Parte única

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-¡Remus John Lupin, ¿cómo te atreves?!

-Padfoot...

-¡No me cortes, Remus! No pongas esa cara, ahora mismo no mereces que te llame Moony.

Remus bajó la mirada del cuadro de Sirius que tenía en su antigua cabaña. No podía mirarle a los ojos y ver la decepción en ellos. Se supone que un cuadro no es más que una parte, un trozo de la personalidad, encerrada en un lienzo, pero claro, Sirius Black no podía ser como los demás y necesitaba destacar; por eso, creo un cuadro que era tan poderoso que era prácticamente igual que hablar con el real, salvo que no se podía oler, ni tocar, ni nada de lo que deseaba Remus en aquel momento.

-¿Cuándo te vas a dar cuenta de que te queremos? Nos importa un rábano tu pequeño problema peludo- el último comentario les arrancó una carcajada a ambos-. No puedes huir otra vez. Mírame a los ojos y prométeme que no lo harás.

Subió la mirada para encontrase con los ojos de su antiguo amado y se sorprendió al ver que también los tenía llenos de lágrimas. Solo había visto esa exacta mirada una única vez hace dieciocho años, y procedía de los mismos ojos grises. Tan reprochante, pero tan comprensiva, tan dolida, pero tan llena de amor.

-Es tan difícil... No... yo... no puedo...

-Eres más fuerte y más valiente que esto, Moony.

-Me verá mes tras mes convertirme en un monstruo, uno capaz de hacer mucho daño. Crecerá con miedo y en peligro. ¡Puede ser como yo, maldita sea!

En ese instante pasaron muchos de los escenarios posibles por la mente de Remus, desde transmitirle la licantropía hasta destruir un poblado entero y ser perseguido por las autoridades mágicas. Aunque claro, eso último no tendría sentido hasta que acabase la guerra... si es que acababa. Unas lágrimas rodaron por sus mejillas ante tales pensamientos. Sirius lo observó -todavía con la misma mirada- impotente, deseando poder abrazarlo y retirarle las lágrimas de sus mejillas; sabía lo que estaba pensando.

-¿Recuerdas la última vez que huiste?- Remus se tapó la cara. Claro que la recordaba, cómo no hacerlo-. Fue hace dieciocho años, una semana antes de la boda- continuó Sirius con voz melancólica-, el día que íbamos a ensayar nuestros votos, también en el jardín de los Potter, donde íbamos a casarnos. Nunca te dije una cosa, solo lo sabía James: ese día había llevado unos votos falsos. Quería sorprenderte el día de verdad con algo sincero que demostrase cuanto te quiero- Remus no podía apartar sus ojos de los de Sirius. Si el recuerdo de aquel fatídico día le daban ganas de vomitar por el arrepentimiento, aquel dato revelador no hacía más que agravar la sensación-. Esperé a que llegases; esperé mucho. Al final, ya de noche, me convencí de que no irías y volví a casa. Me derrumbé en el sofá con en corazón roto y me quedé dormido.
>>A la mañana siguiente, me desperté con una manta que sabía que no me había puesto yo. Te encontré dormido en la habitación,con surcos de lágrimas en la cara. Me senté a tu lado y comencé a acariciarte el pelo, lo que te despertó. Te pusiste a sollozar en cuanto viste que era yo -Remus conocía el resto de la historia, pero no sé atrevió interrumpirlo-, parecía que querías abrazarme pero te reprimías, como si no te lo merecieses. "No quiero casarme", me dijiste entre sollozos. "No sería justo para ti. ¿Qué haremos si sobrevivimos a esta guerra? Con mi condición no podré encontrar trabajo. Estarías comprometido a mí, no podrías simplemente dejarme de un día para otro porque te has cansado de mí y mi condición", lloraste. Fue el golpe más duro de mi vida, incluso peor que el día que me escapé de mi casa: me había rechazado el amor de mi vida. Te obligué a enderezarte y a tranquilizarte. No pasaba nada, simplemente cancelaríamos la boda y continuaríamos con nuestra vida como si no hubiese pasado nada; eso fue lo que me obligué a decirte. Nunca te dejaría, Remus, significas demasiado para mí.

Remus se esforzó por mantenerse en pie y no llorar a moco tendido. Recordaba aquel momento perfectamente. Sirius se hallaba sentado de rodillas en el borde de la cama opuesto, mientras Remus estaba sentado con las piernas cruzadas, rodeándose el cuerpo con los brazos. Al final, Sirius abrazó a Remus mientras le decía que todo iba a ir bien y que le querría pasara lo que pasara. Remus le agarró las mejillas y le susurró: "Lo siento. Te amo". "Yo también te amo", respondió Sirius, seguidamente, se besaron. Aquella fue la primera vez que vio aquella mirada.

De vuelta al presente, Sirius estaba llorando silenciosamente y Remus, instintivamente, alargó la mano para quitarle las lágrimas y acariciarle el pelo. Todo lo que pudo hacer fue rozar con los dedos el lienzo. La impotencia le invadió.

-¿Comprendes por qué no puedes huir de nuevo?- dijo Sirius con la voz tomada-. No te escapas de un compromiso con alguien, de un papel firmado que hace legal una relación: escapas de un ser humano, y no de uno cualquiera, sino de uno que ha salido de ti. De tu propio hijo, por Merlín, Moony.

-Es tan difícil creer que he colaborado a crear vida... Yo... no quiero arriesgarme.

-¿Y qué es la vida sin un poco de riesgo?- dijo Sirius intentando sonreír para infundirle valor-. Demuestra que puedes hacer lo que sea.

Remus sonrió de vuelta. Siempre sabía cómo hacerle sentir un poco mejor. Tomó una decisión.

-No huiré. Me quedaré- Sirius asintió orgulloso-. Gracias por todo Pads, hasta dentro de poco.

Remus se giró para irse, pero un grito de Black lo detuvo.

-¡Espera, quiero pedirte un último favor!- Remus se dio la vuelta. Sirius cogió aire, pues el también había tomado una decisión, una muy difícil-. Destruye el cuadro.

El alma de Remus se le cayó a los pies. No podía estar hablando en serio. Era lo único que le quedaba de él.

-He estado pensándolo y sé que Harry algún día encontrará este cuadro, y no quiero que sepa de su existencia. Ha tenido que sobrellevar mi muerte mucho tiempo, y por fin la ha medio superado. No deseo que se aferre a él y dependa de él; y tú tampoco. Estoy muerto y tengo que aceptarlo, todos tenemos que hacerlo. Mi tiempo ya pasó.

Remus no podía moverse, era incapaz de hacer nada. Llevaba razón, pero era muy difícil despedirse de alguien que sabes que nunca más volverás a ver.

-Moony, tómatelo como mi última voluntad.

Los ojos de Sirius suplicaban a Remus. Este tomó su varita y apuntó al retrato con ella. Se aproximó muy lentamente a él y dijo:

-Te amo, Padfooot.

-Te amo, Moony.

Eso era todo lo que alcanzaban a decir. Con un movimiento de muñeca de Remus, el lienzo se rajó en dos.

Ya está. Eso era todo. Por fin se había despedido de Sirius.

No huyas, MoonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora