Capítulo 2

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Dicen que cuando ves a la persona que amas, tu pupila se dilata unos cuantos centímetros.

Por supuesto que no soy de ésos que creen en el amor a primera vista, ni que tu media naranja esta por ahí esperándote. Pero creo que mi pupila se acaba de dilatar... Y mucho.

La Chica Sencilla se sienta a mi lado y me reviento la cabeza buscando algo de que hablar.

El clima, las palomas, la plaza, su nombre...

Si pregunto por el clima, que está algo frío, lo más probable es que se torne incómoda la conversación, porque lleva una blusa fresca y azul. Así que lo descarto.

Seguramente, si pregunto por las palomas, me preguntará si no tengo comida para darles, y honestamente, no tengo ni un billete en el bolsillo.

Si tuviera, le daría sin pensarlo. Pero como no es así, lo olvido.

Su nombre. No puedes simplemente sentarte al lado de alguien y esperar que te pregunten cómo te llamas. Eso sería un especie de acoso, ¿no?

Así que me decido por la plaza.

Justo cuando estoy a punto de hablar, siento algo encima de mi mano, y una corriente placentera me atraviesa el brazo. Bajo la vista.

Su mano está sobre la mía.

Olvido como respirar.

En el instante en que mueve su mano en círculos sobre la mía, mi corazón se acelera.

Probablemente pensarás que soy un marica, pero.... Dios, nunca había sentido algo así.

-Lo siento... - dice sin mirarme - Quería asegurarme de que había alguien a mi lado.

-Oh, no te disculpes - digo. Y lo digo en serio, sería un crimen que una chica como ella se disculpase por hacerme sentir de la manera en que lo estoy ahora - Sí hay alguien, ¿no me viste?

-En realidad no. Soy ciega. - explica, y aparta su mano de la mía - Sólo que decidí no ponerme lentes hoy - se voltea hacia mí con una leve sonrisa - Me llamo Jessica, puedes decirme Jess. Si quieres.

Mi corazón da un vuelco. Es ciega.

Entonces por eso no me miraba a los ojos...

... por eso me tocó.

Oh.

La realidad me golpea como un puñetazo en la cara. Por supuesto que no me tomo la mano porque sentía lo mismo que yo. Y claro que no piensa que soy especial en mi propia manera, ni me vio desde lejos y decidió acercarse a hablarme.

Por su puesto que no.

De repente, me siento como un bastardo sin sentimientos. Estoy al lado de una chica hermosa, con la que hace rato estaba fascinado, (y lo sigo estado) ¿y ahora estoy molesto porque sus razones de acercarse y de tomarme de la mano no son las que pensaba?

Apesto.

No puedo creer que me haya sentido de esa manera, cuando ella debe estar pasando por mil y un cosas por estar ciega. Seguramente no ahora, pero en su momento fue duro, lo sé. En mi lugar, debería estar agradecido por tener una vista excepcional en comparación a la suya. Además, pude admirar su belleza en todo su esplendor. Puedo, porque aún lo hago. No he apartado mi vista de ella desde que llegó.

Y no pienso hacerlo.

-Jess está bien. - digo - Mi nombre es Andrew. Pero no me digas Drew, por favor. Lo odio

-Está bien, Drew - dice soltando una leve risita que hace que mi corazón se derrita - Descríbete.

-Bueno, soy un chico. Tengo 24 años, un poco alto, cabello marrón oscuro, un poco más que el tuyo. - pero sin dudas no tan hermoso, pienso pero no lo digo - Y ojos marrón claro.

-Suenas bien. - dice sonriendo - ¿Qué hace un chico como tú en una plaza como ésta?

-¿Un chico cómo yo? - pregunto alzando las cejas - ¿Qué quieres decir con eso?

-Hablo de que esta es una plaza muy sola, casi nadie viene ya. - explica - Y sé que no eres de los que viene todo el tiempo.

Silencio.

Tiene razón.

Tengo dos teorías: - dice después de un rato - la primera es que algo te pasó. Te sucedió algo tan horrible, o tan insignificantemente estúpido, que decidiste tomar el camino por el que se llega a esta plaza, sabiendo que era más largo, pero que como era más solitario, te evitarías la humillación de encontrarte con un amigo o compañero y que notaran lo que te había pasado. La segunda... - arruga la nariz como si hubiera un mal olor en el aire - No estoy muy segura, así que me inclino completamente hacia la primera.

Wow.

Definitivamente esta chica nunca dejará de sorprenderme.

-¿De dónde sacaste todo eso? - pregunto aún conmocionado - ¿Cómo puedes saber todo eso sin siquiera verme?

- Un mago nunca revela sus secretos. - sonríe - Sólo te diré que soy muy intuitiva.

- Está bien. - suelto un suspiro - Y en realidad, tu primera teoría se acerca más. Me pasó algo así, pero si escucharas mi razón por la cual lo hice, no pensarías que soy un acomplejado.

-Pues cuéntame, tenemos toda la tarde.

Entonces le conté. Le dije porqué lo hice, y entonces me contó que algo parecido le había sucedido.

Ella es muy habladora en realidad. Es alegre, risueña y no se molestó cuando le hice bromas acerca de su ceguera. Incluso se rió.

Cuando llegó el momento de despedirnos estaba debatiéndome si debía pedirle su número o no. Después de todo, los ciegos tienes teléfono, ¿no?

Al final me decidí, y supe que no debí haberlo hecho cuando me dijo:

-La próxima vez que nos encontremos y me cuentes otra de tus justificaciones de ser un acomplejado, te lo daré. Lo prometo.

Me había sonreído y despedido con la mano cuando se marchó.

Poco después lo hice yo también. Y ahora aquí estoy, acostado en una cama sin poder sacarme de la cabeza esos 10 minutos que se sintieron como segundos ahora que los recuerdo, rezando por que mis pies me lleven a donde ella estará mañana, y buscando más razones por las cuales me acomplejo, sin parecer un estúpido que se pasó toda la noche pensando en ellas.

Aunque después de todo, lo soy.

Y vale la pena.

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