Capítulo 1

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Es la 1:32 de la mañana y aquí estoy, acostado en la orilla de mi cama.

Llevo una hora... ¿O eran dos? No lo sé. Quizás hasta tres horas han pasado, y yo sigo aquí.

Imagina pasar toda la noche sin poder dormir, vagando en tus pensamientos, dejando que tu cerebro reviva cada pequeño detalle del día. O de este día.

Imagina, por un segundo, que lo más significante del día, eso que te marcó; eso que para otras personas es tonto, lo recuerdas. Cada noche, cada segundo, desde que pasó.

Imagina.

Porque así es como yo me siento.

Han pasado dos días desde que la conocí...

Había tenido un largo día de trabajo cuando sucedió. Estaba saliendo abruptamente de mi oficina, lo que probablemente se debió a que había tenido una pelea con mi jefe. Combinaba por la plaza camino a mi casa, pensando en todas las cosas que me habían pasado en el día: Se me estropeó el auto en la mañana, por lo que llegué tarde al trabajo, provocando que mi jefe me gritara y descontara mi sueldo del día. Como si fuera poco, Jem, uno de los idiotas que trabaja en administración, derramó su café en mí cuando iba saliendo.

-Lo siento. -había dicho- Voy tarde.

Lo ignoro.

Ugh, como si yo no lo hubiera hecho esta mañana, y no voy derramando café por ahí, ni lanzando estúpidas excusas.

Decido tomar el camino corto, no quiero que nadie me vea así. Tal vez dirás que es estúpido, o que soy un acomplejado que no tiene nada más que hacer que lamentarse de sus problemas e ir dando lástima por ahí. Y... Bueno, la verdad es que no es del todo falso. Sí es verdad que soy un poco acomplejado, pero en el buen sentido. Imaginen que me consiga a uno de mis compañeros de trabajo, entonces se acercaría a saludarme. Hablaríamos un rato, y luego preguntaría por qué tengo café derramado a la mitad de mi camisa. Eso implicaría explicarle todo mi día de mierda: que mi jefe mi gritó, que llegué tarde porque se averió mi auto y eso me convierte, en, lo que por cierto no soy, un chico con mala suerte y que va con un cartel en la frente de "Siente lastima por mi"

¿Ven mi punto? Puede que sea un poco acomplejado, pero nunca me verán por ahí dando lástima. No soy de ésos.

Cruzo en la primera esquina, hacia el camino más corto. Bueno, en realidad es más largo que el que tomo normalmente, pero es muy solo. Casi nadie lo usa, lo cual es perfecto, así me ahorro estúpidas excusas de mi incidente matutino.

Camino por unos 15 minutos hasta llegar a las afueras de una linda plaza que nunca antes había visto. En realidad es muy linda, y está prácticamente sola, lo cual entiendo. La única manera de llegar a ella es por el camino solitario.

Ahora me pregunto porqué nadie usa este camino. Es bonito, las avenida esta en buenas condiciones, hay muchos árboles y está esto. Una linda plaza con bancos para sentarse donde la gente puede hablar tranquila y pasar un buen rato.

Entonces es cuando caigo en cuenta de lo estúpidos que podemos ser los humanos a veces. Lo más probable es que nadie use este camino porque tiene una historia estúpida como que un día a alguien se le apareció su madre muerta y lo asesinó ahí mismo. O que una linda muchacha que se había peleado con su novio, iba llorando por estos caminos y la atropellaron. Desde entonces, su espíritu atormenta a todos los hombres que pasan por aquí, y asesina a las muchachas lindas que están enamoradas.

Así es la vida. Basada en rumores.

Desde pequeños, nos dicen que no juzguemos por las apariencias, cuando probablemente nuestros propios padres evitaron hablarle a ese niño nuevo en la escuela, sólo porque se rumoreaba que en su anterior instituto había golpeado a un niño tantas veces que le dejó una deformación en la cara. Cuando en realidad, otro chico había comenzado ese rumor, sólo porque no le quiso dar dinero su para el desayuno.

Decido despejar un rato mi mente y sentarme un rato en la plaza. Ya no seré más de los que se creen todo lo que escuchan, sin comprobarlo por mí mismo primero.

Me acerco a un banco solo y me siento. Estoy por un rato ahí, viendo pasar las palomas y escuchando como el viento remueve las hojas en los árboles,

cuando sucede.

Una chica con el cabello marrón como la corteza de los árboles, ojos negros azabache y piel blanca, pero no tanto, se acerca. Lleva unos pantalones negros que hacen que sus ojos pasen casi desapercibidos, sandalias bajas y una blusa azul sencilla.

Muy sencilla.

Eso es lo que realmente llama mi atención. No la hace resaltar ni mucho menos pasar desapercibida.

La hace ser ella misma. La hace natural, fresca, auténtica; dueña de una belleza que sólo ella posee. Una belleza que no se vende, ni se pude fabricar con operaciones o modificaciones.

La hace hermosa.

La sencillez la hace hermosa.

BlindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora