban discutiendo a gritos, y, a veces, hasta a golpes.

    —Así lo quiero —dijo Dean.

    —Chicos…—intentó intervenir Sam, pero fue parado por un grito femenino que provenía de la cocina del búnker.

    El trío corrió a la cocina, y encontraron a Kelly parada sobre un charco de lo que parecía agua, y un vaso de vidrio que se rompió al ser tirado.

    Castiel siendo él mismo como siempre, corrió hacia ella y le preguntó qué sucedía. —Mi fuente se acaba de romper —susurró atónita.

    Y como si de un caso se tratara, los tres entraron en acción. Castiel corrió por la bolsa que tenían lista desde hace semanas mientras los hermanos cargaban a Kelly a pesar de las protestas de su parte. En cuestión de minutos se encontraban en la cochera del búnker y dentro de la nueva mini van que habían comprado cuando se enteraron que serían gemelos. Dean iba al volante como era de costumbre, con Sam como su copiloto mientras Cass estaba en el asiento trasero bombardeando a Kelly de preguntas.

    —Estoy bien, Cass, sólo son contracciones —le aseguró con una sonrisa.

    —Déjala respirar —dijo Dean con un tono estresado.

    —A diferencia de ti, a mí sí me importa el bienestar de los gemelos —espetó el ángel.

    —Hijo de perra —murmuró por lo bajo Dean—. ¿Qué acabas de decir?

    —¿Podrían no hacer eso en este momento, chicos? —pidió Sam. Él había sido testigo de las peleas entre ambos que habían estado ocurriendo desde hace meses. Se sentía fatal porque había estado apoyándolos desde el comienzo y ver cómo terminaba el amor entre ellos lo partía en dos.

    —Estoy de acuerdo con él —apoyó Kelly, quien estaba harta de verlos lastimarse entre ellos dos—. ¿Por favor? —preguntó cuando vio que ambos querían seguir discutiendo. Ambos miraron en diferentes direcciones y se guardaron los insultos que se querían gritar. La verdad era que ambos lo sentían y querían arreglar las cosas, pero también se tenían rencor por todas las cosas que pasaron entre ellos en el pasado y era difícil superarlas. Ninguno sabía que pasaría con ellos, pero ahora sólo podían dejar que el destino tomara su camino.

 Ninguno sabía que pasaría con ellos, pero ahora sólo podían dejar que el destino tomara su camino

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