Capítulo 1

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JACK

«Vendras ala fietsaleía el mensaje de Miranda. Había fiesta en casa de Leo, pero nunca disfrutaba realmente de las fiestas en general.

«No lo creo, stoy casrigado» respondí con una mentira. Papá había ido a comprar comida para la semana y yo había optado por quedarme en casa. Tenía que estudiar y prepararme para los exámenes SAT*.

Me levanté de la cama frustrado por no entender el tema que estaba estudiando y me dirigí a la cocina. Tomé el cereal de galletas que a papá no le gustaba que comiera y me serví tanto me cupo en el plato. Con una sonrisa caminé a la sala y puse Scooby-Doo.

-La vida es corta -me dije a mi mismo y estaba disfrutando de mi cena cuando alguien tocó el timbre de la entrada. Bajé el volumen de la televisión e intenté no hacer ruido. La verdad era que no me sentía con ánimos de convivir con personas en este momento, así que pretendí que no había nadie en casa.

Ese alguien empezó a golpear la puerta con fuerza y fruncí el sueño. Era tarde y casi no recibíamos visitas así que me extrañé. Me paré descalzo y caminé de puntillas a la ventana que dejaba ver la puerta frontera y moví la cortina sólo un poco para hechar un vistazo. Parado afuera se encontraba el señor Chesterfield, nuestro vecino de cuarenta que casi nunca se encontraba en casa.

-Vamos, pequeño ángel, no querrás que arruine tan bonita puerta -amenazó y momentos después pateó la puerta hasta derrumbarla-. Vaya, vaya, vaya, pero ¿qué tenemos aquí? Jack Novak, el hijo de Jimmy Novak. -Su mirada era maliciosa y su voz sólo transmitía maldad-. Ahora, pequeño humano, ¿dónde está tu padre? -preguntó y sus ojos se pusieron negros en su totalidad haciéndolo parecer demoníaco e inhumano. Esto no podía estar pasando, tenía que estar soñando.

Sin pensarlo dos veces, corrí escaleras arriba y cerré la puerta de mi habitación y saqué mi teléfono. Podía escucharlo reír mientras subía las escaleras. Marqué al 911 y me metí al armario.

-No te puedes esconder de mí, niño. Prometo matarte rápido si sales ahora -dijo con diversión.

-Nueve uno uno, ¿cuál es su emergencia? -preguntó la voz de la operadora.

-Mi vecino... -comencé a explicar pero en ese momento la puerta del armario se abrió en par y el señor Chesterfield con esos ojos negros me miró y dijo-: Te encontré.

Arrancó el teléfono de mi mano y colgó la llamada. Lo miré con terror y él sólo me dio una sonrisa burlona que denotaba desprecio. Se arrojó hacia mí y sólo pude cubrir mi rostro con mis brazos. Grité al sentir un dolor ardiente que me resultaba insoportable. Pensé que iba a morir hasta que a través de mis ojos una luz cegadora y potente nos iluminó. El peso de mi vecino de esfumó así que abrí un poco los ojos e intenté ver lo que estaba sucediendo. Aquella luz que me salvó perdió intensidad poco a poco y al fin pude ver lo que estaba pasando. Papá estaba parado en mi habitación, y sentí alivio hasta que miré con claridad otros detalles. Sus ojos no eran del mismo azul, estos lucían brillantes y poderosos; sus ojos no eran lo que más me llamó la atención, era el hecho de que la habitación había perdido cualquier iluminación y una luz blanca pura lo rodeaba, y en las paredes se veía la silueta de unas alas majestuosas como si las de un ángel se tratarán. El señor Chesterfield estaba tirado en el suelo cerca de la pared y no pude encontrar una respuesta lógica. Parecía que hubiera sido arrojado contra ella, pero estaba al otro lado de la habitación. Papá estaba inmóvil y él no tenía la fuerza para arrojarlo tan grande distancia.

Nuestro vecino se paró y pude ver la sangre correr por su sien. Con una mano tocó la sangre y se miró los dedos manchados en ella-. Veo que aún tienes un poco de la fuerza de un ángel, a pesar de no ser uno por años -le escupió y de su camisa de manga larga sacó una daga puntiaguda y plateada-. Veamos cuanta fuerza tienes -le dijo y se lanzó a él.

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