Jareth
Estoy sentado frente a la ventana de mi departamento, viendo nada, sólo pensando en lo mismo de siempre: Janeth y mi hijo. Ya han pasado cinco años desde que nos separaron a los tres, cinco años desde que le hicieron creer a Janeth que nuestro hijo nació muerto, cinco años en los que no he sabido nada de ella. Estos años han sido muy difíciles, Janeth y yo estuvimos juntos toda nuestra vida, somos mellizos y ahora tenemos años sin saber el uno del otro. Me atrevería a decir que mi vida durante estos cinco años ha sido muy miserable.
Al día siguiente que se llevaron a Janeth, papá volvió de su viaje, mamá le contó todo y él estuvo de acuerdo con lo que le hizo a Janeth de mandarla lejos. A mí me dejaron salir de la habitación, con permiso sólo para ir a la escuela, durante tres años así fue todo, de la escuela a la casa y de la casa a la escuela, aunque quisiera no podía ir a ningún otro lugar, siempre venía un tipo enorme detrás de mí. Cuando cumplí los dieciocho conseguí un trabajo de medio tiempo en una cafetería y me fui a vivir a un pequeño departamento con un compañero de la escuela.
Ahora que tengo veinte sigo estudiando en la universidad, pero tengo un muy buen empleo que me ayudó a pagar un departamento más grande y en un mejor lugar, por supuesto aún vivo con mi compañero, no podía dejarlo en aquel lugar solo. Ambos acá corremos con los gastos y todo lo que se necesite.
—Jareth, afuera me encontré con el chofer de tu mamá —cierro los ojos y aprieto la mandíbula y las manos al escuchar eso. La gente de esa mujer no tiene nada qué hacer aquí—. Tu mamá falleció hoy —me giro para quedar frente a mi compañero.
—Ya era hora, ¿no?
No me siento feliz, pero al menos me da tranquilidad saber que esas dos personas que por desgracia nos dieron la vida ahora estén muertos, aunque eso es un castigo leve para ellos que hicieron lo peor que puede hacer un ser humano, regalar a un bebé de su propia sangre. Porque yo sé que mi hijo no está muerto y también sé que no lo dejaron en la casa o sus alrededores, eso lo comprobé investigando la vida de cada empleado de la casa para saber si no tenían un bebé. Así que la única conclusión lógica es que lo regalaron, lo que en estos años no he podido saber es a quién.
—Vaya amigo, tus padres si que te deben haber hecho mucho daño, por qué el año anterior te emocionaste al saber que había muerto tu padre.
—El fue un maldito cómplice en el juego de esa arpía, siempre se dejaba manipular por ella, nunca se atrevió a negarle algo, a todo siempre le decía que sí, por eso no impidió que se llevaran a Janeth.
A él ni siquiera le importó averiguar que pasó con el bebé.
—¿Janeth es tu hermana? —lo veo y asiento—. Pues el chofer mencionó que tu madre antes de morir pidió que la llevaran pues quería a sus dos hijos en su funeral.
Abro los ojos asombrado al escuchar eso, primero porque esa mujer hasta en sus últimos momento fue una hipócrita y segundo y más importante, Janeth vendrá, mi hermosa Janeth vendrá.
—Bueno, creo que la fiesta que quería organizar se tendrá que esperar, mejor iré al circo que armarán en esa casa.
Estoy que no quepo de felicidad en mí, podré volver a verla, podré hablar con ella, decirle lo mucho que la amo, lo mucho que la he extrañado y lo principal que encontraré a nuestro hijo porque no está muerto.
🌠🌠🌠
Entro a la casa y lo dicho, es todo un circo acá dentro, el grupo de la Iglesia a la que la mujer iba a darse golpes de pecho y a presumir de su perfecta vida como hija del señor, se encontraba rezando un rosario y llorando por la arpía. Ruedo los ojos y sigo de largo hasta el patio, éste está vacío, gracias a Dios, no quiero a nadie dándome el pésame porque me reiré en su cara y le contaré que no me está doliendo ni un poco la muerte de esa mujer y más al contrario me ha quitado un peso de encima. Saco la cajetilla de cigarros de mi bolsillo, saco un cigarro de ésta y lo prendo con el encendedor, le doy la primera calada y empiezo a relajarme un poco. No quiero hacer un show acá.
—Tú debes ser Jareth, ¿verdad? —me pregunta un hombre de traje.
—Sí, ¿por? —me cruzo de brazos.
—Yo soy el abogado de sus padres, el encargado del testamento de su madre.
—¿Y eso qué? —me encojo de hombros.
—A petición de su madre para que yo pueda leer el testamento deben estar usted y su hermana, pero a ella no la he encontrado aún.
—Yo tampoco, así que estamos igual —me doy la vuelta y seguí fumando mi cigarrillo.
Lo que menos quiero en esta vida es recibir algo material de esa mujer que me destrozó la vida.
—Si llega a ver a su hermana, por favor vengan ambos conmigo para ponernos de acuerdo con la lectura del testamento.
Lo ignoro por completo y al parecer entiende que no tengo interés alguno en lo que esa mujer haya dejado, porque se va, sigo dándole caladas a mi cigarrillo hasta que lo termino y lo lanzo al piso, luego de pisarlo, entro a la casa y voy directo a la habitación dónde tuve los mejores y peores momento de mi vida. Me acerco al escritorio y recuerdo el golpe que me di contra este, llevo mis dedos al lugar donde tengo la pequeña cicatriz. Me giro y veo ambas camas, una al lado de la otra y sonrío al recordar todas las maravillosas noches que pase junto a Janeth aquí. Cierro los ojos y mi sonrisa se borra al recordar que precisamente aquí nació nuestro hijo, al que nunca pudimos tener en nuestros brazos, al que nunca pudimos conocer.
El ya común chirrido de la puerta me hace girar y cuando lo hago me quedo sorprendido, mi boca se abre, pero las palabras no salen de ésta, ella está parada en la entrada, está quieta y me está viendo fijamente como yo a ella.
—Janeth.
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Juro Encontrarte.
Short StoryNuestro amor podía ser todo lo prohibido y lleno de pecado que quisieran, pero eso no significaba que no fuera amor, yo la amaba a ella y ella a mí. El amor no entiende nada, sólo llega y ya, con la persona que menos esperas o con la que no debes, p...