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Aquí encontrarán todos mis aportes a la semana RusMex organizada por mi maravillosa beta.

Con mucho amor esto va dedicado a todos los amantes del RusMex, a todas las bellas artistas que dan su máximo esfuerzo y a todos los que se animaron a participar!

Día 1

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1-Embarazo

Es un día común y corriente en la casa del matrimonio Rusia-México; algunos de sus respectivos hijos habían decidido pasar el día con sus padres para hacer una especie de ''baby shower'', como lo llamaban los hijos de México, aunque los hijos de Rusia no tuvieran ni idea de a qué bebé iban a bañar si aún no nacía.

—¡Se queman los frijoles! —grita México haciendo reír a Moscú que bebe del café que le brindó su padre adoptivo nada más llegar.

—¡Qué se van a quemar si estoy en la pinche cocina! —grita CDMX desde la cocina atendiendo la comida.

—¡Mucho cuidado de como me hablas mocoso impertinente! —responde México acomodándose mejor en el sofá recostado casi por completo contra Rusia acariciando su vientre por inercia.

—Uh, ¿eso no le hace daño al bebé? —pregunta uno de los hijos de Rusia, del cual México no logra recordar su nombre pues es demasiado complicado, ¿por qué no podía ponerle nombres más normalitos? Piensa con cierto fastidio. La mirada divertida de Oaxaca y Guanajuato le hace recordar que él no era quién para hacer comentarios así.

—Nah, el chamaco es mío, pronto se acostumbrará a los gritos —responde riendo. Rusia simplemente se limita a acariciar su cabello con suavidad acariciando la punta de su vientre sacándole suspiros al tricolor.

Para los presentes es sorprendente verlos irradiar tanta calma pues Rusia suele ser frío como sus tierras en invierno y México explosivo como un volcán en erupción. Simplemente, era un día perfectamente normal en casa, como siempre...

—¡Puta madre!

Hasta que México rompió fuente de pronto y todo se sume en una espiral de caos. En minutos se encuentra todo el mundo corriendo de un lado al otro, preparando el auto de Rusia para ir al hospital y buscando la bolsa del bebé en la habitación de ambos mientras México, sumido en el pánico por la inesperada situación, se limita a lanzar improperios en contra de su esposo que se fuerza a no caer en el mismo estado frenético del latino.

Llegan al hospital en tiempo récord, saltándose varias señales de tránsito y rompiendo una que otra regla de seguridad vial, pero nada de eso importa en ese instante. En un parpadeo, los médicos retiran al tricolor de los brazos de Rusia poniéndose manos a la obra mientras este los sigue permitiéndose ser un poco frenético y sus hijos, que no harán nada más que estorbar, deciden quedarse fuera para avisarle a todos los amigos y hermanos de sus padres que pudieran estar interesados en el nacimiento del bebé.

Las siguientes horas son un dolor de cabeza pues en la tensión de no recibir noticia alguna todos se habían terminado peleando, algunos teorizando que algo malo le había pasado a México y al bebé y el resto llamándolos locos por pensar algo así. Incluso Moscú, que había luchado todo lo posible por ser el más cuerdo de todo el grupo terminó gritando improperios en ruso para hacerlos callar. Pero no se callan; no lo hacen hasta que Rusia aparece con la sonrisa más estúpida que le han visto jamás.

—Es una niña —dice con emoción antes de girar para volver a la habitación dónde habían instalado a su esposo. Hace horas que habían salido de la labor de parto, pero no había ido con sus hijos demasiado embobado con la preciosa carita de su принцесса.

Dudosos Moscú y CDMX son los primeros en seguir a Rusia entrando en la habitación; se quedan paralizado al ver al euroasiático arrodillado junto a la cama de México acariciando con ternura la cabecita de la pequeña mientras México la mira con adoración contando sus deditos. Oaxaca detrás de ellos carraspea empujándolos suave lo que llama la atención de los padres.

—Miren no más que chulada mi Quesadillita —dice México contento mostrando con orgullo a su bebita que abre y cierra sus manitas retorciéndose en la manta como buscando más calor o incomoda por el movimiento.

—Apa, creí que era niño —dice Guanajuato acercándose para ver mejor a su nueva hermanita—. Tendrás que cambiarle el nombre.

—¿Qué nombre habían pensado? —pregunta CDMX acercándose también haciéndoles gestos a su hermanito que son totalmente inútiles pues esta tiene los ojitos cerrados.

—Bueno, México quería llamarlo Rusex —dice Rusia mirándolos.

Guanajuato tose para no reír por el nombre y Oaxaca aparta la vista cubriendo su boca divertida, gesto que México no pasa por alto y los mira terriblemente ofendido.

—Es un nombre bien pinche verga y de machos —defiende celosamente.

—Pero no te servirá apa —dice CDMX entre risitas.

—¿Y si la llaman Rusey? —pregunta otro de los hijos de Rusia asomándose tímidamente tras Moscú—, así no pierden la oportunidad de usarlo.

—¿Rusey? —México baja la vista para ver nuevamente la regordeta carita de su hija. Como si estuviera esperando el momento justo de brillar la pequeña abre sus ojitos parpadeando varias veces antes quedarse viendo fijamente a México para luego hacer un ruidito muy parecido a una risita.

Encantado, el tricolor levanta la vista para ver a su esposo que muerde sus labios conteniendo su emoción regresándole la mirada. Ambos ríen y apoyan sus frentes contra la del contrario.

—Bienvenida a tu familia, Rusey —dice Rusia con ternura.

Ambos permanecen así por un largo rato sin notar que sus hijos empiezan a retirarse lentamente para brindarles un poco de privacidad. Lo mejor será que disfrutaran de la paz antes de que empezaran a llegar todos los tíos a reclamar la atención de la pequeña y, posiblemente, pelearse por quién será el tío favorito o el padrino de la joven Rusey.

It's all about loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora