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Janeth

El celular suena, en mi sueño lo escucho a lo lejos, pero sé que no hace parte de el, así que abro los ojos y lo busco, sin ver quién es acepto la llamada.

—¿Sí? —pregunto.

—Buen día, soy el licenciado Ramírez, abogado de sus padres, le hablo porque necesito reunirme con usted y su hermano para leer el testamento de su madre.

—Am, sí, claro.

—¿Le parece si nos vemos hoy por la tarde en casa de sus papás?

—Sí, ahí nos vemos —termino la llamada y dejo el celular sobre la mesita de noche.

—¿Quién era? —doy un brinco al escuchar a Jareth y más aún al verlo a mi lado enredado en las sábanas—. ¿Qué?

—Me asustaste —me pongo mi bata y me levanto de la cama—. El abogado llamó, nos veremos con él en la casa por la tarde para leer el testamento.

—Yo no voy a ir —niega.

—Necesito que vayas, quiero que lea el testamento lo más pronto posible para irme de acá.

—¿Qué? ¿Cómo que te vas a ir? —se levanta de la cama con la sábana rodeando su cintura y viene hacia mí.

—Tengo que hacerlo.

—¿Por qué? —pregunta con tristeza.

—Porque lo que pasó anoche no debe volver a pasar, esto es incesto —aparto la mirada porque sé que no es culpa de él, yo también quería hacerlo.

—Yo te amo, te amo más que a nada en la vida, bueno, a ti y a nuestro hijo.

—Jareth, entiende que ese bebé murió, por favor ya déjalo descansar en paz.

—Él no está muerto, ¿en qué idioma debo decírtelo? —me grita con los ojos llenos de lágrimas.

—Bien, lo que tú digas, pero ya en serio, necesito que vayas a esa reunión para que pueda...

—No te preocupes, ahí voy a estar para que puedas irte tranquila y puedas fingir que no sientes nada por mí, porque soy tu hermano y esto es incesto —se quita la sábana, toma su ropa y empieza a vestirse.

—Jareth deberías ir a la iglesia, quizás así te des cuenta que esto está mal, también si tomaras terapia como yo quizás tú...

—¡No necesito terapia ni ir a la iglesia! —me ve con rabia—. Yo te necesito a ti, ¡necesito a nuestro hijo! —no digo nada, así que se sienta y se pone los zapatos—. Y vete tranquila, sé feliz y no te preocupes por mi maldita vida o mis malditos traumas o si mi maldita alma se va al puto infierno.

Se levanta, va hacia el sillón en dónde se encuentra su camisa, la toma y se la pone. Me ve fijamente y niega.

—Todo sería mejor si estuviera muerto, ¿no crees? —sonríe amargamente.

—Jareth, no digas eso —no presta atención a lo que le digo y se va—. Jareth —empiezo a sollozar.

Ahora tengo miedo de que haga alguna idiotez.




🌠🌠🌠




Entro a la enorme casa y voy directo a la oficina, el abogado está esperando en la entrada, estrechamos nuestras manos y me invita a pasar.

—Mi hermano no vendrá, ¿será que pueda leerlo sólo para mí? —le pregunto.

—Eso no será necesario —me giro y Jareth está recostado en la pared, de brazos cruzados, serio—. ¿Podemos empezar? —pregunta con rabia.

—Claro —el abogado se sienta, yo lo hago en la silla de enfrente—. Bueno —se aclara la garganta y empieza a leer el testamento.

La casa es de ambos, nos dejó dinero también, los negocios quedan a cargo de los socios, ellos deben darnos un porcentaje de las ganancias a cada uno cada mes sin faltar alguno o les quitarían el derecho y nos quedaríamos nosotros con ellos. Hay una casa, una muy alejada de la ciudad, esa también es de ambos. Eso es todo, termina con el testamento.

—Bien, entonces, gracias —empiezo a ponerme de pie.

—Hay algo más —dice el abogado y toma un sobre—. Dejó esto para ustedes —lo tomo, él se pone de pie y se despide dejándonos solos.

—¿Qué es eso? —pregunta Jareth acercándose a mí.

—No lo sé —tomo el abre carta y abro el sobre—. Veamos que es —saco la carta, desdoblo el papel y empiezo a leerla—. Nunca fui una madre perfecta cómo quería, hice cosas que quizás para ustedes fueron malas, pero debía hacerlas, como separarlos; yo no podía permitir que estuvieran juntos viviendo en pecado, por eso también me llevé al bebé.

Al leer eso último me quedo con la boca abierta.

—¡Te lo dije! ¡Él no nació muerto! —grita Jareth y empieza a caminar por la oficina.

Tomo aire y continúo leyendo la carta, necesito saber más.

—Él nació vivo, nació bien, pero aún así no podía quedarse, era fruto del pecado, fruto de un incesto, así que lo entregué a unas personas que querían un hijo, al amigo de su padre, el señor Gómez. Él y su esposa se quedaron con el niño, les digo esto porque no podía seguir guardando más ese secreto y porque a pesar de todo merecían saberlo. No espero que me perdonen por el daño que les causé, pero espero y entiendan que lo que hicieron no estuvo bien, que entiendan que es un pecado, un gran pecado y no podía quedarse así.

Dejo la carta sobre el escritorio y respiro hondo, no sé en qué momento empecé a llorar, pero mis mejillas ya están bañadas de lágrimas que caen a mi regazo.

—Todo este tiempo pensando que mi bebé estaba muerto y que era un castigo de Dios por lo que hicimos y ahora me doy cuenta que no fue así, que está vivo, que siempre lo ha estado —los brazos de Jareth rodean mi cuerpo—. Soy una estúpida, durante años me trague ese cuento y nunca hice nada por buscar a ni hijo, en el fondo siempre tuve una esperanza de que estuviera vivo, pero me empeñe en creer la mentira que me dijeron, preferí pensar que era un castigo.

—Tranquila —acaricia mi cabello—, ya sabemos quién lo tiene y lo vamos a buscar, nuestro hijo va a estar con nosotros, te lo prometo.

—Necesito tenerlo conmigo.

—Así será, juro que lo encontraré y lo traeré contigo, te lo juro.

Juro Encontrarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora