"Las personas son hermosas: hombre o mujeres, atractivas en pensamientos y en maneras de ser, y eso es más que un género. Es amor."
—¿Cuánto llevas en el pueblo, Nit? —preguntó la anciana al acercarse al mostrador de la cochambrosa tienda, que parecía tener un problema de horror vacui: no era posible caminar más de medio metro sin encontrarte un trasto por el suelo o colgado del techo. Quizás era porque aquella tienda de antigüedades no vendía demasiado, sino que servía más bien como un curioso museo de una historia ecléctica cuyo origen no se podía identificar. Al lado de un antiguo jarrón chino de la dinastía Ming, había unos pendientes ostrogodos.
El orden no era la especialidad de su dueña.
Nit se encontraba tras el mostrador de la curiosa tienda, tan extremadamente bella, inteligente e imponente como era siempre. Tenía la piel muy oscura y un cabello rizado que caía por sus hombros y llegaba hasta la mitad de su espalda. Sus ojos eran de un negro tan profundo que atraía cualquier mirada que se posase por error sobre ellos. Su piel era firme, tersa, joven. No parecía humana. Y las apariencias muchas veces no engañan.
Nit se encogió de hombros arqueando una ceja, esbozando una sonrisa leve.
—Un año, casi. ¿Por qué?
—Nada, querida. Por agradecerte lo que has hecho —. La anciana caminó atenta por los pasillos que se encontraban justo a su espalda, palpando con sus yemas arrugadas cada enser que encontraba. La muchacha la miraba con los ojos entornados, atenta a sus movimientos, pero con cierta paz. Después de todo, si algo se rompía, ya se arreglaría.
—No tiene que agradecerme nada. Es un pueblo bonito y su gente me ha aceptado muy bien. Ha sido un placer asentarme aquí.
—Te honra, aun así.
La anciana se paró ante un plato de un aparente origen griego. Lo tomó entre sus temblorosas manos y volvió hacia donde estaba la encargada de aquella oscura tienda.
—Buena elección, señora Gauss.
—Es de por donde tú eres, ¿no es así?
—Más o menos. Yo soy de un poco más al sur. En Egipto.
—Es verdad, es verdad... Siempre se os nombra en los mitos griegos.
—A los griegos les encantaba robar culturas. No es nada personal. Los ingleses lo han heredado, por cierto.
Ambas sabían perfectamente de lo que hablaban. Hacía un año aquel mismo día, la joven Nit había llegado cansada y sedienta a aquel pueblo localizado entre las montañas de algún lugar del centro de Europa. Sus habitantes, en su mayoría ancianos, la acogieron y le ofrecieron de su pan y de su agua. Aquello la conmovió, la hizo sentir en casa. Sintió cierta pena, al mismo tiempo, porque sabía que aquel sitio estaba destinado a morir.
Por aquella misma época, la población envejecida no era capaz de sostener unos terrenos extremadamente poco productivos. Las montañas eran sus enemigas y les imposibilitaban las comunicaciones con sus vecinos para intercambiar sus productos. Pero Nit lo había cambiado todo.
Cuando la joven llegó, los pastos comenzaron a dar fruto sin casi esfuerzo. Las montañas parecieron menos terribles, y en su lugar se convirtieron en su casa. Podían caminar, por fin, con tranquilidad; podían superar los obstáculos, porque eran estos los que les ofrecían de su ayuda para cruzarlos. Y aunque la población seguía muriendo de vieja, ya no moría de hambre.
—Aún me quedan muchas dudas sobre ti.
—Ya se lo dije. Soy una Oréade. Una ninfa de las montañas —contestó Nit, cansada de la pregunta. Lo sabía todo el pueblo y no era un mayor problema, porque, aunque fuese una criatura no humana seguía siendo su salvación. Y por ello profesaban una adoración que a ella no le gustaba, que hacía que prefiriese no hablar de su divinidad.
![](https://img.wattpad.com/cover/190521892-288-k258572.jpg)
YOU ARE READING
Amor, Identidad y Monstruos
ParanormalAntología de cuentos sobrenaturales para niños LGBT. Porque lo sobrenatural no está en ellos. Para el concurso Letras Multicolores.