Caotic Lullaby.

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Disclaimer: Los personajes de Good Omens son propiedad de Terry Pratchett y Neil Gaiman, así como de la productora Amazon Prime. El actual escrito ha sido hecho sin fines de lucro.


Capitulo Único.

Le miró hacia arriba, admirando su quijada cuadrada con la barbilla partida, sus labios apretados y los rojizos pelos dentro de su nariz.

Iba de su mano por un pasillo de la mansión, en la tercera plata, del lado que daba el sol y tenía vista a los jardines.

Caminaron seis pasos y se detuvieron en un ventanal. La niñera volteó mecánicamente la cabeza hacia afuera, con el sol reflejándose en sus gafas oscuras. Reanudaron hasta llegar a otros seis pasos y volvieron a detenerse, con la nana mirando otra vez fuera. Seis pasos más y la mujer volvió a frenar de manera rígida, volteando la cabeza lentamente hacia la ventana.

Parecía estar loca.

Fuera no había nada interesante. Sólo estaba el jardinero.


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Un día, mientras tiraba piedras a las camionetas de los guarda espaldas, con Nanny acercándole rocas con la punta del zapato, manteniendo una postura estricta y la mirada al frente como si fuera una estatua.

Agachó la mano y una roca rodó directamente hacia sus pequeños dedos. Cuando la arrojó y se agachó por otra, una especialmente grande llegó a él como por arte de magia y con ella le dio a un espejo. Poco importaron las leyes físicas que sumaban una roca demasiado pesada y el penoso y débil tiro de un niño de cinco años.

Excitado por la buena puntería, se agachó para recoger una más y ver qué rompía, pero no hubo roca alguna.

En su lugar, la niñera caminó dos pasos con su pesado vestido y sus lustradas botas de tacón cuadrado y se quedó mirando hacia los pinos, donde el gordinflón y viejo servidor podaba las ramas trepado en una escalera.

—¿Crees que se caerá de la escalera, Nanny? —Warlock, con su voz patosa, se acercó a la mujer de rígida quijada.

—¿Eso es lo que quieres, cariño? — Habló ella con un siseante acento. Warlock canturreó emocionado; diciendo con la inocencia de un niño que sería divertido que se rompiera las piernas. Estaba a unos días de cumplir los seis años, y el crío a veces sacaba a relucir para lo que estaba destinado a ser.

La niñera le dio una larga mirada, y aunque su padre dijera que miente, a veces podía ver un brillo frio y amarillo en los ojos demasiado castaños de la mujer.

— Pero él es bueno contigo ¿no, dulzura? — el niño rio diciendo que si. Tapándose la boca con la picardía de un mocoso travieso al que le han contado un chiste especialmente jocoso, y no como un pibillo que está deseando que alguien se rompa las piernas por diversión. La niñera le removió los cabellos como lo haría un robot sacudiendo un mueble — ¿Y ése, my lord? — Apuntó a un hombre robusto de mediana edad que sobre una escalera, cortaba las ramas del roble —. Él se emborracha por la tarde y le pega a su mujer. Tiene dos hijos fuera del matrimonio y una vez arrolló a un cachorro.

El niño asintió y la escalera cedió. Cuatro meses de hospital valieron las risas del niño.

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Caotic LullabyWhere stories live. Discover now