Capítulo 5

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Capítulo 5

Alba

Llegué a casa realmente agotada. Tras almorzar con Will tuve que enfrentarme a dos ogros gruñones; mi jefe y Maya, la pequinés, quien se había escapado de su jaula negándose a volver. En el entrenamiento, William me exigió más de lo común, entrando también, en los ogros del día.

Me di un larga ducha, sintiendo mi cuerpo destensarse bajo el chorro. Al salir me sequé y enrollé la cabeza en una toalla. Me preparé algo rápido de comer y me senté con Misifú en el sillón. Disfruté del remanso de paz que inspiraba mi pequeño hogar, mientras veía la primera película que encontré.

Miraba el portátil de reojo, deseosa por escribirle a Guillermo. No había tenido noticias suyas y la decepción comenzaba a hacer mella en mí. Era estúpido por mi parte. Al fin y al cabo no sabía nada de él. Ni siquiera estaba segura de si era real. Sin poder contenerme un minuto más, encendí el ordenador y entré en la web, yendo directamente a su perfil.

"¿Has devuelto ya el bolígrafo?"

Mi dedo por inercia jugó con el mechón de mi pelo. No aparté la vista de la pantalla y por poco salto de alegría al obtener respuesta.

"Por supuesto. La señora se ha mostrado muy agradecida. Al parecer era un bolígrafo muy importante para ella. ¿Tú has vuelto a robar detergente?"

Me eché a reír y mis dedos volaron por el teclado.

"Me alegra saber que has tomado la decisión correcta. No, desde lo ocurrido tengo un gran suministro de detergente. ¿Qué tal tú día?"

"Más vale prevenir que curar. Ahora ha mejorado, ¿y el tuyo?"

El calor abarcó mi rostro. Fuese o no real, resultaba agradable hablar con él.

"Agotador: Un jefe con malos humos, un perro que me odia y un entrenador que de pronto se ha vuelto demasiado exigente."

"A tu jefe mándalo a freír espárragos. Perro ladrador, poco mordedor. Y tú entrenador tendrá un mal día."

Suspiré al recordar lo sucedido esa mañana. Lo cerca que estuvieron mis labios de los de Will. Probablemente me había vuelto loca, pero habría jurado que estuvimos a punto de besarnos.

"Si mando a freír espárragos a mi jefe, él me regalará un preciosa carta de despido. El perro es ladrador y mordedor. Y mi entrenador... creo que necesita vacaciones."

"¿Y tú, Alba? ¿Qué necesitas?"

Por unos instantes me quedé observando la pantalla sin pestañear. Releí la pregunta, pensando en una respuesta sincera. No la encontré. Sabía lo que quería, pero quizás no era lo que necesitaba. Mi cabeza gritaba que era Pablo, mi cuerpo... no opinaba igual.

Inspiré y contesté:

"Queriendo no faltar a mi sinceridad, te diré que no lo sé. No sé lo que necesito. Podría decirte lo que diría la mitad de la clase obrera; unas vacaciones. Pero ni siquiera estoy segura de necesitarlas."

"Corrígeme si me equivoco, pero creo que no tienes respuesta a esta pregunta porque nunca has pensando en lo que necesitas. Te preocupas de las necesidades de otras personas, pero nunca de las tuyas."

Suspiré y miré a Misifú. El gato levantó su cabeza, parecía retarme a negar aquella acusación que tan cierta era. No es que no me preocupara por mí, simplemente mis necesidades quedaban revocadas por la de los demás.

"Puede que no andes muy desencaminado."

"Pues eso tiene que cambiar." Mi corazón golpeó contras mis costillas y seguía leyendo. "Esta noche, antes de dormir, piensa en ello. Pregúntate a ti misma qué es lo que necesitas y cuando obtengas una respuesta, no dudes en ir a por ello."

Un golpe al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora