Hijacking.

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Aclaro que esta es mi versión de los hechos, así me imaginé a Peeta en el Capitolio.

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*Narra Peeta*

La arena estaba en llamas, todo se caía en miles de pedazos y ahí estaba yo... Tendido en el suelo como si nada, tal vez esperando un milagro que nunca sucedería, por un momento pensé que era una estrategia o una trampa para matar a mi y a Katniss, pero no lo era. Todo pasó en un segundo: una flecha siendo disparada al cielo, yo gritando como loco el nombre de Katniss sin respuesta alguna. Aunque oí que ella gritaba con desesperación.

A mi lado estaba Johanna Mason, nuestra aliada por unos momentos, la que nos apuró luego del beso en la playa para conccretar el plan de Beetee, el tributo masculino del Distrito 3. Johanna trataba de hacer algo con mi brazo, usando un cuchillo pero no pudo conseguirlo. Algo la golpeó por detrás y quedó inconsciente.

«Katniss, por favor, mantente viva» susurro con la poca voz que tenía, con la esperanza que tal vez ella esté cerca y pueda escucharme.

Miro hacía el cielo que se volvía claro, mi vista se hacía borrosa, ¿acaso estaba muriendo o estaba en un malvado sueño? Pues el aerodeslizador confirmaba que estaba muerto. Cierro los ojos, manteniendo en mi pensamiento a Katniss, esa hermosa niña que vi cantar la canción de Valle con una voz perfecta, la chica que usaba una trenza en ves de dos, la joven de ojos grises y profundos en los que se reflejaban todos sus sentimientos, pero a la vez parecía un mar de misterios que quería decubrir tarde o temprano.

Todo se volvió oscuro.

• • • 

Abrí mis ojos, estaba en una habitación blanca o mejor dicho en una especie de habitación de hospital, todo se veía tan raro y no lograba aceptar el hecho de que estaba vivo, ¿enserio lo estoy? ¿qué pasó con Katniss?, comienzo a cuestionarme una y otra vez en mi cabeza hasta que tenía dos conclusiones: 1. Katniss debe de estar viva, esperando a verme u 2. Katniss está muerta y yo roto por completo. No sabía que pensar, hasta que en unos minutos apareció un doctor que no tenía nada de aspecto del Capitolio, se ve que él no era tan ridículo como los demás.

—Peeta Mellark, paciente junto a Johanna Mason, en buen estado, solo unos rasguños. —se veía muy tranquilo, pero yo estaba completamente desconcertado, ¿estábamos todos vivos?

—¿Eh? —conseguí decir con la poca fuerza que tenía en la voz.

—Bienvenido al Capitolio, señor Mellark. —una voz sonó de repente, volteé la cabeza y ahí estaba, el idiota del presidente Snow que me miraba con una sonrisa tan macabra que me hacía pensar.—¿Ya está mejor? —le pregunta al doctor mientras él asiente con una sonrisa de satisfacción.—Muy bien. —hizo una pausa muy breve, hasta que tomó un poco de aire y algo me ataca por la espalda, me golpea la cabeza y yo caigo inconsciente sobre el suelo.

Vuelvo a abrir los ojos, pero no estaba en aquel "hospital" si era que así podía llamarse. Estaba en una asquerosa celda. A mi lado estaba Johanna, pero no era la Johanna que había visto en la Arena, sino una chica ahora débil, con el cabello rapado. La celda se abre y todo un equipo de estilistas, que no era el nuestro porque seguramente han de estar todos muertos, me toma en sus manos y comienza a limpiar todo mi cuerpo con unas esponjas, estaba tan desconcertado, todo fue demasiado rápido. En cuestión de minutos ya estaba vestido con un traje blanco, de alta costura, pero en el cuello tenía algo en particular. Era la primera de las muchas torturas que iba a tener a lo largo de mi estadía en el Capitolio, si bajaba la mirada, el cuello que estaba ligeramente en punta, haría daño mi barbilla y una parte de mi cuello. No digo nada, solo me dirijo a donde me indican.

Me toman unas fotos, todo tranquilo hasta que aparece Snow para controlar todo el proceso.

Luego de las fotografías, me llevan hacía una extraña habitación donde todo era bastante cálido y normal, como si estuviera en la casa de la Aldea de los Vencedores. De la nada, aparece Caesar con el mismo tono de color en el pelo como la última vez que lo vi. Él presidente Snow se acerca a mi con cuidado.

—Convéncela, convence a todo Panem de que bajen las armas y lo más importante... Convence a tu enamorada. —hizo un énfasis en enamorada, por supuesto que no creía lo de mi amor, pero no sintió ese beso en la playa tanto como lo hice yo.

Me siento enfrente de Caesar, comenzamos a charlar amistosamente frente la cámara. Hablo sobre mi "victoria" en el Vasallaje, de como me alié con Johanna y así poder ganar. Todo era una mentira, una cruel mentira.

—Ahora, Peeta... —Caesar hace una breve pausa, mirándome con seriedad— ¿Qué piensas sobre el tema de los conflictos que hay dentro de los Distritos?

Me quedo mudo, analizando en mi cabeza que puedo decir, miro a Snow que estaba junto a Johanna que utilizaba un vestido blanco, algo provocativo y una peluca rubia que tapaba su calvicie. Respiro hondo y finalmente abro la boca.

—Solo quiero decirle a todo el mundo... Que bajen las armas. —las cámaras se enfocan en mi—Katniss... sabes que esto no es necesario, por favor, deja a los rebeldes. Ellos no hacen lo correcto. Por favor, diles que bajen las armas y vuelve a mis brazos. —actué lo mejor que pude, pero realmente, solo salté de mi asiento, recordando las palabras de Katniss en ese propo de los rebeldes, miré a la cámara fijamente y dije:—SI NOSOTROS ARDEMOS, TU ARDERÁS CON NOSOTROS. —fue todo lo que dije, hasta que algo me golpeó la cabeza.

• • •

Pasaron los meses y seguían saliendo propos de los rebeldes, las toruras se hacían peores. Mi cuerpo no soportaba tantos golpes, tantas cosas que me hacían sufrir. Querían sacarme información que no tenía, no sabía completamente nada sobre los rebeldes ni como trabajaban. Solo sabía que habían levantamientos. Me volvieron a dejar en mi celda, Johanna estaba alado. Paso mis brazos sobre las frías rejas hasta conseguir tomar su mano.

—Se fuerte... —susurro con las pocas fuerzas.

—Tu igual, por Katniss. —replica en el mismo tono.

Hago una pausa, y comienzo a hablar.

—Ellos no me conocen, no soy una pieza de sus juegos, no pueden controlar. Ellos son los únicos culpables, no me voy a romper, no voy a renunciar a esta lucha. —mis ojos podían reflejar lo triste que estaba mi alma. Continuo hablando —Ese beso, hizo que las llamas de ella me rodearan. —Johanna me suelta la mano, ya que también le tocaba ser torturada.

Me acuesto en el suelo, mirando el techo, cierro los ojos para poder descansar y pensar en Katniss.

«Debemos levantarnos y luchar. Pronto veremos como las estrellas iluminan el cielo, lo prometo, lo prometo por lo que más quieras mi amor. Vamos a sobrevivir, porque este amor no es juego para ninguno de los dos, por lo que más quiera Katniss, siente estas palabras. Puedes encenderte mi chica en llamas, párate y lucha para liberar a todos de este infierno. Ten en cuenta que te estaré esperando aquí todo el tiempo que sea necesario, desde que cantaste esa hermosa canción te estoy esperando. Es nuestro momento de cambiar las cosas y demostrarles lo capaz que somos de acabar con el mal. Nuestro amor no está destinado al fracaso, tu lo sabes más que nadie. Sabes el efecto que tienes en mi, sabes que te amo con toda el alma, soy completamente tuyo, nunca amaré a nadie como lo hago contigo. Te amo, mi luchadora» 

Esos fueron mis últimos pensamientos, antes de sentir como una aguja se metía en mi brazo, y el veneno de rastrevíspula comienza a correr por mis venas, junto a las imágenes falsas y recuerdos falsos que Snow iba metiendo en mi cabeza.

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⏰ Última actualización: Oct 31, 2014 ⏰

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