Carta II: LA HECHICERA

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Mi tía era la única que no iba de negro entre tanta muerte, vestía una chaqueta larga morada, de terciopelo, como el vestido de la difunta, su collar era verde y llevaba un tocado horrible que seguramente mi difunto padre allí presente nunca habría aprobado para mi madre, mi tía había pasado por 5 divorcios y había sido viuda 2 veces, siempre peleaba con mi padre, que insistía en que no debía haberse casado después de morir Henry, su primer marido, el mejor amigo de la infancia de mi padre.
Me acerqué al ataud, que solo estaba abierto por la parte superior, mi padre descansaba, no sé si en paz, pero descansaba, no se movía, y lo más importante, no volvería a pegarme jamás, además, se habría reencontrado con su querido hijo en el más allá, y con su molesta prometida.
Antes de las 9 la funeraria ya se había llevado el cuerpo y me había quedado sola en la casa, estaba sentada en la terraza, solo llevaba una camiseta y las medias blancas que había llevado debajo del vestido,estaba bebiendo cerveza, sentada en las escaleras mientras miraba hacia el camino, me planteé varias veces ir a ver si seguían allí, o incluso desenterrarlos para ver si habían cambiado algo de aspecto. Muchas cosas me pasaban por la cabeza en ese momento, entre ellas, la reacción de mi padre si me estuviera viendo, seguro que me hubiera dicho "vas a morir sola y en la ruina", como me decía siempre. Las verdad es que no estaba equivocado, quizás no en la ruina, pero morir sola no me importaba, no era capaz de imaginarme viviendo más allá de los 40 años, y tampoco quería acabar como mi tía.
Entré en la habitación de mis padres, me tumbé en el lado de la cama de mi madre, luego me levanté y me miré en el espejo del tocador que había a los pies de la cama, recuerdo como mi padre nos llevó a una subasta, buscando algo que regalarle a mi madre y acabó llevando otro mueble a casa. Me levanté y me fui a dormir a la habitación de mi hermano, allí me acosté, cerré los ojos, y todos los remordimientos que no sentía vinieron a mí en forma de sueños, estaba Noah, la prometida de mi hermano, llevaba el vestido de boda puesto, estábamos entre girasoles, solas, me miraba riéndose, se dió la vuelta y pude ver la sangre, brotando de su cabeza, justo como cuando yo le había dado, los girasoles comenzaron a deshacerse y ella con ellos, solo estaba yo, descalza y vestida con un camisón blanco,rodeada de tierra negra, solo veía la casa y el espantapájaros a lo lejos, estaba anocheciendo.

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