Christine es una chica común u corriente, tiene 20 años de edad y un mes para hacer 21. Sigue en la universidad, siendo este su último semestre antes de comenzar la vida laboral de un adulto, está nerviosa de esa vida, demasiado asustada de lo que pasará cuando todo termine, más ahora se da la oportunidad de tomar un respiro en sus vacaciones mientras toma el autobús que la llevara de regreso a sus tierras.
Pero, quizás Chris no es una chica muy normal que digamos. Christine lleva muerta 11 meses con 16 días, su muerte fue trágica, y se repite constantemente sin que ella se de cuenta que está en un bucle sin retorno porque para ella la vida sigue en su curso, la muerte que ella había presenciado fue la de su padre; un hombre que quizás no fuera el mejor pero vaya que lo extraña en cada oportunidad. Christine había muerto en un accidente en el autobús que regresaba a casa donde su familia le esperaba lastima que se quedaron esperando la noticia de su fallecer, el autobús había chocado con un cargamento de rieles y uno de ellos le había provocado una hemorragia a Chris, siendo este clavado en su abdomen dando una muerte lenta y dolorosa.
A Chris siempre le duele el estómago, cree que es normal pero es producto de aquella muerte que sigue clavándose más, hasta que un día, las cosas han de cambiar cuando un llamado de su nombre es producido en el averno para ser participe en un entretenido juego de demonios gigantes con ganas de ver sangre y desespero por un último deseo.
El deseo de vivir.
A Chris no le gustan esas cosas, pero al saber que todo esté tiempo ha estado en un autobús en el limbo y que su familia puede estaría esperando, no le hace más gracia todavía.
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