Orígenes.

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Brighton, 7 de enero de 1800.

El apuesto jóven Nicholas Brown, zarpará esta noche junto a su tripulación. Sin rumbo alguno,  pero con el propósito de encontrar nuevas tierras y riquezas, quizá hasta algún "tesoro" que luego venderá en el mercado.

La tripulación está compuesta por los siete hombres más valientes que inglaterra pudo conocer: Alex, Thomas, Lucian, Henry, Nathan, Abraham y Robert, todos ellos comparten el mismo sueño, obtener poder. Pero los mayores sueños se pueden convertir en las más grandes pesadillas.

Falta una hora para zarpar, y la tripulación ya está lista en "La María", un barco colonial fabricado con la madera del gran roble, arbol bendecido por los obispos de las trece colonias inglesas.

-Eleven las velas.- ordena Brown.

-Si capitán. -responden todos al unísono.

Es hora de zarpar, todos están preparados para aventurarse. Se elevarán anclas a penas suenen las doce campanadas. Todos están emocionados, aunque no es su primer viaje, es la primera vez que irán más lejos de lo común. Si tan sólo supieran lo que los aguardaba en las profundidades del Pacífico.

Ha pasado una semana desde que la tripulación dejo Brighton, con su espíritu aventurero surcan las olas del inmenso pacífico. Pero ya comienzan a surgir ciertas dudas, todos se preguntan por el rumbo que están tomando, y exigen al capitán una explicación.

-Estoy harto de ir hacia la nada, me siento perdido. - exclama Nathan.

-Nunca hemos estado por esta zona, no sabemos que peligros nos oculta el océano. - habla Thomas.

Y ciertamente tuvo razón,  al estar todos discutiendo no se percataron por la gran tormenta que se avecinaba. Truenos, rayos y relámpagos atacaron sin piedad alguna a la tripulación, lo primero que pensaron fue que era una señal de advertencia.  Pero el capitán no iba a retractarse por una simple llovizna, había invertido  demasiado dinero en este viaje, e iba a realizarlo a toda costa.

-¡capitán el mastil se ha roto! - grita Nathan.

Las olas chocaban contra el barco, lo sarandeaban de un lado a otro. Todos estaban hechos un manojo de nervios, era la primera tormenta eléctrica que vivían estando en mar. Estar en calma, fue lo primero que recordó Nicholas, de algo le había servido el seminario en la catedral de Canterbury.

-Mantengan la calma, hay que buscar el ojo de la tormenta. -habló Nicholas, lo último que necesitaba era lidiar con su tripulación.

-¡capitán una de las velas se ha rasgado! -exclama Abraham.

- Dicen que el ojo de una tormenta, es un lugar seguro, alli podremos estar tranquilos. - dice Henry, y eso hace que todos entren en una especie de odisea por encontrar la salvación,  en este caso el ojo de la tormenta.

El capitán sugiere seguir en linea recta, aunque es demasiado complicado, debido a que las olas golpean tan fuerte, que cambia la dirección. 

Han pasado más de dos horas, y no han podido encontrar su salvación,  mas de la mitad de la tripulación ya se había resignado a morir, tal vez ahogados o deborados por alguna criatura marina. Sólo era cuestion de tiempo, el barco tenía muchos daños, y en cualquier momento este se podía hundir. Ya dándose por vencidos, dejaron de combatir contra las olas, y se convirtieron en náufragos.  Pero fue el peor error que pudieron cometer, a menos de trescientas leguas un remolino de tamaño monumental los arrastraba hacia su interior. No había nada que hacer, si se oponian contra el oleaje,  lo único que iban a lograr era destruir totalmente el barco, por lo que siguieron la corriente, y al llegar al centro del remolino, este succiono a la embarcación,  sumiendo a todos  los tripulantes en la oscuridad.

Pacto Infernal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora