Capítulo 4.

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Narra Cova :

Las cosas se torcieron un poco en aquella cena. Acabé con Lou en el hospital él con un esguince en la mano.

El tiempo en el hospital transcurrió en silencio y más aún de vuelta a mi casa.

Todo era excesivamente confuso, aquel accidente era... extraño. Y sobre todo Kylian, sentía su incomodez cada vez que Lou me decía algo.

Desde fuera de casa pude escuchar un enorme barullo. Eran el sonido de unas ruedas que chirriaban y a mi madre llorar... ¿Llorar?

En cuanto abrí la puerta vi a mis padres de un lado para otro con pequeños neceseres y bolsas.

-Louis -la voz de Mark me sacó de mis pensamientos- Ayuda a cargar las maletas en el coche.

-¿Qué maletas? -para preguntar aquello primero tuve que pasar saliva para deshacer el nudo que se había formado en mi garganta.

-Cova, querida... -apareció mi madre y posó su mano en mi hombro- Vas a tener que irte una temporada.

-¿Irme? ¿A dónde? -cada vez las cosas se me hacían mas confusas.

-Te vas a Aliquam Tempus.

-¿Cómo has dicho?

-Aliquam Tempus.

-¿Qué es eso?

-Un instituto donde te irás.

'No podemos ir'.

-No puedo ir -dije completamente seria.

-¿Por qué no?

'¿Qué va a ser de Marian? ¿Y nuestros padres?'

'¿Nuestros?'  -pregunté en mi conciencia.

'Eh... nada'.

-Cova -mi madre me sacó de la conversación que comenzaba a ponerse interesante- ¿Por qué no?

-¿Y Marian?

-Si es por ella, irá contigo.

-¿Y vosotros?

-Tranquila todo irá bien.

Fue entonces cuando el timbre sonó. Mi padre abrió la puerta dejándome ver a una Marian confusa y con ojos cristalizados, junto con sus padres.

-Marian -corrí a abrazarla.

En cuanto ella me devolvió el abrazo ambas rompimos en llanto. Pros, iba con ella. Contras, habría un adiós, nuestros padres.

-Chicas -nos interrumpió la madre de Marian- Os iremos a ver, tranquilas.

-Un adiós nunca es fácil. Un adiós siempre fue el final de todo, un adiós marca el punto de los textos. Yo no quiero un adiós -explicó Marian mientras se secaba las lágrimas.

-Pero no es un adiós -explicó- Es un... hasta pronto.

-Lo siento por interrumpir la despedida -comentó Mark- Pero se nos hace tarde, tenemos que irnos.

-Entonces hasta pronto -Marian intentó sonreír y yo la imité.

-Nos vemos pronto chicas -dijo mi madre.

Salimos de la casa y nos metimos en una furgoneta negra, que era de siete asientos. Marian y yo ocupamos los tres de en medio dejando entre nosotras las maletas pequeñas donde iban nuestros móviles, sus cargadores, las carteras y seguramente en el bolso de Marian sus gafas.

El viaje fue largo, pero lo más raro fue que llegamos sin haber pisado un aeropuerto. Es un coche submarino que pasó de España a otro país, porque está claro que esto no era España. O me sumí en un sueño tan profundo que no me di cuenta de que me cargaron hasta un avión. Que yo creo que no, es más creíble lo de el coche submarino.

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