Capítulo III

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Las clases empezaban en media hora y como era de esperar, ya estaba lista. Me puse a ver la tele un poco, aunque a estas horas solo hacían programas para niños e informativos, así que tomé mi Ipod y escuché música. No es como si tuviese un tipo determinado que me agrade, no, no tengo preferencia. Por fin, las ocho menos veinte, salí de casa con un jovial aspecto. En la mochila sólo llevaba unas galletas para el recreo, una libreta y un lápiz.
Pude ver a Meli esperándonos a Eva y a mí. Me quité los auriculares (seguía escuchando música) y le di un abrazo a forma de saludo, ella me respondió igual.
- Ay, ¿cómo serán los profes? ¿Serán los típicos de los cuales nos vamos a quejar como en todas las pelis de adolescentes?- dijo con entusiasmo mi más mejor amiga.
- ¡Pues seguramente! es el instituto, lo cual significa amigos, profesores que nos odian y
- ¿Conoceremos a nuestros amores?- Es que nuestra amistad era tan perfecta, que hasta nos seguíamos las frases.- Sería lo más normal aquí dentro ¿no?
- ¡Ojalá!-Siempre hemos sido muy enamoradizas. - Pero en nuestra clase no es que haya un tipo que nos haga suspirar, ay que ver cuánto sufrimos...
Ambas reímos y seguimos charlando sobre el fin de semana.Al fin apareció Eva, medio corriendo.
-¡¡Ay chicas lo siento!! Estaba viendo la tele y se me olvidó que habíamos quedado para ir al insti, no volverá a paasar, ¡palabra de Eva!
-Anda ya mujer, no hay problema! jajaja vaya entusiasmo de buena mañana, ¿no?- dijo Melinda con una pícara sonrisa.
- Es que se ha mudado una familia al piso de en frente y no sabes qué sonrisa tiene el hijo mayor puf...¿Os imagináis que viene con nosotras al instituto?
- JAJAJAJAJAJAJA- reímos las tres.
- Eso sería lo mejor para tii- comenté mientras le daba un condazo amistoso
- ¡Y tanto!
Me sentía tan cómoda con ellas a mi vera, que pensé que aquel año sería mi año, el nuestro, el inolvidable y feliz primer curso.
Hora de llegar a clase y conocer a nuevos profesores. Lo que nunca he entendido es por qué me han llamado desde siempre Melinda o Melissa, cuando no es ni uno ni otro, ¡que me llamo Melina! Y eso por no hablar de mi apellido, madre mía eso sí que me desesperaba. Melina Romanov. Sí, como los últimos Zares de Rusia. Ningún maestro podía evitar hacer algún comentario al respecto y de verdad que estaba hartísima. Cosas así como "¿y piensas que tu parienta Anastasia sobrevivió de verdad?" "¿Qué se siente al haber governado un país?" "Bueno, ¿y qué tal por Rusia?" Pero, ¿sabéis qué es lo más gracioso de todo? Mi apellido no tendría que haber sido este. Mi padre realmente es García, pero cambiarse el apellido y hacer que tuviera ese mismo, fue una de sus locuras de cuando era más joven. Lo bueno es que al ser Romanov y no García, por orden alfabético me juntaban siempre con Melinda.
A primera hora tocaba ciencias de la naturaleza. Nos dejó sentarnos como quisiéramos una mujer alta, morena y muy simpática que sería nuestra profesora; se llamaba María. Lo único que hicimos fue presentarnos. Estábamos sentadas Eva, Meli y yo en la segunda fila. Pero no éramos las únicas aquí; un niño bajito y con la voz aguda, se sentó a mi lado porque no habían más sitios. Me daba un poco de miedo, he de decir. No paraba de decirme que si conocía a uno y al otro, o lo simpático que era este o lo que no lo era aquel. No sé, pero me caía bien.
Antes de que nos diésemos cuenta, ya habían pasado las dos horas de clases (sociales junto con lengua) y era hora del recreo. Nos sentíamos todos inferiores al ser los más pequeños de allí, por no hablar de los bajitos que éramos en comparación con los del último curso.
El día pasó rápido y ya era mi hora de marchar al conservatorio de danza, el horario de otoño era de cinco a ocho y media de la tarde de lunes a jueves, en la clase C3. Sé que puede parecer cansado, que lo es, pero también es lo que más feliz me hace. Cuando estoy bailando, no existe ninguna preocupación y me siento como un pez en el agua, que ese es mi sitio y es inexplicable la sensación que me produce estar en un escenario, que es ahí cuando Melina desaparece y mi alma se encarna en el personaje al que interpreto. Es algo que me apasiona de verdad.

(A)dolescenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora