Capitulo 1 - Tormenta

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                                           Tormenta 

¿Había algo peor que estar un viernes por la tarde en un funeral? Si, estar en un funeral y no conocer a la mitad de los presentes.

Cuando el profesor de Solfeo, el señor  Cillian, un hombre anciano y encorvado que le recordaba a Mago Merlín había entrado esa mañana en el salón de música con el rostro decaído y una expresión de sufrimiento, Giselle nunca se imaginó que este daría aquella noticia.

― Leila Murphy ha fallecido el día de ayer jóvenes ―un silencio sepulcral inundó la sala repleta de estudiantes, muchos de los cuales bajaron sus instrumentos al escuchar la noticia, incluyendo el violín que reposaba Giselle en su clavícula izquierda― A causa de un terrible accidente, esta tarde será el velorio en la capilla de la iglesia de San Miguel ―continuó diciendo el anciano mirando a todos sobre sus lentes circulares― es por ello que las clases de la última hora se cancelarán para que su grupo de compañeros puedan darle el ultimo adiós a sus familiares y amigos. 

Terminado su anuncio el señor Cillian se retiró de la sala con el andar lento que lo caracterizaba y muchos comenzaron a murmurar entre ellos; lo poco que Giselle recordaba de Leila es que era menor que ella por unos cuatro años, compartían el mismo grupo de música y también el mismo instrumento musical. A pesar de que ambas tenían grupos de amigos distintos muchas veces coincidían en clases de su especialidad  y lograban intercambiar palabras; no muchas, pero las suficientes para hacerle notar que Leila era amable y alegre, en especial con su grupo de amistades; nunca se quedaba fuera de las horas de clases rondando por los alrededores del campus como los demás y era extremadamente puntual, pisando las aulas cinco minutos antes de cada clase y sentándose de primera siempre, aunque muy callada. Pocas veces hablaba y cuando lo hacía era para preguntar cosas puntuales, nada fuera de lo común en un estudiante promedio.

Y allí estaba Giselle,  seis horas después sentada en una de las butacas de madera a la mitad de la iglesia con hastío; ya había terminado la misa y muchos se acercaban al altar donde se encontraba el ataúd abierto en el que yacía Leila, apenas un bulto visible desde donde estaba. No necesitaba preguntar para reconocer a sus familiares cercanos en la primera fila con ojos rojos y uno que otro sollozo, luego reconoció al grupo de amigos cercanos que no pasaban de cinco personas y con los que se les veía por los pasillos de la universidad, y más atrás el resto de compañeros de clases que sólo estaban allí por obligación y curiosidad.

Curiosidad, era la expresión que traía Natacha en su rostro cuando regresaba por el pasillo central de la iglesia hacia ella ondeando su cabellera castaña y con rulos; había ido junto a Alexander a ver a Leila en su ataúd incluso cuando nunca la trató, su amiga tenía ese gusto extraño por los No Vivos y era fanática de las películas de terror, por lo que los funerales y cementerios le sentaban de lo mejor.

 ― Parece que estuviera dormida ―anunció ella sentándose a su lado mientras le daba un empujoncito con la cadera para que se rodara y dejara lugar a Alexander, su otro amigo que resaltaba por su melena pelirroja y su cuerpo alto y robusto― Igual que un vampiro ¿o debo decir vampiresa? ―se quedó pensativa la castaña.

― No puedo creer que te acercaste allá. ―respondió Giselle con una media sonrisa mientras negaba.

― Tu eres la que deberías ir ―habló esta vez Alexander inclinándose un poco hacia adelante para mirarla― ¿No eran amigas?

― Compañeras de clases ―puntualizó Giselle―Además, me da pena ir hasta allá  ―señaló el altar con un ademán de cabeza y una mueca― En especial cuando su familia está en primera fila llorando.

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