En Altheah, un mundo regido por los Dioses, los mortales se hallaban guiados por los apóstoles, sirvientes divinos que guiaban al mundo de acuerdo con los deseos de sus Dioses. El ser un apóstol conllevaba grandes responsabilidades, desde atender a los caprichos de su señor, imponer castigos o llevar el mensaje divino alrededor del mundo.
Cada apóstol servía a un Dios y cada Dios tenía un propósito para su apóstol, sin embargó, el ser un apóstol significaba ser amado por un Dios, ser protegido, y asegurado con su poder, fuerza y riquezas...
Pero aún así, eso no aseguraba que serías amado por los mortales, no...
Era una fría tarde lluviosa de invierno en Nule, una provincia al sur del reino de Agrigent.
Los campesinos de la provincia corrían empapados a sus hogares.
Alena, la única sacerdotisa de la zona se encontraba parada bajo la lluvia. Su cabello acaramelado bajaba en una escurrida trenza hasta su cadera, sus ojos cobre observaban nerviosos el paisaje, expectantes de algo aún incierto.
Abrazándose a sí misma Alena suspiro.
La lluvia parecía caer cada vez más intensa y las ventiscas amenazaban con arrasar todo a su paso, adentrándose en el salvaje pastizal Alena pudo divisar una cueva que no se encontraba muy lejos pero teniendo en cuenta el fenómeno natural del momento, se volvía un reto.
-¡Alena! ¡Alena a donde crees que vas!- gritaron tras ella.-
Volteándose ligeramente Alena vio a su amiga. Korel.-
-Korel, ¿por que estas afuera del templo? ¿Porqué si quiera estas en Nule?- preguntó acercándose.-
Cansada Korel respondió.
-Me preocupe por ti, nada más... hace tres lunas susurraste que Lady Vennya había hablado contigo, pero no pensé que te había pedido venir aquí...- suspiró colocando una mano tras su espalda.-
-Su divinidad Vennya en verdad me pidió que viniese... pero no soy un apóstol Korel, no puedo interpretar sus palabras de manera exacta.- confesó desesperada.- ¿Porque habría de mostrarme este camino si no quisiese que pasase por el? ¿Que madre en cinta estaría dando a luz aquí?- gruñó- ah...
Un rayo azoto sus espaldas.
Korel y Alena se voltearon abruptamente tratando de encontrar una explicación.
Iluminándose el cielo un rayo cayó frente a ellas una vez más.
Dirigiendo su mirada al impacto del rayo Alena gritó.
-¡Lo tengo Korel, lo tengo!- señalo frente a ella.- La cueva, su divinidad desea que vaya a la cueva.
Corriendo como alma que llevaba el diablo, Alena escuchó a Kore correr tras ella. Atravesado el gran pastizal y empapándose aún más Alena llegó a la entrada de la cueva. Apoyándose en la entrada Korel le gritó.
-Alena, Alena... ¿¡Que rayos fue eso!? Pudiste haber muerto por un rayo.
-Igual tu.- susurró ignorándole y entrando a la cueva.-
-Alena solo trato de cuidarte...- lloriqueo Korel suavemente.-
Adentrándose en la oscuridad Alena escuchó un suave lloriqueo. Al caminar aún más cerca el sonido se agudizó.
-¿Alena sigues ahí?- gritó Korel desde la entrada.-
-¡Shhhh!- exclamó Alena.-
-Wuaaaaaa Wuaaaaaaaaaa.
Corriendo hacia el chillido Alena finalmente lo vio, vio la causa de ese agudo e incesante sonido.
-Por Vennya...- Lloriqueo suavemente.-
Recogiendo a la criatura entre sus brazos Alena le arrulló.
-Ya, ya... estás a salvo pequeña.-
-¿Alena que encontraste?- gritó su amiga.- ¡Alena!
-Silenció Kore.- contestó Alena firmemente mientras salía de la cueva.- La despertarás.
-¿Es eso un bebé?- respondió Kore tratando de divisarle.-
-Aparentemente... es muy oscuro para en verdad verle.
Al salir Alena de la cueva Kore ahogó un grito.
-¿Que pasa Kore?- susurró preocupada.-
-A-Alena... ¡la criatura... la criatura está marcada!- exclamo tapando su boca.-
Al bajar la mirada a sus brazos Alena ahogó un grito.
-E-esta marcada...- observó a Korel.- pero estas marcas... no son marcas comunes Korel.
Acercándose, Korel contempló las marcas de la recién nacida. Marcas carmesí y doradas con forma de brazaletes rodeaban su cuerpo y en su frente...
- ¡Ahí está!- señaló Korel.- ¡En su frente! ¡Una marca divina!
-¿P-pero cual Dios...?
En su frente, yacía una marca dorada con tres marcas carmesís.
-Es carmesí Alena, y solo un Dios oscuro otorgaría tal atrocidad...
Respirando exaltada Alena habló.
-Val- Valhare...- su afirmación sonaba más como un gélido lamento, sus ojos se empañaron con lágrimas y su corazón retumbó con pena.
-Esta niña... está pobre y dulce niña. Es el apóstol prometido por Valhare, es la muerte encarnada y la oscuridad en potencia.
Korel reaccionó a las palabras de Alena abruptamente.
-E-escúchame Alena.- la tomó por los hombros.- Esta niña es amada por los Dioses, no solo por Valhare. Después de todo Vennya, nuestra señora nos guió hasta ella... así que dime, ¿Que clase de Diosa es mi señora Vennya?
-E-es la diosa del amor maternal, e-es... la señora de la misericordia, de la pureza... ¡Pero...!
-Escúchame una vez más, Alena.- dijo firmemente.- Valhare no es cualquier Dios, su imagen ha sido tergiversada miles de veces... Valhare es el gran señor de la guerra, de la muerte, y de la oscuridad. Pero no es un Dios maligno... y tampoco amigable si no se respeta lo que es suyo.- suspiro.- tenemos que llamar a la suma sacerdotisa de Vahlare... pero mientras eso pasa, tenemos que cumplir con las órdenes de Vennya, debemos cuidarle, protegerle. Esta niña es un apóstol y uno con una labor muy crucial. Debemos tomarla con nosotros. ¿Entendido?
Asintiendo suavemente Alena observó a la pequeña una vez más. Su piel era trigueña, su cabello negro como el carbón y sus ojos, sus ojos... eran indescriptibles, contenían el café de la tierra mojada pero a su vez un brillo tan carmesí como la sangre de sus venas.
Al observarlos, un escalofrío recorrió la espalda de la joven Alena, quien sacudiendo su cabeza trató de olvidar cualquier prejuicio contra la pequeña.
<No, es apenas un bebé... no ha cometido nada.>
<Pero lo cometerá...> lo pensó.
<No Alena, para ya.>
Cubrió a la bebé con su manto violáceo.
-Voy cumplir con mi deber como sacerdotisa de Vennya.- susurró.- Voy cuidar al enfermo, ayudar a la madre... y proteger al inocente.
Corriendo bajo la lluvia la sacerdotisas desaparecieron.
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Valhare- The Dark Apostle.
FantasyEn un mundo amado por los Dioses, los apóstoles tienen la última palabra. Ishtar, la gran profeta del señor de la muerte se vio traicionada por aquellos a quienes ella había devotamente dedicado su vida, y mucho antes de su gran final... su señor y...