La hija de Schopenhauer

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01:38 p.m

23/07/2019

  Estuve analizando con demasía a Schopenhauer últimamente. Él decía que la vida era sufrimiento, básicamente, porque deseamos lo que no tenemos y una vez que logramos conseguirlo, nos aburrimos y queremos algo más. Cuando escuche esas palabras salir de la boca de mi profesor de filosofía supe que eran una verdad que había sabido toda mi vida pero a la cual nunca pude ponerle nombre.

  Tengo un recuerdo muy vívido de cuando era chica, tenía aproximadamente ocho o nueve años y quería un peluche de un mono que, al tener velcro en sus manos, podía colgar de tu cuello como si estuviera abrazándote. Insistí muchísimo por él, siempre que lo veía no podía parar el deseo irrefrenable de querer que sea mío. Y un día, el día de Reyes para ser exactos, el monito llegó. Lo sostuve en mis manos y, en vez de sentir alegría porque finalmente era mío, me decepcionó saber que lo era, que ya no había nada más por lo cual luchar. A mi corta edad supe lo que Schopenhauer quería decir, aún sin conocer siquiera su nombre. A mis ocho años supe que siempre iba a desear lo que no puedo conseguir, que nunca me va a gustar alguien de verdad sino que me va a gustar la idea de que esa persona sea inalcanzable, que no busco el amor de él sino que busco el reconocimiento de tener algo con lo que los demás solo sueñan. Apenas te tenga me voy a aburrir, te voy a desechar y voy a a ir detrás de otro que sea mejor, que presente un desafío mayor, porque me gusta lastimar y ser lastimada, porque esta vida no es más que un ciclo constante de desear y aburrirse, porque la monotonía no va conmigo y lo único que parece moverme es el deseo de ser una en un millón. 

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⏰ Última actualización: Jul 23, 2019 ⏰

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