1. Tristes recuerdos

2K 163 9
                                    

—¿Una galleta? —preguntó la castaña poniendo frente al chico rubio el paquete de lo que ella mencionaba.

—¿Por qué sigues aquí? —cuestionó el rubio tras negarse a recibir lo que ella le ofrecía—. Hace rato que ya todos se fueron.

—Aún está el personal de limpieza —informó la castaña y le mordió a la galleta que tenía en la mano—. No he terminado de organizar los papeles de la reunión de mañana y... de todas formas nadie me espera en casa, por eso sigo aquí.

—¿Por qué nadie te espera en casa? —preguntó Momiji curioso del significado de esas palabras que habían oscurecido la expresión de una chica siempre sonriente.

Leyna supiró. Esa pregunta tenía una respuesta complicada y dolorosa.

—Momiji —habló la castaña en una seriedad inusual—, ¿quieres escuchar una triste historia?

Momiji lo pensó. Escuchar cosas tristes se le antojaba menos que las galletas de avena que Leyna ya no estaba comiendo, pero si ella estaba dispuesta a compartirle parte de su historia encantado le escucharía; por eso asintió.

Leyna volvió a suspirar, de verdad que era muy complicada y muy dolorosa su historia.

》Sabes que soy Alemana, ¿cierto? —cuestionó la chica y el adolescente asintió. No lo sabía, en realidad, pero lo había sospechado alguna vez o dos—. Pues bien, allá es donde comienzan todos mis problemas.



FLASHBACK

—No tengo esa cantidad de dinero —alegó una castaña frente al jurado y juez que hacía nada había concedido las exigencias de su contraparte.

—Ese es su problema —dijo el juez sin conmoverse al llanto de la joven—, un problema que debe arreglar en menos de quince días si no quiere ir a prisión.

¿Prisión? ¿De verdad la arrestarían por un penoso accidente?

Esa mañana había salido tarde y con prisa de su casa tras haber dejado a su pequeña hija de tres años, enferma, al cuidado de su madre.

Iba apurada, las cosas en el trabajo no iban del todo bien y ya tenía un par de advertencias así que, pretendiendo no llegar tarde, había intentado hacer un atajo por una calle corta que le ahorraba más de quince minutos, pero que era en sentido contrario al que ella llevaba.

Pensó que estaba bien, igual nadie usaba esa calle por el terrible estado en que se encontraba, pero un coche había salido de la nada y había quedado despedazado, igual que su propio auto, luego del choque.

Ella llevaba las de perder por meterse en sentido contrario, su condena era pagar los daños físicos de la contraparte, una compensación por posibles daños emocionales y su multa de tránsito, eso sin contar que tenía que reparar su auto y sobrellevar lo que surgiera ahora sin trabajo.

Antes de entrar al juzgado había recibido un mensaje de su jefe diciendo que no se volviera a presentarse en la oficina porque estaba despedida.

Eran demasiadas cosas, por eso no pudo evitar llorar sin lograr conmover a nadie. Ella debía pagar todo eso o iría a prisión.


* *


Llegó a su casa para no encontrar a nadie, ni su madre ni su hija estaban en casa. Leyna supuso que estarían en el cementerio, su padre había fallecido hacía nada y su madre visitaba ese lugar cada que tenía fuerzas de dejar su casa.

Se tiró en el sofá buscando opciones para solucionar su problema, pero no veía muchas, en realidad.

Un préstamo iba a ser imposible ahora que no tenía empleo, vender su hipotecada casa tomaría demasiado tiempo y no podía quedarse sin lugar para vivir, tal vez... ¿su ex?

Pataleó pensando en que era lo que menos quería, preferiría vender su hígado a partes si eso no fuera ilegal.

—Ahg, maldición —farfulló desesperada y agradecida de que quien tocaba la puerta le sacara de sus pensamientos.

Dejó el sillón y fue a atender el desesperado llamado de quién sabe quién.

—Leyna —habló un agitado chico mirándole con angustia—. ¡Atropellaron a tu mamá, la ambulancia las llevó a ella y a la pequeña Erika al hospital.

FIN DE FLASHBACK



》Ninguna de las dos sobrevivió —dijo entre lágrimas la chica de sonrisa apagada—, y yo fui a prisión un par de semanas después. —Suspiró—. Eso fue hace tres años. Pasé dos años en prisión y luego medio año en el infierno del que me salvó tu papá.

》Nos encontramos por accidente, él casi me atropelló cuando estaba de vacaciones en Alemania el año pasado. Tuve una crisis nerviosa que él supo controlar súper bien, escuchó mi historia y me ofreció trabajo.

》Ni siquiera me lo planteé, no hasta hace dos meses que sentí no soportaba más. Alemania me dolía demasiado y, cuando la casualidad nos encontró de nuevo, tu papá volvió a ofrecerme un empleo al que ya no me negué. Necesitaba huir y él me abrió la puerta.

》Sabes, puede que solo esté fingiendo que es así, pero en un país que Erika no conoció, en calles que no me recuerdan a mi mamá, siento que mi tristeza quedó lejos y puedo respirar; eso es hasta que llego a mi casa donde nadie aguarda y nada me distrae de recordarlas.

—¿Quieres olvidarlas? —preguntó el rubio apenado por el dolor de esa chica que en serio le agradaba.

—A veces pienso que sí —respondió Leyna volviendo a llorar—, a veces creo que si ellas no hubieran estado en mi vida yo no tendría que llorar y sufrir tanto.

—Yo creo que es mejor vivir conservando todos nuestros recuerdos, por muy dolorosos que sean —dijo el rubio—. Aunque sean recuerdos que nos hagan daño. También tengo recuerdos dolorosos, sabes, y, aunque en ocasiones llegué a desear olvidarlos, creo que si los conservo, si soy valiente, llegará el día en que seré más fuerte que ellos, demostrando que nadie puede llegar a perder sus recuerdos; porque creo que no hay ningún recuerdo que simplemente puedas borrar.

—Yo creo que tú ya eres muy fuerte —dijo Leyna segura de ese sentir.

Cuando ella le contó su vida al padre de Momiji, este le contó un poco de su vida también, así que conocía el rechazo que el pequeño rubio había recibido de su madre, aunque no entendía el porqué.

》Eres tan fuerte que ni siquiera muestras tus lágrimas... eres en serio valiente y te admiro y envidio tanto —dijo Leyna abrazando sin previo aviso al rubio que estalló en sus brazos y se transformó en un conejito asustado.


Continúa...

UNA MAMÁ PARA MOMIJIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora