Espectros y fantasmas

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El espectro de Collescipoli (Siglo XIV)

La historia que voy a relatar está fechada a finales de 1376, cuando todavía era habitual contratar a capitanes de fortuna para embarcarse en aventuras que estaban al margen de la oficialidad imperante. Se trataba de mercenarios con clase que por unos cuantos ducados de plata satisfacían la demanda de quienes mejor pagasen. Los trabajos a realizar eran diversos pero casi todos acababan en duelos en los que el marido ultrajado, además de perder la honra, también perdía la vida. Pues bien, uno de estos capitanes de fortuna se llamaba Gerolamo Stefanoni.

Gerolamo fue contratado por un rico mercader para que vengara la afrenta a la que había sido sometida su hija menor, al ser ultrajada por un soldado que merodeaba los aledaños de su casa. Stefaroni, tras recibir un pequeño anticipo por el trabajo, se encaminó en la busca y captura del agresor. No le fue difícil hallarlo y, cuando lo hizo, le dio muerte en plena calle, aunque amparado por la oscuridad. A pesar de ello, hubo un testigo que lo identificó. Gerolamo no tuvo más remedio que poner pies en polvorosa, pero antes fue a la casa del acaudalado mercader para recibir el total de la recompensa. Una vez tuvo ésta en sus calzas, se afanó en encontrar un lugar seguro donde esconder aquella gran cantidad de dinero. Si lograba ocultar el dinero, podría vivir una nueva vida cuando saliera de la prisión en el caso de que fuera apresado. Así que se encaminó al castillo de Collescipoli, donde moraba un antiguo amigo suyo, para que le cobijara por esa noche.

Stefanoni tuvo suerte y su amigo le alojó con la condición de que a la mañana siguiente se marchara rauda para no comprometerle, pues era peligroso amparar a una persona perseguida por la justicia. Durante esa noche, Gerolamo Stefanoni no halló descanso hasta encontrar el refugio idóneo para ocultar su dinero. Al filo de la madrugada lo encontró y tras despedirse de su amigo, cogió su caballo y se alejó lo más deprisa que pudo.

Pero no pudo llegar demasiado lejos, porque una partida de caballeros le tendió una emboscada. Gerolamo intentó zafarse de sus enemigos, pero su esfuerzo resultó baldío. En la refriega fue herido mortalmente. A pesar de tener tanto dinero, aunque oculto, no recibió un entierro cristiano y fue abandonado en un bosque sin ser sepultado siquiera, por lo que las alimañas devoraron su cuerpo hasta no dejar nada de sus restos.

Sin embargo su alma quedó atrapada entre este mundo y el otro. Una noche, el castillo de Collescipoli recibió una visita inesperada. De la tercera torre del castillo medieval surgió la sombra altiva de Stefanoni. Sus ademanes eran muy nerviosos y parecía buscar algo con ansiedad. Como ya se sabe, uno de los factores por los cuales un fantasma no halla la paz eterna es por haber dejado un asunto mundano a medias, y el asunto que traía a Gerolamo al castillo de Collescipoli era encontrar el mapa que él mismo había elaborado con gran detalle y en el que constaba la ubicación exacta del lugar donde había escondido su fortuna para llevársela con él. Pero había desaparecido. No podía ser posible tanta mala suerte.

Noche tras noche, Gerolamo visitó la tercera torre del castillo sin obtener resultado positivo alguno. Ignoraba que la noche en que detalló el plano y ocultó el tesoro estaba siendo espiado por su anfitrión. Cuando huyó a caballo, éste cogió el mapa oculto y en escasos minutos dio con el lugar exacto donde estaban escondidas las monedas de oro. Por eso, Gerolamo nunca pudo encontrar mapa ni tesoro. Al no tener el papel con las indicaciones, Gerolamo pasó al ataque. Comenzó a buscar de forma afanosa su botín. ¡Por qué los espectros no tendremos la facultad de recordar ciertas cosas! se lamentaba Stefanoni, pero ni siquiera en su penosa condición le arredraba la fuerza y la voluntad para seguir buscando lo que era suyo.

Todas las noches Stefanoni movía pesadísimos muebles sin hacer el más mínimo ruido pero, agotadas sus fuerzas y sus ilusiones, no los volvía a colocar donde estaban, por lo que los habitantes del castillo comenzaron a sospechar que se sucedían extraños acontecimientos que no tenían nada que ver con el mundo de los vivos. Pasaron los años y los siglos, pero Gerolamo no se rendía nunca y, noche tras noche, baja de la tercera torre y vuelve a poner todo boca arriba en su afanosa búsqueda. Hasta que no encuentre el tesoro nunca se rendirá, porque para eso fue un capitán de fortuna. En la actualidad, el personal que se encarga de los cuidados del castillo sigue encontrando algunos muebles desplazados, como si alguien estuviera buscando algo detrás de sus tablas.

Lo que Gerolamo Stefanoni desconoce es que poco antes de morir su anfitrión que, a la postre, resultó ser un sujeto de la peor calaña y quien puso sobre la pista de sus pasos a la emboscada que salió tras él, reconoció en confesión todo lo que había hecho y reveló la situación exacta donde guardaba el tesoro de Stefanoni. Poco después de su muerte, y al tratarse de un tesoro de monedas de oro, fue custodiado y no pudo gastarse. En la actualidad se halla en las estancias del convento de Piediluco. Gerolamo Stefanoni se pasará toda la eternidad buscando su tesoro en el lugar equivocado. Mala suerte la suya.

Las más alucinantes historias de fantasmas y del más alláWhere stories live. Discover now