Mirando atrás: La rutina de cada día

37 4 0
                                    

Las mañanas siempre habían  sido bastante aburridas, sin excepción de las de los viernes. Me levantaba, me vestía, desayunaba, etc. Me colocaba la mochila a la espalda y me dirigía hacia el instituto.

Pero a decir verdad, era el rato más tranquilo y silencioso que tenía en todo el día. Cuando salía a la calle, nada más abrir la puerta, el viento se me tiraba encima, el ruido de los coches me molestaba, y siempre al final de la calle oía a un perro ladrar a lo lejos. Como si mi penosa vida diera malas vibraciones que llegaban hasta el final de la calle, y el perro pudiera percibirlas y quejarse, de lo que yo no me quejaba.

Supongo que yo no es que reflejara en mí que tenía una vida feliz, ya que no me arreglaba mucho, no acostumbraba a sonreír a las personas, y mi mirada siempre iba perdida. Era bastante inocente, solo era una adolescente que había comenzado el instituto. Así que entendía que la gente no me mirara con cara simpática. Entendía que a los animales les diera malas vibraciones. Y si algún día alguien se fijaba donde vivía seguramente ya sabría de donde viene mi personalidad de ser la chica “fantasma”.

Mi casa era como un espejo de mí. Daba el perfil de una casa encantada. No estaba bien cuidada,  eso se notaba de lejos, pero se notaba cierta belleza que las enredaderas tapaban, o eso decía mi tía, y siempre me ponía el mismo ejemplo que con mi aspecto.

-Tú eres una chica guapa, solo que las caras serias, y tu aspecto informal tapan la belleza exterior. Y la gente se guía por el exterior, si les gusta lo que ven, querrán conocerlo.-afirmaba con orgullo.

Claramente ella era muy distinta a mí, ella era pelirroja, con unos ojos verdes como las ojas de los arboles en primavera. Sus labios finos, y su voz tan femenina. Era una mujer bella, siempre tan bien vestida, con la piel blanca... Parecía una muñeca de porcelana. Su pelo era lo que mas relucía, siempre tan bien peinado, como se movía cuando caminaba, tan natural, tan suave y liso. Yo era mas o menos una cosa rara a su lado. Tenía los ojos verdes, del mismo color que ella, pero llevaba lentillas, de pequeña querría llevar gafas pero mi tía no me dejó, lo que si que me dejó fue el color de estas, las querría dl mismo color que mis ojos, pero no habían, asi que me ví obligada a coger las lentillas marrones. Mi pelo era liso, bastante oscuro y liso. Mi tía decía que si sacaba mi belleza natural femenina sería la envidia de todas las chicas. Eso claramente lo decía para animarme, pero lo único que conseguía era deprimirme, ya que con eso me demostraba que se preocupaba por mi, pero yo no hacía mucho esfuerzo para demostrarle que estaba bien... 

Siempre tan positiva mi tía, lo que no sabia es que aunque me arreglara no serviría de nada, ya que la gente seguiría tratándome igual. Hasta quizás las chicas me mirarían más mal de lo habitual, y eso podría empeorar las cosas. No querría que encima la gente tuviera mas motivos para mirarme.

Nunca le había mencionado nada a mi tía sobre mis problemas en el instituto, no quería preocuparla, no quería que se viera obligada a protegerme o a hablar con los profesores, eso solo empeoraría las cosas, pero acostumbraban a ser más o menos los mismos, y sinceramente eran bastante infantiles y sin razones.

Así que los insultos, las burlas, etc, pasaron a ser parte de mi rutina diaria.

Es decir, me levantaba, salía al mundo exterior, llegaba al instituto, aguantaba las ganas de llorar, de tantas burlas, insultos, hasta agresiones alguna vez, llegaba a casa, hacia los deberes, leía y me iba a dormir. Y eso, era cada día. Sin hablar con nadie, que eso era lo que más me dolía, sin preocuparme por nada, ni por los estudios ni por los examenes, solamente vivir por vivir. Porque aunque pensara que era una mierda mi vida, no querría ponérmelo tan fácil… Y por si fuera poco mi personalidad no me dejaba rendirme. En definitiva, viva para llevarle la contraria a las señales que me mandaba cada día la vida, que daban a entender que sería más de utilidad bajo tierra que encima de ella.

Una segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora