Los zapatos de tacón de Inés repiqueteaban haciendo que el sonido retumbase por aquel interminable pasillo. Irene la veía moverse, mientras caminaba un par de pasos por detrás sin entender muy bien cómo era capaz de ir tan rápido con lo que llevaba puesto. Aún así, la sonrisa se le escapaba furtiva de la boca en un intento de tensión que la de Podemos intentaba poner entre sus labios. La espalda descubierta del body de encaje que Inés se había puesto aquella noche era la culpable. No podía negarlo: estaba nerviosa. Inquieta por acudir a una cita que no le apetecía, por los ojos con los que le había mirado Inés antes de salir de casa, por ese pantalón de traje que le hacía las curvas todavía más perfectas -si es que se podía-.
Jugando con el dedo pulgar entre el resto, la madrileña aceleró el paso hasta ponerse a la altura de Arrimadas, que ya estaba llegando al final del pasillo.
—¿Huyes de mí? —Irene rió, mordiéndose el labio después y desvió la vista hacia la derecha para poder observarla mejor.
—No se me ocurriría. —Susurró Inés negando con la cabeza. Con un movimiento apenas perceptible, rozó con sus dedos los de Irene. Con los tacones que llevaba la catalana, ese día las dos estaban prácticamente a la misma altura. — ¿Estás nerviosa? —Inés se paró frente a la puerta, haciendo que Irene frenase en seco también. Se miraron a los ojos con una tensión permanente en las pestañas que decoraba su conversación a cada segundo. Claro que estaba nerviosa.
—Es que todavía no sé qué hago aquí, cariño. —Irene se encogió de hombros soltando una carcajada rendida. — Toda esta gente estará esperando que llegues con Xavi y tú vas a aparecer con la portav...
—Contigo. —Sentenció Inés elevando el tono para intentar acallar el final de la frase de su compañera. — Voy a aparecer contigo. —Se hizo el silencio de nuevo. Irene no respondió porque tampoco tenía mucho sentido decir nada más. Inés se había empeñado en aquella fiesta y no había manera de negarse, le resultaba imposible. Cuando a la de Ciudadanos se le metía algo en la cabeza hacía lo imposible hasta conseguirlo. Era su mayor defecto. O su mejor virtud. — Además, no conozco ni a la mitad. —Irene resopló, cruzándose de brazos. El acudir a aquella fiesta les había costado varias discusiones e Inés había entendido que lo mejor era hablar con Irene en un tono conciliador. —Carinyet... —Susurró la catalana rodeando la cintura de Montero. Esta vez era ella quien le apartaba de la cara el único mechón de pelo que Irene se había dejado fuera de la coleta.
—No seas pelota. —Irene se sostuvo la risa entre los dientes, apartando la mirada a algún punto incierto del techo de ese pasillo. Notaba las manos de Inés recorriendo su espalda, acariciando la tela de la blusa semitransparente que se había puesto esa noche.
—Estás preciosa. —Arrimadas se estiró para susurrar en su oído causándole uno de esos escalofríos ya tan familiares en el cuerpo de Irene. Nunca se acostumbraría a sentir su olor así de cerca. — Y te quiero. —La sonrisa ya se escapó, volando lejos. La madrileña odiaba la capacidad que tenía Inés para hacerle perder el control, las formas y hasta las ganas de enfadarse. Aún así, con un esfuerzo sobrehumano, consiguió mantener los brazos cruzados y no lanzarse a atrapar con sus dedos el cuerpo de la otra. Se quedaron así, en silencio, con las mejillas rozándose. Inés la abrazaba con delicadeza e Irene simplemente se dejaba, se perdía, se metía durante unos minutos en su hogar para poder enfrentarse al exterior con las fuerzas renovadas.
Pasaron un par de minutos en donde las respiraciones de ambas se acompasaron, consiguieron coordinarse e ir a la vez, sentirse plenamente suyas a pesar de estar en medio de un pasillo que no habían visto jamás, a pesar de los enfados previos, de las discusiones absurdas, a pesar del día a día. Fueron unos pasos provenientes del exterior los que hicieron despertar sus alarmas y pegar el salto de nuevo a su realidad. Y a la jodida fiesta. Irene resopló de nuevo cuando sintió el cuerpo de Arrimadas separándose de ella. Pero no le dio tiempo a volver a quejarse. La catalana la agarró de la mano y abrió la puerta, adentrándose entre la multitud y arrastrándola consigo. Una metáfora bastante acertada de lo que era su vida desde que Inés había entrado en ella.
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Efímeras - One shots
FanfictionOneshots Irenés para todos los gustos. Edit portada: @fakeirenes