Juramento.

455 34 39
                                    

Sora estaba recostado en el pecho de Riku, sin mirar a nada en específico, sin sentir nada en especial.

Riku solo permanecía en silencio tras haber tarareado una música que, si era honesto, no recordaba de dónde había quedado en su mente, solo sabía que ahí estaba y ya.

Acariciaba suavemente la cabeza del más pequeño que yacía encima suyo, con la misma delicadeza que tocaría un cristal, y en contraste su otro brazo lo rodeaba en un abrazo, fuerte y cálido, buscando con ello apaciguar la apatía que el chico parecía no poder dejar atrás.

🗝

Eran casi las dos de la mañana, no supo porqué se despertó, simplemente ocurrió.

Se levantó y desordenó sus cabellos grisáseos con una mano, bostezando y caminando con torpeza se acercó a la ventana, recién ahí se dio cuenta de que era tarde, o bien, demasiado temprano.

Iba a restarle importancia y volver a su cama de no ser porque vio una figura demasiado conocida caminando por la playa, a paso lento, acercándose al agua por instantes para luego seguir su camino que parecía ir en un vaivén.

No dudó ni dos segundos en bajar de allí, solo necesitó saltar a una rama que estaba al lado de su balcón para luego poder llegar a tierra sin obstáculo alguno.

Tembló por un par de segundos a causa del viento fresco, pero sin darle atención, se acercó por fin al pequeño chico castaño.

―¿Sora?

El nombrado pegó un pequeño brinco, se giró sobre sus talones para ver directamente al albino que se encontraba, ahora, frente a él.

Riku se vio angustiado al notar las ojeras marcadas debajo de los ojos de Sora, más al notar que estos mismos, estaban rojos, y para hacerlo más preocupante, tenía las mejillas húmedas. Estaba llorando, y no paró hace mucho.

―Riku... ¿qué... qué haces aquí?

De inmediato se asomó una sonrisa en su rostro, riendo en un tono bajo, mientras se secaba las mejillas usando el dorso de sus manos.

¿Por qué? ¿Por qué estaba llorando así? ¿Qué había pasado?

Comenzó a acercarse en completo silencio, para su sorpresa, Sora comenzó a retroceder, por lo que tuvo que detenerse.

―¿Qué pasó?

―Eso... eso te pregunto a ti, ¿por qué estás aquí? ¿Algo te despertó o..-

―No me cambies el tema Sora... ¿por qué estás aquí a esta hora... llorando?

Notó como el cuerpo del pequeño dejó de temblar, solo para ponerse tiezo, nervioso, apartando la mirada hacia el suelo mientras se abrazaba a sí mismo.

―¿Por qué..?

―¿Sora?

―¿Por qué debías venir? Solo un poco más y volvía a ser el chico alegre, despistado y tonto de siempre...

Rió un poco para sí mismo, aunque las lágrimas volvieron a bajar lentamente, soltando un pequeño sollozo a penas un segundo después.

Se cubrió el rostro usando ambas manos, encogiéndose sobre sí mismo, hasta quedar de cuclillas en la arena, suspirando pesadamente.

Todo se vale.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora