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El olorcito a coco que viene de ella no me permitía quedarme dormida por completo, me relajaba, sin embargo, me mantenía activa.

Eso y la forma en la que había metido su escurridiza mano por mi camisa y está rascandome el vientre, lento, a veces usaba las yemas de sus dedos. Que eso era relajante, lo admito, pero era desfavorable cuando estás muy consciente de que es uno de tus zonas erógenas.

Mi abdomen se deformaba cada vez que  si quiera rozara sus dedos, no podía ocultarlo.

Podría dejar de respirar.

Pero si dejo de respirar ella lo notaría. Además de que me muero si no respiro.

Ya estoy pensando idioteces.

Trato de cambiar mi posición, me encuentro bocarriba, así que voy sosteniendo su peso y girandome a la izquierda, lo más que puedo ya que ella está casi que con todo su cuerpo encima de mí, lanzo una pierna a un lado, apoyando mi cuerpo en la otra pierna y eso provoca que nuestros cuerpos no queden tan cerca mas siguen estando cerca. Por supuesto se detiene, por unos momentos, hasta que vuelve a meter la mano por el camino de mi perdición.

Mala mujer. Me encanta a la vez.

Sentir su respiración tan cerca de mi cuello me ponía nerviosa, en sí toda ella me pone nerviosa.

Tenía la cabeza hacia arriba y trataba de mantenerlos alejada lo más posible de ella. Mantenía los ojos abiertos, que no era de mucha ayuda porque casi no se veía nada. Esto no me puede estar pasando, cómo no voy a ser capaz de controlarme, ni siquiera estoy en mi periodo hormonal, pero ella me tiene con calor, nerviosa, intranquila, quiero huir y quedarme al mismo tiempo.

Tengo una mano detrás de su espalda y una sobre su brazo, dándole caricias para mantenerlo tibio. Quiero tocar otras partes de su cuerpo, cómo ella lo hace conmigo.

Me remuevo un poco más, y en ello aprovecho para bajar mi mano hacia su cintura. Bien, la cintura.

Cintura que está cerca de su parte baja de su espalda.

Parte baja que está cerca de su trasero.

Su trasero. Grande. Redondo. Tostado y durazneado trasero.

Suspiro. Me doy pena. No puedo ser este desastre.

Acomodo las piernas y ahí es cuando me doy cuenta.

Oh no.

Una cascada.

No, las cataratas del Niágara.

No, no, la maldita caída de Salto de Angel.

Creo que nada de eso es tan abundante como la cantidad de lubricación que existe entre mis piernas. Podría abrir una fábrica y nunca quedarme sin materia prima.

—¿Laur estás incomoda o algo?— sostengo la respiración como si hubiera hecho algo realmente malo.

—No, para nada, estoy absolutamente genial— trago fuerte cuando me vuelvo a mover.

Debería irme al baño a solucionar lo que existe entre mis piernas.

No de esa manera. No. Hablo de darme un corto baño. No. De ninguna manera voy a solucionar las cosas de esa otra forma.

Su rodilla que ha estado encima de mí en una manera floja toma fuerza, la sube y refuerza el abrazo que me está dando. El único problema es que su rodilla ha quedado encima de mí desagüe de aguas blancas, tan, pero tan presionado que siento que voy a morir.

Suelto aire por la boca de forma temblorosa.

Como si no fuera suficiente mi tortura, en lo que ella busca la comodidad de su pierna mueve arriba, abajo, a los lados. He cerrado las piernas antes de ponerme a hacer movimientos raros y he mordido mis labios para evitar que salga un sonido peculiar que no se supone deba salir.

Tomé el atrevimiento de retirar la mano que tenía en su cintura, y con los nervios que traía fui a por la pierna que  estaba provocando un diluvio en mi intimidad. La bajé un poco.

Y ella la volvió a subir.

La volví a bajar.

La subió.

Y este juego no me estaba conviniendo mucho que digamos, porque en cada subida y bajada salía perdiendo porque contraía más las piernas. Hasta que con más fuerza agarré su pierna y la puse para abajo.

—Si, así bien salvaje me gustas.

Juro que su risa me encanta, pero en este momento la he encontrado irritante. Ella ha sabido todo éste tiempo cómo se encuentra la situación de mi cuerpo.

Decido ignorar eso y cerré los ojos. Ella es un caso aparte y no voy a caer en esas provocaciones, ya han sido muchas por hoy, mañana, cuando no tenga la capacidad de agua de un camión de bomberos entre mis piernas, con gusto voy a ir a por ella. Hoy no. No me fío. Ha estado con juegos todo el día. Si no me va a follar como estoy deseando que lo haga en este momento prefiero ni hablarle. Así que le vuelvo a dar un beso en la frente y reafirmo el abrazo que le estoy dando.

Soy cobarde. Muy cobarde.

Master Game | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora