Orgullo

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El dedo índice de Irene Montero estaba presionando el botón de apagado del televisor en el mismo instante en que oyó una llave girar sobre la cerradura de su propia casa. Tuvo, casi como un gesto instintivo, que taparse la cara con ambas manos para poder intentar enfrentar mentalmente todo lo que se le venía encima en cuanto la persona que se encontraba al otro lado traspasase el marco de la puerta. Las noticias ya le habían adelantado, casi con sorna, la hecatombe que se le venía encima esa noche. Huracán de emociones, de ira, de rabia, de empatía, por los demás y por ella. Un cóctel de sensaciones que no sabía muy bien cómo iba a gestionar. Jamás, en su vida, se había imaginado que tendría que enfrentar un dilema moral semejante. Definitivamente estaba perdiendo las referencias.

Oyó los pasos arrastrados de Inés caminando en su dirección, cada vez más cerca. Por algún motivo que desconocía se le había acelerado por tres la velocidad de los latidos del corazón. Como si nunca hubiera tenido que enfrentar una discusión. Un momento tenso, un mal día. Desde luego, nada como esto había tenido que tratarlo jamás. Suspiró hondo, oyendo a Inés ya demasiado cerca, lo suficiente como para estar dentro de su punto de visión. Se liberó de sus manos y se despejó la vista, echándose el pelo hacia atrás con un par de dedos e incorporándose en el sofá.

Tardó unos segundos en atreverse a mirar a Inés. Pero tuvo que acabar por verla, por observarla. Estaba empapada. El pelo se le pegaba a ambos lados de la cara y su blusa verde se adhería totalmente a su cuerpo marcándole el ombligo. Los puños de Inés estaban apretados, casi rojos por la fuerza que estaba haciendo. Y su mirada, gris, oscura, una mezcla de ira y culpabilidad que Irene no supo descifrar en qué porcentaje estaba oscilando. La de Podemos se mordió el labio, negando con la cabeza y suspirando de nuevo. Inés la miraba, estática, sin moverse de delante de ella, esperando quizás que la reprimenda llegase cuanto antes para terminar con todo aquello. Pero Irene no tenía palabras, ni expresiones, por primera vez se había quedado sin habla. ¿Qué iba a decirle primero? ¿Qué debía ahorrarse? ¿Debía enfadarse o apiadarse de aquella imagen que tenía ante sus ojos? Una parte de su ser quería levantar la mano e impactar contra la cara de Inés, la otra necesitaba abrazarla. Finalmente, decidió luchar contra sus dos mayores impulsos y despegó los labios para intentar formular alguna frase coherente. Fuese cual fuese.

Pero Inés no le dio tiempo.

—Antes de que digas que me advertiste... —Inés levantó el dedo índice en señal de amenaza. Irene la miró, levantando una ceja, expectante. — Ya lo sé. Pero no estoy de humor.

Se volvió a hacer el silencio. Se hizo rey y señor de esa casa en esos instantes. Irene estaba enfadada. Ya había discutido ese tema con Inés. Las dos sabían que era Montero quien tenía razón, pero aún así Arrimadas había hecho lo que le había dado la gana. Como siempre, nada nuevo. Ir al Orgullo con Ciudadanos había sido un error, y de los grandes. Inés era consciente, siempre lo había sido, pero estaba dispuesta a luchar por su partido con uñas y dientes. Era cuestión de honor, decía. Irene a veces tenía la sensación de que el poder le enganchaba demasiado a su nueva pareja.

Habían ido a provocar. Lo sabía la madrileña, la catalana era consciente y cualquier persona con un mínimo de raciocinio también lo habría notado. Pero Inés iba a seguir defendiéndolos. No había más que ver la rabia que escupía en sus declaraciones a la prensa.

—¿Tú te crees que es normal semejante espectáculo? —Irene se levantó del sofá, poniéndose frente a una Inés que había erguido el cuerpo en señal de defensa. No iba a permitir que Irene le tumbase ninguno de sus argumentos, eso ambas lo tenían claro. Pero la madrileña tenía que intentarlo. — Habéis hecho el ridículo, habéis jodido la manifestación y aún encima vais a alargar esto semanas. —A Irene le empezó a salir la agresividad por los poros. Ver a Inés en esa actitud en las noticias le había encendido demasiado. Estaba cruzando una línea que no le gustaba en absoluto.

Efímeras - One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora