Capítulo 1

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Ya la noticia se había anunciado y desde que la tarde llegó, él y su madre, en total silencio, se dedicaba a alistar su ropa sobre aquél bolso sucio y con pequeños hoyos, sollozando a la par, pensando en la situación en la cual estaban y afectaba grandemente a los tres.

NamJoon estaba sentado a un lado, abrazando sus delgadas piernas mientras la veía con preocupación; todo estaba comenzando a ser muy difícil para su cercana partida. Lo entendía y no quería irse porque la idea de estar solo con hombres enfermos le aterraba mucho.

—Mamá...—NamJoon la llamó, con su voz temblorosa a la vez que sus ojitos comenzaban a darle un picor muy rápido y en su garganta se formaba un doloroso nudo—, no quiero irme... no quiero que papá me lleve con esas personas—y sus últimas palabras fueron casi forzadas debido a que quería romper en llanto.

Su progenitora dejó de doblar la ropa y se levantó de donde estaba y fue hasta donde estaba su pequeño hijo, sentándose a su lado para poder abrazarlo y acurrucarlo sobre ella, acariciándole su cabello tan suave. Confiaba que con eso podría tranquilizarlo un poco.

—Debes comprender que a tu padre no hay que contradecirle las cosas... Sabes que cuando decide algo, no hay cómo hacerle cambiar de opinión... ni siquiera cuando su familia está involucrada—enredó sus dedos con suavidad sobre las hebras del castaño cabello del menor, suspirando profundamente para evitar derramar lágrimas mientras hablaba. Tenía que ser fuerte... y sólo por su hijo—. Siempre estaré contigo, Joonie... No importa que váyamos a estar separados. No hay obstáculos, mi bebé—dió un besito en su cabeza.

Y sólo asintió mientras un par de gotas, sobre sus mejillas, se deslizaban poco a poco. Su madre y tales palabras hacían más dura la situación, convirtiéndolo en un futuro recuerdo nostálgico.

Minutos después, unos golpecitos se escuchó en aquella puerta y ambos se separaron, simulando que aún arreglaban sus mudadas para ya irse. Sabía que era su padre avisando que faltaba muy poco para que NamJoon abandonara su hogar para siempre y jamás supiera de ellos por el resto de su vida tan difícil que le esperaba a partir de que pusiera un pie afuera de su casa.

—Se fuerte, Joonie...—escuchó la voz de su hermana y entonces NamJoon no pudo evitar romperse en mil pedazos antes de que su presencia se esfumara en aquella oscura y pequeña habitación.

Adiós.

Ámame, por favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora