Capítulo 15: Lo que no nos dicen del amor...

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En la actualidad, Cora despertó sobresaltándose, pues había tenido un sueño realmente extraño. Apenas lograba recordar su sueño, pero sintió que debía tener los ojos bien abiertos. En cuanto tuvo la mente más despejada, la joven se sentó en la cama y observó el libro de fotos que tenía en su regazo, las cuales había estado observando momentos antes de quedarse dormida. Eran las fotos de su graduación, de su época de estudiante universitaria, la cual compartió con Sherlock y... Sebastian. Repasó todo lo sucedido en su vida hasta aquel momento: Baskerville, sus estudios en la universidad, el caso del Rame Tep, su estancia en Japón, el reencuentro con Sherlock,...

Aquellos mismos recuerdos inundaron su mente una vez más, sintiéndose realmente dichosa, pues ahora se encontraba casada con su adorado detective, quien de pronto rodeó su cuerpo con sus brazos, sentándose con ella en la cama.

–¿Qué tienes ahí? –le preguntó el detective de ojos azules-verdosos con una sonrisa–. ¿Un álbum de fotografías? –cuestionó, algo extrañado pero de igual manera curioso por su contenido.

–Sí, de nuestra época universitaria –afirmó la pelirroja, dejándole ver las fotografías, en las cuales aparecían ellos bailando.

Sherlock se acomodó mejor a su lado, observando las fotografías con sus ojos, llenándose de nostalgia ante aquellos recuerdos que pronto invadieron su mente. Contempló todas aquellas fotos que Isabella y Erik habían sacado aquel hermoso día de su graduación, tras haber logrado resolver con éxito el caso del Rame Tep, aunque para ello hubieran tenido que acabar con Brandon y Sebastian Morán.

–Recuerdo el vestido que llevabas aquel día... Las fotos no te hacen justicia –comentó con una sonrisa enternecedora, contemplando una fotografía de su mujer mientras conversaba–. ¡Vaya! ¡El tío Rudy! –se sorprendió al reconocer al hombre con el que se veía charlar a la pelirroja en la foto.

–Sí... Rudy siempre fue muy amable con nosotros en aquella época –afirmó Cora con una sonrisa suave y un rubor en sus mejillas, el cual se había originado por las dulces palabras de su marido–. Y aunque no pudo venir a la boda por estar trabajando en aquella serie de medicina... Nos envió aquella felicitación tan graciosa junto con una réplica en miniatura de la estatua de la libertad.

–Sí, lo recuerdo –sentenció Sherlock–. Apenas lograba comprender su caligrafía... Menos mal que tu sí –se carcajeó.

–Y ahora que lo pienso... –la mujer pelirroja colocó una mano bajo su barbilla, reflexionando–. ¿Llegaste a pedirle a Mycroft aquellas 20 libras que mencionaste?

–Sí, y casi se desmaya cuando le confirmé que el tío Rudy se travestía –confirmó el detective antes de carcajearse por un breve instante–. Pensó que era un rumor absurdo de nuestra madre.

–¡Vaya con Mycroft...! –la de ojos escarlata se unió a él, carcajeándose.

En ese instante, los ojos azules-verdosos de Sherlock se posaron en las fotografías posteriores a su época universitaria, encontrando aquellas de su propia boda, donde se veía a todas las personas que ellos apreciaban, entre ellos los Watson. Sonrió al contemplar de nuevo esas fotografías, recordando con claridad el día en el que fueron tomadas, cuando aún no se habían sucedido los funestos acontecimientos que pronto se desencadenaron.

¿Qué ocurre, cariño? –le preguntó Cora a su marido, observándolo con una mirada preocupada, pues su rostro se había tornado algo serio y apenado. Colocó una mano en su mejilla izquierda.

Sherlock parpadeó en varias ocasiones antes de salir de aquel trance en el que se hallaba sumido.

–Oh, no es nada por lo que debas preocuparte, querida –le aseguró–. Aunque estaba pensando en que es una pena el que no tengas fotos tuyas de pequeña... Al menos no de cuando eras una bebé.

–¿Era eso? –sonrió ella–. Tengo algunas de cuando me adoptaron. Son en las que aparezco siendo más pequeña –comentó, pasando las hojas del álbum hacia atrás, retrocediendo así en el tiempo.

La mujer de cabello carmesí procedió entonces a mostrarle a su marido algunas de las fotografías de su niñez, en una de ellas encontrándose posando con un pequeño Michael. La detective sonrió al ver algunas de las fotos, pues recordaba lo feliz que había sido con sus padres.

"Lo que no nos dicen del amor... El primero siempre es el más dulce, y el que jamás podrás olvidar. Y yo jamás he podido ni podré olvidar a Sherlock... Siempre estuvo y siempre estará ahí, entre mis recuerdos, en la parte más recóndita y feliz de mi memoria", pensó para si misma la pelirroja, ojeando de nueva cuenta algunas de sus fotografías, observando que aún quedaban algunas páginas en blanco. "Éstas pronto las llenaremos... Aún queda espacio para algo más", reflexionó, posando su mano izquierda en su vientre de forma distraída pero dichosa.

Tras cerrar el álbum de fotos, levantándose de la cama y colocándolo en una de las estanterías de la habitación, Cora se volvió hacia su marido, extendiendo su mano derecha hacia él.

¿Tenemos un nuevo caso entre manos, recuerdas? –le preguntó en un tono sereno, recibiendo una sonrisa suave por parte del sociópata, quien tomó su mano y se levantó de la cama, acercándose a ella.

–Sí... –replicó él, posando su mano derecha en el vientre de ella con un tono lleno de cariño–. Y algo me dice que tendremos toda la vida para resolverlo...

O puede que solo unos meses –comentó ella, carcajeándose y saliendo de la habitación junto al detective asesor. Su vida llena de aventuras daba paso a una nueva etapa.

Lo Que No Nos Dicen del Amor (Sherlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora