Prólogo

3 0 0
                                    

Era quizá el día más extraño de mi vida.

Todo el mundo actuaba de manera habitual, pero podía sentir las energías extrañas que se produjeron ese día. No dije nada, no cuando mis amigos parecían estar tan tranquilos, no cuando lo más probable fuera que me estaba volviendo demente.

Sabía que al vivir bajo un régimen tan estricto algún día llegaría a estar sin cordura ¿Cómo no llega a estarlo si prácticamente me habían arrebatado todas las razones para ser feliz?

Al caer la noche la luna me llenó de curiosidad, no era que me deleitara todos los días observándola pero algo en específico me llamó la atención. Cuando salí a la calle esta se encontraba oscura, la luna no estaba brillando lo suficiente para iluminarla porque su tamaño a pesar de ser luna llena era minúsculo. Tal vez solo deliraba, mi capacidad de imaginarme cosas me ganaba.

Mis amigos me esperaban dentro de la casa riendo como siempre, por un momento sentí que el día mejoraba y que solo especulaba hechos sin sentido. Algo hizo voltear a todos, yo también lo hice; un helicóptero volaba cerca de la casa. Al menos no era la única que lo notaba, al menos sabía que en ese momento no divagaba.

Dormir nunca había sido tan difícil como aquella vez, cuando conciliaba el sueño siempre veía imágines claras de cosas que me aterraban. Las pesadillas eran lo suficientemente aterradoras como para sentir que el aire me faltaba. Justo en ese momento no las recordaba, solo recordaba lo que me hacían sentir; como una niña indefensa, acobardada, insignificante e incapaz de poder estar en paz.

La mañana siguiente volví a estar en mis cabales, todo era radiante y feliz. Por mi mente pasó que solamente tuve un ataque hormonal el día anterior, es lo que alegábamos las mujeres la mayoría de las veces al tener momentos de emociones extrañas; que equivocada estaba.

Mis amigas y yo fuimos a una tienda de ropa de segunda mano que albergaba la comunidad, sería el primer pantalón que me compraba en mucho tiempo; ellas elegían sus prendas con total normalidad; de pronto algo detonó y todo dentro de mí se paralizó, las puertas de vidrio dejaban ver el desastre que se había desatado.

Personas corrían por doquier, soldados hacían maldades sin parar, muchos de ellos se dirigían hacia la tienda. Cuerpos quemados, cuerpos degollados, sangre tiñendo las calles, gritos de multitudes desesperadas

Mi cuerpo se paralizó, para mí todo transcurría en cámara lenta hasta que mi mejor amiga me tomó de un brazo y me obligó a correr. La salida trasera nos llevó hasta uno de los pasillos del centro comercial, muchos de los que estaban allí ni imaginaban la locura que se estaba desatando.

Pero los soldados no tardaron en aparecer, mi amiga y yo nos separamos. Yo logré esconderme tras un muro, los soldados la siguieron a ella. Ella se escabulló dentro del ascensor, pero ellos no eran tontos; detonaron muchos explosivos hacia el sitio de su escondite; era imposible que sobreviviera.

Yo lo observé todo, además de la muerte de ella vislumbré muchísimas más y entonces supe que no había esperanza. Que aquel día no habría sobrevivientes porque todo estaba vilmente planificado, que mi mente no me había jugado una mala pasada el día antes sino que trataba de advertirme que en unas horas moriría.

Pero yo era demasiado orgullosa, si moriría aquel día no sería en manos de los títeres del gobierno. No lo pensé demasiado para que la cobardía no me ganara, empecé a correr. Esquivando cadáveres, ignorando soldados, solo tenía una meta: las barandas del edificio.

Cuando llegué allí los guardias estaban enfurecidos, querían cobrar cada vida de aquel lugar y yo representaba una rebelde que se peleaban por asesinar de la peor manera. Pero no les di el gusto por más que me persiguieron, salté del quinto piso del edificio y aunque muchos dicen que antes de morir observamos toda nuestra vida pasar por nuestros ojos yo no vi nada.

Porque en mi no reinaba el miedo al no vivir, en mi reinaba la rabia por o poder tomar venganza de aquellos inhumanos. Quería hacerles pagar cada segundo de sufrimiento que tuvimos que pasar, cada muerte que tuve que presenciar. Pero al momento de caer violentamente sobre el suelo no había más sentimientos, ni buenos ni malos.

Estaba muerta.

Eso hasta que después de veinte años, todos los asesinados aquel día experimentamos el renacer.

REBORNWhere stories live. Discover now