II

7 2 0
                                    

Cada vez que lo intento te vuelven a brillar

Tus ojos de perdida, me vuelven a cazar,

Me vuelven a cazar.

-Ojos de perdida, Los secretos.

La doncella se hizo paso por entre las filas de nobles, que rodeaban el área para realizar anuncios y proclamas. Al medir poco más que su madre, le era dificil ver lo que sucedía, además de que deseaba encontrarse en primera fila. El rey sin embargo era uno de los hombres más altos de la sala, mas él debía estar en su trono a la hora de escuchar los anuncios de la realeza.

Por fortuna, en cuanto Kæja logró llegar a la primera fila, su cuñado aún estaba esperando a Jódís, quien no era capaz de lograr hacerse paso entre la marabunta de personas. Una vez llegó, recolocó sus atributos regios, suspiró agotada y tomó el brazo de su marido. Su mirada se apagó una vez entró en contacto con él, pasando infelicidad a sus seres más cercanos. El monarca de Gairdin Ceoil miró hacia otro lado, arrepintiendose de la elección de esposo para su hija, pero tratando de ignorar su error.

-Mi mujer y yo tenemos un anuncio que seguro que llenará de orgullo a la sala.-Comenzó el gélido Rey de Frosnester. La nombró como si de un objeto se tratara.- ¿No es así, querida?

Ella ni siquiera abrió la boca, solamente asintió. Sin embargo, ante la mirada violenta de su férreo esposo, dijó un tímido "Sí mi señor" para luego bajar la cabeza. Él sonrió, orgulloso de que hablase como se le era ordenado, y continuó con el anuncio.

-Mi señora alberga en su vientre a mi nuevo retoño. Espero que los Dioses nos concedan un varón.

La sala se llenó de aplausos y enhorabuenas. En cuanto subió Daenna, Jódís se zafó de las manos de su marido con desprecio y fue al lado de Kæja. Cuando su hermana estuvo a su lado, la doncella de las pálidas flores le tomó la mano con fuerza, tratando de animarla. Una vez se miraron fijamente, empleando esa telepatía óptica que solo se da en los hermanos más unidos, Jódís recobró fuerza, pero demostrando rabia. Kæja sabía que tendría que escucharla mientras se cambiasen en el dormitorio. De todos modos, trató de que se centrase en Daenna, quien iba a hacer el segundo anuncio.

-Como mi prima me robó el primer anuncio, pues no les sorprenderá que espero un nuevo retoño.-Los demás nobles se miraron entre sí, sorprendidos por la falta de su marido y por la forma de dar el discurso.-Pero no solo tengo eso que anunciar.-Y eso llenó de murmullos la sala, de nobles que se preguntaban qué sucedía. Kæja y Jódís se vieron apretadas entre la muchedumbre que trataba de acercarse curiosa a la primera fila, con la mala suerte de que la pequeña y débil Kæja se perdió entre el movimiento de gentes.

-He de anunciaros que por orden del monarca, es decir, por mi orden,-Comenzó Daenna, mientras Kæja buscaba a su hermana y era empujada hacia atrás. Sus bellas peonias perdían pétalos y eran machacadas por los hombros ajenos- he decidido que mi mercado de especias podrá acoger a mercaderes de cada reino. Pero no solo eso. También hombres conocedores de ciencias que enriquezcan nuestro saber, transformándose con ello en una enorme feria internacional, de las artes, el comercio y el saber.-Prosiguió. Kæja, a su vez, estaba agobiada y al borde del llanto, puesto que ni ella misma se daba encontrado, sin embargo un cuerpo familiar se le acercó por las espaldas. Pudo sentirlo, era alto, respiraba emocionado al encontrarla. Guiada por un ánimo solo propio de los más puros enamoramientos a primera vista y propiciados por las más hermosas profecías dicivas, se giró pensando que era Erik, anhelando juntarse con su mirar.- Las propuestas de participación han de ser enviadas con al menos tres meses de antelación, avaladas por el monarca de cada Isla y luego serán seleccionadas por mi misma. Eso sí, habrá un número de genios de las ciencias elegidos por el comité. Con esto, finalizo mi anuncio.- La sala se llenó de aplausos y Daenna se dispuso a salir del área para anuncios. La nube de nobles se fue disipando, los grupos de gentes reorganizándose entre familiares y amigos. La sala se llenó de ánimos y bullicio. En paralelo, Kæja sentía todo lo contrario a alegría. No era Erik quien la había encontrado, sino John Dashenson, quien trataba de atraerla tomando actitudes absolutamente impropias.

El cantar del Rey Bastardo: La reina sin coronaWhere stories live. Discover now