Subí la escalera y encontré a Moscú intentando hacerle entrar en razón desde el pasillo mientras escuchaba los gritos de Denver dentro del baño, acompañados de golpes a las paredes y puertas.
-Moscú.-lo llamé y se giró-Quiero hablar con él...cara a cara.
-¿Tú le has hecho esto?
-¿El qué?-fruncí el ceño.
-Me ha dicho que después de la verbena...os acostásteis y que ahora andas detrás de Berlín.
Me dio un escalofrío y bajé la cabeza.
-¿Es eso cierto?-insistió-El profesor dijo "Nada de relaciones personales." y tú vas y te lías con los dos.
Suspiré, sus palabras eran tan duras como ciertas.
-¿No estás cansada de hacerle daño a la gente? Mi hijo está enamorado y lo tienes ahí dentro llorando porque tú te aburres de alguien cuando le has sacado lo que querías. Las personas no son de usar y tirar y...ya deberías saberlo.-me miraba a los ojos y yo estaba empezando a sentir un nudo en la garganta-Piensa bien lo que estás haciendo porque aquí puede liarse una buena por tus juegos de ahora estoy con uno y ahora con otro. Aquí hemos venido a trabajar, no a hacerle daño a nadie de ninguna forma. Nosotros no somos personas muy inteligentes pero...tenemos corazón. Sé que no debería entrometerme pero lo hago porque has roto el de mi hijo, como haces siempre. Tokio y tú no sois tan diferentes.
Yo ya estaba llorando con un fuerte dolor en la garganta.
-Lo siento.-susurré y bajé al despacho.
Cuando entré, Berlín se levantó del sillón para abrazarme pero lo evité. Me senté en el sofá con las manos en la cara, sin dejar de llorar.
