Dos hombres y un destino.
La comisaría no estaba muy lejos de la casa de Emma, y en menos de veinte minutos ya
estábamos dejando el coche en el garaje.
A esas horas había un gran movimiento del personal que entraba a trabajar y los que ya habían
cumplido su turno y salían hacia sus casas.
Emma realizaba una labor similar a la mía en Abilene, era policía pero dedicada al trabajo en
oficinas.
—Esa puerta de allí— me dijo señalándola—. Lleva al despacho del jefe. Yo tengo que ir a mi
puesto de trabajo. Suerte y no le hagas caso a su tono gruñón, en el fondo es un buen hombre.
Me dio un beso en la mejilla, y se dirigió a una mesa que estaba situada próxima al despacho,
me sonrió dándome ánimos. Sabía que para mí, mi gran amiga Emma, sería un gran apoyo en
todo momento.
—Yo estaré aquí—.Saber que estaba cerca, me ayudaba mucho.
Cuando me coloqué frente a la puerta del comisario, las manos me sudaban, era un paso
importante y temía no estar a la altura. Tomé aire, me sequé las manos en la falda y toqué con
energía.
— ¡Adelante!— contestó una voz profunda.
Entré en el despacho con decisión. No quería que me viera nerviosa y aunque lo estaba, trataría
de disimularlo.
Él estaba sentado detrás de una gran mesa llena de papeles y un ordenador. En cuanto me vio
entrar se levantó de su silla y se acercó a mí con la mano extendida a modo de saludo, yo la
tomé y me presenté:
—Buenos días comisario Moore. Soy Abigail Greene—. Todo el mundo me llamaba Aby pero él
iba a ser mi jefe y desde el principio quería dejar claro que no permitiría ninguna intimidad
entre nosotros, por experiencia esto sólo complicaba las cosas. Entre jefe y empleado no debe
haber ningún tipo de amistad.
—Es usted muy puntual, eso me alegra señorita Greene.
“Perfecto lo había captado, nada de familiaridad, ni amistad”
El comisario era un hombre bastante alto y con una forma física envidiable, se notaba que hacía
mucho ejercicio. Llevaba el pelo corto de un color negro intenso al igual que el de su barba, la
cual estaba muy arreglada y le hacía especialmente atractivo. Aunque nunca me gustaron los
hombres con barba, he de confesar que al comisario le favorecía mucho. Me miró con unos
penetrantes ojos verdes.
Era totalmente consciente que al igual que yo, él también me estaba analizando y fijándose encada detalle de mi apariencia. Siempre he sido muy buena para deducir cómo es una persona
según su aspecto y el señor Moore con su manera de mirarme, su estética perfectamente
acicalada, con el nudo de su corbata centrado e impecablemente anudado, me decía que era