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El Profesor lleva a Lisboa y a la chica a una gran casa abandonada. Ella desciende del coche y estudia minuciosamente la fachada del edificio.

Era una finca, pertenecía a una mujer divorciada que decidió regalársela al Profesor. Los establos están vacíos, cosa que apena a la chica.

Lisboa la mira con detenimiento, es una chica muy meticulosa, con razón no la han descubierto nunca.

El Profesor las guía hasta una sala, donde seis personas esperan sentadas frente a una pizarra limpia. El Profesor comienza a escribir mientras que la chica y Lisboa se van al fondo de la clase.

—Bienvenidos, una vez más.—la chica de la primera fila comienza a aplaudir. Viena la conoce. Es Nairobi. —Espero que no os haya alterado demasiado vuestras merecidas vacaciones.

—Un poco, Profesor,—responde la chica del pelo negro mientras toma la mano de un chico que no deja de mirarla. Tokio y Río, Silene y Aníbal. Los más buscados durante el atraco. —pero se lo perdonamos.

El Profesor sonríe y se sienta en la mesa.

—Pasaremos aquí siete meses, es un plan complicado.—el Profesor mira a todos y cada uno de los que están en la sala.

Los que ya se conocían se miran confidentes, los nuevos miran por los mapas para elegir una ciudad.

—¿Mantenemos los nombres?—el Profesor sonríe y todos comienzan a asentir.—¿Cómo os vais a llamar?

—Amsterdam.—levanta la mano el de apariencia más ruda.—La ciudad de las putas y la hierba, la de la libertad.

—Que profundo el putero.—dice Tokio despectivamente. Amsterdam levanta el puño y Río se pone en pie.

—Singapur.—continúa el médico y amo de las cerraduras.—Era la ciudad favorita de mi chica.

—Otro moñas.—dice Nairobi mientras finge la tos.—Chica, dime que tú no vas a ser igual de moñas.

La chica se detiene a pensárselo un par de segundos y saca una navaja, que lanza al mapa de Europa y da en Viena.

—Viena.—la autodenominaba se cruza de brazos y Nairobi asiente con cierto orgullo.

Lisboa, Tokio, Río, Helsinki, Nairobi, Amsterdam, Singapur y Viena. Ese era el equipo. Todos destacaban en algo pero, la más importante, era la propia Viena que, al igual que el Profesor, había conseguido evadir a la policía durante años. Nadie sabía su verdadero nombre. Solamente ella.

El Profesor los mira a todos, los primeros son viejos conocidos, en cambio, los últimos son la nueva adquisición del equipo.

Amsterdam había robado en más de cien joyerías y había amasado una pequeña fortuna que invirtió en redes de prostitución y plantas industriales de marihuana. Había pasado siete años en la cárcel por tráfico de drogas y personas. Era un manipulador nato y un hervidero de sangre caliente, aunque no imbécil. Podía controlarse.

Singapur había asaltado en muchas mansiones de futbolistas, era un experto en cerraduras. El rey de los allanadores de moradas y, también, un joven estudiante de medicina recién graduado y con ansias de ser cirujano. El médico que el equipo necesitaba.

El Profesor detiene su mirada en Viena. Sin nombre real, rodeada de identificaciones falsas y con un amplio conocimiento en armas y formas de matar sin ser descubierta. Quince asesinatos a su cargo. Veinticuatro joyerías robadas. Más de treinta nombres y desconfiada como ella sola. Pragmática. Una líder nata.

—Tú me suenas de algo.—dice Nairobi mientras señala a Viena y la analiza con la mirada.—Me eres muy familiar ¿nos conocemos?

—Tú a mí no, pero yo a ti sí.—responde Viena con seriedad. —Me habrás conocido en otra vida, no soy fácil de olvidar.

Viena | LA CASA DE PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora