IV

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De nuevo, me vi envuelta por las profundas heridas en mi mente, sometiendome a las cadenas de una oscuridad irremediable que creí haber dejado hace ya mucho tiempo atrás. Pero esas mismas heridas, que he tenido que sanar tantas veces se acababan de abrir, y volver a cicatrizarlas no sería trabajo fácil.

Volver a terapia no era una opción, le prometí a mi madre nunca poner un pie dentro de un consultorio, no otra vez. Claro que la cita no era nada factible económicamente hablando.

Ya soy una mujer adulta, debería ser capaz de lidiar con... mi propia oscuridad.

De nuevo, suspire. En la penumbra de mi morada vislumbre el sol, saliendo por la esquina de la ventana de mi alcoba. El amanecer había llegado, indicando el comienzo de un nuevo día.

Como era de esperarse el dolor en mis ojos era insoportable. No había logrado dormir en toda la noche, como las anteriores, conciliar el sueño se había vuelto un calvario. Apenas cerrar los ojos sentía como unos ojos blancos me engullieran, o como mi cabeza era triturada por los dientes de una bestia feroz. Una o dos veces logre quedarme rendida, pero fueron meras siestas durante las clases.
Por supuesto esa sensación me era familiar, de hace muchos años atrás.

Y una vez más, mi día comenzó.

* * *

Laurent y Lilia seguían cerca, habían prometido dejar de asistir al lugar, diciendo que no me dejarían sola de nuevo.

Que montón de patrañas.

Por un momento me vendieron la idea de una bella amistad en la que no existieran las mentiras, una amistad color de rosa. Como una tonta esperando ver su anhelo cumplido les creí. Y habría seguido embriagandome en las fauses de sus engaños de no ser por la verdad. Puede que llegue tarde, o hasta en el peor momento, pero siempre llega.

Días atrás en el ferrocarril Clifford me vi tentada por la maravillosa idea de dar una sorpresa a mi madre. Un lindo juego de té había llamado mi atención el otro día mientras recorría el centro, mi mesada estaba siendo reservada para algo especial, y creí que ese era el momento indicado para mostrarle a madre mi gratitud. No dude en comprar esa bella tetera del escaparate de Roset.

Esa tarde planeaba tomarme el día siguiente y visitar a mi señora. Una falta en mi expediente no sería el fin del mundo. Pero justo antes de tomar el tren algo capto mis ojos. Al otro lado de la vía un par de chicas corrían entre risas y murmullos hacia la calle St Mineltone. Aunque lo intentase cubrir con una boina, esa melena roja y desordenada era difícil de ocultar. Pensé en ignorarlo, pero recapacite. Era muy tarde, para dos jovencitas, salir a estas horas era muy peligroso, inclusive en un pueblo donde nunca ocurre nada. El único tren disponible salía a las 6 así que no tenía otra opción, pero ellas...

Las seguí desde lejos, saldría en poco tiempo, pero me daba oportunidad a investigar un poco. Al principio era una simple "cacería de brujas" por así decirlo, pero con el pasar de las pisadas pasó de ser una inocente investigación a una escapada, pero las que huían no eran ellas, sino yo.

Alguien, estoy segura que alguien me seguía. Voltee una y otra vez, pero el extrañamente transitado camino no dejaba a la vista al culpable de mi pesar. Opté por dejar mi caceria para después. Corrí a casa, iba a encerrarme en mi hogar con una taza de chocolate caliente. La sorpresa me dejo sin respiración.

Las dos chicas se encontraban riendo mientras caminaban hacia el infame y colorido lugar. Que ellas fueran a suspirar por esos estrambóticos aparatos sin alma no me molestaba, ese era su problema, pero hacerlo a mis espaldas, era otra cosa.

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⏰ Última actualización: Jul 13, 2021 ⏰

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