TODO EMPEZÓ EN EL INICIO DE LOS TIEMPOS...

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Tokio, 2:48pm

Hitoshi Shinsou caminaba por la acera con varios vasos de café en las manos, se dirigía al hospital donde su madre trabaja como enfermera desde hace varios años. La rutina se repetía cada tercer día, que es cuando su madre le tocaba guardia.

Psiquiatra de profesión, y barista por necesidad. Tenía una pequeña cafetería y chocolatería a pocas cuadras del hospital donde el mismo atendía a la clientela con una variedad estúpidamente grande de diversos chocolates y también servía el café.

Su profesión no ayudaba a pagar las cuentas, pero el chocolate y café con leche sí, aunque de vez en cuando sus antiguos clientes le pedían una cita para dar seguimiento a sus problemas mentales.

Él, con 1.83 de altura, cabello morado, despeinado, pálido y ojeras que realzaban sus cansados ojos amatistas; seguía su camino a paso tranquilo, no es como que tuviera otra cosa importante que hacer.

Al llegar, se detuvo, respiró profundamente y entro a la recepción ofreciendo uno de los cafés a la hermosa pelinegra que atendía el teléfono y le cerraba un ojo para que esperara a que terminara de hablar.

Shinsou giro su cabeza y veía como mucha gente gemía de dolor, otros sangraban de alguna extremidad, uno preguntaba si había visto a su familia, a lo que Shinsou negaba lentamente con la cabeza y varios se desplazaban de un lugar a otro desorientados

-Lamento si te hice esperar, Shinsou-kun - le dijo la pelinegra - pero es que el día está tan tranquilo que llamé a la casa de mis padres y no podía cortar la llamada - Shinsou asintió con una leve sonrisa. Era obvio que el lugar estaba vacío, a excepción de todos los entes y fantasma que Shinsou Hitoshi veía.

-No hay problema, hoy traje capuchino para ti Momo - la chica abrió los ojos con adoración por la bebida

- ¡Eres un sol! - le dijo casi arrebatando el vaso - pasa, tu madre no tarda en bajar.

Y así, sin problema, entro al área de urgencias donde la misma escena de la recepción vacía se repetía. Hitoshi veía fantasmas desde muy niño, no le asustaba, su abuela le enseñó que solo eran entes que sufrían por no cruzar el túnel al más allá, pero no podían tocarlo ni mucho menos hacerle daño. A veces eran grotescos, pocos tienen el estómago lo suficiente mente fuerte para hablar con alguien que tiene las vísceras de fuera porque lo acaban de atropellar.

Suspiró por segunda vez, su madre no debía tardar, pero no le gustaba mucho tener que convivir con seres que ya no deberían estar en la tierra. Bueno de hecho tampoco le gusta convivir con seres vivos. Así que no había mucha diferencia.

Suspiró por tercera vez... Entonces sintió un leve escalofrío en el lado derecho de su cuerpo, cerró los ojos por un par de segundos antes de girar a esa dirección. Y ahí estaba ella, como siempre que iba al hospital. No recordaba una sola vez que haya visitado a su madre sin verla aunque fuera de reojo.

Una niña cómo de 8 años, caireles blancos, ojos rojos y ropas claras, estaba sentada en una camilla frente a un cubículo cerrado con una cortina. Shinsou entendido de inmediato que quien estuviera ahí, estaba a punto de morir.

Porque el día que su abuela le enseñó que los fantasmas no le podían tocar ni hacer daño, fue el primer día en que la vio a ella. Solo tenía 5 años cuando su abuela murió y vio como esa misma niña se la llevaba y desaparecían.

Si, esa pequeña era la muerte en persona, qué curioso que sea una niña ¿No? Pero lo que más le llamaba la atención, era que se veía cansada, en su rostro se veía el fastidio, tamborileaba los dedos y la forma desparramada que se encontraba en la camilla le confirmaba lo que pensaba

Vacaciones de la Muerte (SHINKAMI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora