Luego de calmarse un poco, Sarah comenzó a ordenar la ropa que Lia solía usar.
Cada blusa, cada jean, cada par de medias, cada par de zapatos, todo, lo miraba, lo tocaba y lo abrazaba hasta mas no poder, lloraba como nunca había llorado, se puede decir que éste es un momento muy triste de la historia.
Que hijo o hija no desea conocer del todo a su madre, saber que le gusta hacer, su programa de televisión favorito, que hubiera sido en otras sircunstancias, que cosas la apasionan, que ropa le gusta, que cosas odia de una persona, básicamente conocerla de Pe a Pa. ¿Quién no hubiera querido eso? Lia lo hacía, Lia sabía todo y absolutamente todo de su madre. Su relación era muy buena, eran como mejores amigas que se cuentan todo.
Pero Lia se había guardado una parte de su vida para ella sola. Una parte que decidió no compartir con nadie más que ella misma. Y así fue. No se lo contó a nadie. Excepto ella y las cuatro paredes de su cuarto lo sabían, ah, y su diario.
Si se preguntan sobre el trabajo de Sarah, era escritora, escribía en su casa, para una revista, pero a pesar de estar en su hogar todo el día no pasaba mucho tiempo con su hija, excepto a la noche, que era solo de ellas y era cuando charlaban y hablaban de sus cosas.
Sarah creía que Lia era sincera con ella pero al parecer... no lo era del todo.