Estando en aquella alcoba fría, miraba el fuego en mis manos. Cada vez que salía de las palmas cambiaba de color. Cuando estaba contenta era de un color amarillo. Cuando algo andaba mal éste se tornaba púrpura, normalmente me sucedía con la frustración y el miedo. Y finalmente estaba el rojo, que me hacía saber del enojo y la ira. Esos tres eran los únicos colores que había tenido. Y que gracias a ellos me pude dar cuenta de lo que realmente eran los sentimientos, bueno, con un poco de ayuda de Clayton, pues es como si la "sensibilidad" hubiera desaparecido de mi diccionario personal.
Ese día tocaba hacer actividad en el lago.
Finalmente salí, Clayton tuvo noche de guardia así que no tardé mucho en el trayecto hasta él.
Llegué al gran edificio del hospital general de la ciudad. Y ahí estaba Clayton. Lo saludé.
—Querida – saludó —esta tarde darán el alta a George Lima, y ya sabes, le daré paso con sus colegas en el infierno – sonreí.
—Está bien, y yo... Pues, haré lo que acostumbro – bajé un poco la mirada, él sonrió y sacudió mi cabello.
—Ley, prometo pronto darte algo mejor. Sólo espero... – se detuvo, y así, como un sabueso, comenzó a olfatear. Bajó por la pared exterior y miró por una ventana, yo lo seguí con la mirada, vi cómo estuvo ahí por largos segundos y nuevamente subió hasta mí —lo lamento, cariño, tengo que irme. Pero antes... – tomó mi mano y dejó algo ahí para luego cerrarla —recuerda que ahora tu peor enemigo eres tú misma, cuida de esos sentimientos – tocó mi pecho a la altura de mi corazón —... y no dejes que nada te pase o sabes las consecuencias – sonrió y besó mi frente tan lento y delicado. Dió una última sonrisa antes de irse y desaparecer de mi vista, literalmente.
Abrí mi mano y sobre la palma de ésta estaba una piedra hermosa, tan suave y casi sin color, no entendía de qué se trataba así que, después de mirarla por un rato, la guardé en el bolsillo de mi chaqueta.
Él siempre me habló sobre lo peligroso que pueden llegar a ser mis poderes. No sólo implica la muerte, hay más que eso.
El lago en donde estaría aquél día era el que precisamente estaba junto a aquel hospital. Miré desde la orilla. Ya había personas en aquel sitio, me acerqué. Estando parada detrás de ellos noté algo. Sólo era una familia y esa familia... era mi familia. La abuela, el abuelo, algunos tíos, primos... Mis padres. O al menos, la que había sido mi familia. Todos notaron mi presencia, al mirarme enseguida desviaron la mirada de la mía. Jamás hacían contacto visual por más de treinta segundos. Era algo que a Clay le molestaba así que nadie lo hacía tampoco conmigo.
Noté la presencia de un chico, y sí, era aquel chico rubio. No lo podía creer, era Mich. Mi viejo y único amigo de la infancia. Mi antiguo vecino. Él no supo de inmediato de quién se trataba pues él y su familia se fueron de la cuidad cuando Mich tenía tan sólo ocho años de edad, Clayton no era conocido aún. Él me miró por largos segundos hasta que Ramsés, mi figura paternal, tapó sus ojos detrás de él. Susurró algo en su oído y éste asintió. Su familia no estaba aquella ocasión, solo él.
—Harán viaje en lancha – afirmé, era tonto decirlo, la lancha estaba detrás de ellos —sólo mantengan el área
limpia y... para los nuevos, me presento, mi nombre es Leyla, mano derecha de Clayton Ray. Mi y su maestro...—Leyla... – susurró Mich, lo miré y me percaté que él nuevamente me miraba descaradamente. Fruncí el ceño. Al parecer no era el único que lo hacía, todos lo hacían ahora.
—Es verdad que eres tú – habló la abuela con lágrimas en los ojos. El abuelo se trató de acercar, sabía que quería mirarme de cerca sino es que abrazarme. Negué rotundamente y di un par de pasos hacia atrás.
—No soy la persona que buscan. Ahora, no me toquen, ni me miren, a mí y a su maestro Clayton. Atiendan a sus actividades – ordené hablando dura y firme sin, tan sólo, un poco de inseguridad o arrepentimiento. Me acerqué a la orilla del agua, dándoles la espalda. Rápidamente miré una de mis manos, noté que el fuego ahora era color azul, algo andaba mal. O eso creía. El azul jamás había estado.
Vi como todos comenzaban a subir a las lanchas. Nadie me miró sólo se enfocaron en hacer lo suyo. Al ver como se alejaban me di media vuelta, y vi a alguien ahí.
—¿Qué haces aquí? – pregunté con aquel tono de voz amargo.
—Le temo al agua ¿lo olvidaste, Leyla? – alzó una de sus cejas, quería hacerme saber que recordaba perfectamente de mi existencia.
—No me interesa – pasé de largo, él me llamó pero yo no paré.
Al llegar a la diminuta montaña de piedras gigantes comencé a practicar. Con la manos hacía movimientos para elevarlas. Una vez juntas las minimicé hasta hacerlas un sola piedra. Tal actividad hacía despejar mi mente. Nuevamente miré el fuego en mis manos y ahora estaba en su color neutro, algo así como un gris que yo lo traducía a la tranquilidad pero Clayton aún no me lo confirmaba.
Al terminar aplané mis labios y me giré, al parecer aún estaba ahí, con una cara extraña.
—Pido de favor que quites esa mirada de mí – comencé a caminar dándole la espalda y me comencé a sentir mareada, es casi como si pudiera sentir un sentimiento más, pero no estaba segura de ello. Esta vez era continuo y molesto.
—Deja de actuar como si no me conocieras ¡ya no eres una niñita para esos juegos! – ¿en serio me levantó la voz? El enojo fue el primer sentimiento en mí que pude reconocer, eso gracias a Clayton, por supuesto, y no precisamente por habermelo enseñado, él a veces era... ¿Cómo lo llaman?... Fastidoso.
No debiste haberlo hecho "querido amigo".
Me di vuelta de manera rápida y con una de mis manos tomé su cuello elevándolo del suelo, haciendo que su respiración se cortara.
—Jamás digas conocerme – hablaba entredientes, totalmente furiosa, mi sangre hervía y era fácil sentirlo, mi mirada era penetrante. Su cara era de dolor. Cada vez apretaba el agarre tanto hasta el punto que comencé a notar su cuello tornado de un color rojo, supe de inmediato que lo estaba quemando así que lo solté enseguida haciendo que cayera totalmente en el piso. Se supone que yo no hago esto ¿Qué me está pasando?
Pude notar que en su cuello se formaba mi mano, él se quejaba y yo, sin embargo, miré el fuego en mis manos, un color púrpura estaba ahí ¿Sentimiento negativo por haberlo lastimado? Yo soy la "buena" ¿No? Clayton me matará cuando se entere. Azul, púrpura, rojo, muchos colores aparecieron en el fuego, tenía miedo, confusión, enojo, pero... ¿Qué fue ese color azul que apareció entre todos esos colores?
Y sin pensarlo tomé su mano y lo jalé importándome poco lastimarlo, fui con velocidad a mi alcoba en casa de Clayton. Si él se enteraba me mataba, literal. Me matará. Me matará. A sangre fría y sin piedad. Perderé todo. Mis poderes. A él.
Lo senté en el sofá. Caminé de un lado a otro ¿por dónde se suponía que comenzaría? ¿Lo mató? NO. ¿Y qué tal si escondo su cuerpo? PEOR AÚN.
—La..lamento lo que pasó, y..yo no quise molestarte... – dijo con voz temblorosa. Miré la llama de mi mano, púrpura, estaba segura de que tenía miedo y estaba confundida, pero una vez más ese color azul apareció.
—Sólo déjame pensar, no hables – sentía un dolor en mi pecho. Escuché ruido en la entrada de la casa, y rápido tomé al chico y me escondí en un clóset junto con él.
—No hagas un sólo ruido, si se entera que estamos aquí nos asesina a los dos – susurré. Tragué saliva. Sí, tenía demasiado miedo.
Ruido, ruido, ruido y un...
—¿Tan pronto volviste?...
![](https://img.wattpad.com/cover/187211113-288-k442682.jpg)